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“El cielo, la tierra y la lluvia”, de José Luis Torres Leiva

El sonido del silencio

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¿Cómo conseguir que el paisaje sea un personaje más? Sur de Chile y cuatro vidas silenciosas. Ana es una chica tímida y silenciosa que trabaja de cajera en una tienda y también cuida a su madre, que está enferma en la cama y siempre permanece callada. Su amiga Verónica, desconfiada, independiente. Marta es una enferma mental cuidada por su hermano boxeador. Y por último, un hombre misterioso, “Toro”, que contrata a Ana para que haga las tareas de la casa cuando Ana es despedida (por permanecer en silencio). La vida de todos ellos se cruzan y lo hacen en escenas cotidianas como comer, pasear o ir en barco…

Es una película lenta llena de planos largos, como la vida de estas personas. Una película que nos recuerda a Ozú. El silencio está presente, no sólo en sus vidas, sino también en el paisaje que les rodea. El sonido del mar, de las hojas, del viento…El mismo título nos da la pista. Y mientras, unas imágenes que hablan por sí solas.

El director nos muestra la interioridad de estas personas a través de los dos protagonistas de la película: el paisaje y la soledad (el silencio), pero establece un límite; no podemos acceder a ellos cuando lloran, cuando no responden a preguntas. ¿Quién es Toro? ¿Qué le pasa a Marta que no habla? ¿Por qué llora? ¿Por qué Ana llora? ¿Por qué a Ana le cuesta responder quién ha sido el que ha robado el dinero? ¿Qué siente por Toro? ¿Por qué Verónica sueña que es feliz porque inventaba la mantequilla? ¿Por qué los cuatro protagonistas se aíslan del mundo? ¿Qué hay dentro de estas personas que causa tanto dolor y no se nos puede mostrar? ¿Qué secreto esconden dentro? El espectador se queda con muchos interrogantes, pero sólo hay una respuesta: EL SILENCIO.

El sonido del silencio

“El cielo, la tierra y la lluvia”, de José Luis Torres Leiva
Patricia Carballo
martes, 9 de agosto de 2011, 07:35 h (CET)


¿Cómo conseguir que el paisaje sea un personaje más? Sur de Chile y cuatro vidas silenciosas. Ana es una chica tímida y silenciosa que trabaja de cajera en una tienda y también cuida a su madre, que está enferma en la cama y siempre permanece callada. Su amiga Verónica, desconfiada, independiente. Marta es una enferma mental cuidada por su hermano boxeador. Y por último, un hombre misterioso, “Toro”, que contrata a Ana para que haga las tareas de la casa cuando Ana es despedida (por permanecer en silencio). La vida de todos ellos se cruzan y lo hacen en escenas cotidianas como comer, pasear o ir en barco…

Es una película lenta llena de planos largos, como la vida de estas personas. Una película que nos recuerda a Ozú. El silencio está presente, no sólo en sus vidas, sino también en el paisaje que les rodea. El sonido del mar, de las hojas, del viento…El mismo título nos da la pista. Y mientras, unas imágenes que hablan por sí solas.

El director nos muestra la interioridad de estas personas a través de los dos protagonistas de la película: el paisaje y la soledad (el silencio), pero establece un límite; no podemos acceder a ellos cuando lloran, cuando no responden a preguntas. ¿Quién es Toro? ¿Qué le pasa a Marta que no habla? ¿Por qué llora? ¿Por qué Ana llora? ¿Por qué a Ana le cuesta responder quién ha sido el que ha robado el dinero? ¿Qué siente por Toro? ¿Por qué Verónica sueña que es feliz porque inventaba la mantequilla? ¿Por qué los cuatro protagonistas se aíslan del mundo? ¿Qué hay dentro de estas personas que causa tanto dolor y no se nos puede mostrar? ¿Qué secreto esconden dentro? El espectador se queda con muchos interrogantes, pero sólo hay una respuesta: EL SILENCIO.

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