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Opinión
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¿Era preciso levantar más muros entre unos y otros?

Tensionando al país hacia la involución

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“Son los ricos quienes crean prosperidad, progreso, circulación de la riqueza, renta per cápita, puestos de trabajo, justicia social y bienes culturales. Los ricos, por su laboriosidad, perspicacia y espíritu de iniciativa, merecen un premio; los pobres, un castigo fiscal, ligero, para que espabilen. Esto es lo que la lógica sugiere. El resto es buenismo socialistón: engañabobos.” Fernando Sánchez Dragó

Estamos viviendo unos momentos en los que, algunos insensatos, personas que no han sabido aprender las lecciones de la Historia, propensos a pontificar desde su supina ignorancia y movidos por este relativismo absurdo que se ha instalado en una gran parte de nuestros conciudadanos, de modo que, poco a poco, han ido tensando la cuerda hasta que va llegando un punto en el que el peligro de enfrentamiento, no sabemos todavía de que tipo ni con qué consecuencias; se va haciendo cada día más posible. Lo peor es que, unas ideas de falso igualitarismo, un altruismo propio de la gente joven, pero imposible de materializar en la realidad y una filosofía basada en el egoísmo, en la falta de realismo, en la inmadurez intelectual y en una visión de la vida y del mundo, en la que el egocentrismo les hace concebir proyectos irrealizables, viciados por la falta de una reflexión profunda, en la mayoría de los casos fruto de lecturas inapropiadas, influencias de doctrinas radicales y adoctrinamientos políticos de agitadores profesionales, expertos en este trabajo de captar a jóvenes para aquellas causas, aparentemente beneficiosas para las clases humildes, pero que, como sucede con muchas de estas razones de tipo benefactor, cuando se analizan detenidamente, resultan tener más inconvenientes, más dificultades y menos ventajas que las que, una primera proyección, les había atribuido.

El hecho afortunado ( para ellos) de que muchos de los integrantes, la mayoría, de las nuevas generaciones de españoles, no se hayan visto afectados por situaciones extremas como la de la pasada Guerra Civil de 1936; las hambrunas siguientes a la finalización de la contienda y la intranquilidad que la iniciación de la segunda Gran Guerra en 1939, creo en la ciudadanía española, cuando apenas España había empezado a recuperar la normalidad; les ha privado de la “vacuna” por la que tuvimos que pasar los que tuvimos que soportar aquellas vicisitudes, con el añadido de vernos afectados por el bloqueo, que los países vencedores de la Guerra Mundial, acordaron imponer al régimen del general Franco, sin que les importara que, con esta actitud, condenaban a toda la nación a una situación cercana a la miseria y con la particularidad de la falta de alimentos básicos para atender las necesidades primarias de los ciudadanos españoles.

Cuando un niño hincha un globo, si se excede en el soplido, puede que llegue un momento en el que explote. Uno siente la misma sensación cuando estamos contemplando lo que está sucediendo en España, vemos la situación en la que, voluntariamente, debido a las luchas por el poder que se están produciendo entre los distintos partidos, vamos entrando en una situación de caos político, con el peligro de caer en manos del anarquismo, el involucionismo económico y, con toda posibilidad, en la falta de democracia propia de los regímenes totalitarios y, todo ello, en una situación en la que, una parte de España está desafiando a la nación entera, intentando conseguir la independencia o, cuando existe el evidente peligro de que, aquellos advenedizos que han llegado de fuera con la misión de llevar a nuestra nación hacia la órbita de un neocomunismo de origen bolivariano originario de Sudamérica.

A uno se le caen los palos del sombrajo cuando, existiendo tantos problemas que resolver en nuestro país, cuando estamos ante un intento de división del país, cuando algunos partidos nos hablan de un concepto absurdo como es “una nación de naciones” con el que intentan dar paso a un país en el que cada autonomía fuera a su “rollo”, sin que existiera la más mínima solidaridad; algo perfectamente previsible cuando, hoy en día, precisamente por negarse a contribuir de acuerdo con sus posibilidades, tanto en Cataluña como en el País Vasco, sus ciudadanos piensan que, yendo por libre, les iría mejor. Claro que, quienes piensan así, no quieren reconocer las grandes dificultades de iniciar un nuevo estado, cuando Europa no la aceptaría y, por si solos, es evidente que no podrían cubrir las más perentorias necesidades del pueblo catalán. En efecto, como si no tuvieran nada mejor en lo que pensar, una vez más la oposición, en el Parlamento, ha dado muestras de su falta de responsabilidad, de su fanatismo y de su falta de respeto por aquellos que, mediante la transición acordada, permitieron que los partidos políticos y el comunismo pudieran establecerse en nuestra nación, cosa que no hubiera ocurrido de oponerse el Ejército o los que formaron el gobierno del antiguo régimen dictatorial; todo ello al llevar al Parlamento un proposición no de Ley por la que se pide al gobierno que exhume los restos del general Franco para sacarlos fuera de su gran obra, el Valle de los Caídos.

¿Era necesario aprobar semejante recomendación?, ¿era preciso levantar más muros entre unos y otros? No se trata nada más que de un nuevo intento de crispar los ánimos, de encender viejas rivalidades, de provocar nuevos odios y rencores que, favorezcan el que, en España, se pudiera provocar un grave enfrentamiento del que comunistas, socialistas, anarquistas y antisistema posiblemente piensen que iban a salir ganando. A mí se me ocurre una reflexión ¿qué ocurriría si, en España, en lugar de un gobierno democrático de centro derecha, aceptado por toda Europa y con buenas relaciones con casi todo el resto de países del mundo; se cambiaran las tornas y ascendieran al poder, por ejemplo, una coalición del señor Sánchez del PSOE con Pablo Iglesias de Podemos ( algo que no se puede descartar, tal y como van transcurriendo las elecciones primarias de los socialistas) Unos señores que, para poder atender a todas las promesas que han venido haciendo, para cuando ocuparan el gobierno; se verían obligados a aumentar la deuda pública en más de 90.000 millones de euros cuando, actualmente, ya hemos sido advertidos desde Bruselas de que la deuda española tiene que recortarse y se han de seguir en las reformas laborales además de seguir reduciendo del déficit público.

¿Cómo iba a reaccionar la UE si el señor Iglesias les explicase los proyectos de favorecer la separación de Cataluña de España; les anunciase su proyecto de establecer una salario básico para todos los españoles; les comunicase que necesitaba que, como quiso Grecia, se le espacien los plazos para el pago de la deuda, se rebajen los intereses y además, nos aumentase a todos los españoles ( esto de que sólo a los ricos es una de las tonterías que se les ocurren para engañar a los ciudadanos ) los impuestos ( por si no tuviéramos bastantes) como ha empezado a hacer la señora Colau en Barcelona y, de paso, estableciese un tipo de modelo de Estado, autocrático y totalitario, a imitación del que su mecenas, el señor Maduro, tiene en Venezuela?

Pero hay algo más que, me temo, no se está valorando con la suficiente claridad, preocupación y sensatez. En España han votado a las derechas más de 8 millones de españoles. Otros dejaron de votarles, precisamente, por haberse mostrados flojos con las izquierdas cuando tuvieron ocasión, con la mayoría absoluta, de rectificar lo que los socialistas, en temas como el aborto, el divorcio, los matrimonios gays etc.; absteniéndose o votando a ciudadanos, por lo cual podemos pensar que, al menos en España, hay unos 15 millones de ciudadanos que forman parte de esta parte de la sociedad silenciosa, que no se manifiesta, que suele evitar confrontaciones, que es poco amiga de publicitar sus sentimientos y que se limitan a votar cuando se les presenta la ocasión de elegir a su partido preferido. Pero esto también sucedía cuando las calles de Madrid, Valencia, Barcelona se convirtieron en intransitables, los asesinos eran los dueños de la situación, los crímenes se multiplicaban y las autoridades, como ahora, se movían más por sus intereses partidistas y por sus ideas políticas que por mantener el orden, evitar el pánico en las calles e impedir que las personas fueran catalogadas por su manera de pensar, por su religión o por asistir a misa. Eso sucedía en la década de los 30.

Me temo que, de persistir este intento de enterrar la democracia, darle el poder a las calles, imponer a los ciudadanos cargas, obligaciones o privarles de la propiedad; convertir en asamblearias las administraciones públicas o darles el poder a los okupas y antisistema, para que impongan la ley de la selva según su antojo; es posible que, como el niño del globo, de tanto ir tirando de la cuerda, de pensar que los ciudadanos de orden van a permitir que la ilegalidad, el desorden o la rapiña se instalen en España ( en Barcelona más de 100 empresas hoteleras han llevado al Ayuntamiento de Colau ante la Justicia por actuar de forma ilegal´, intentando chantajearlos para darles autorización para reformas); se pueda dar la circunstancia de que decidan no permitir que la degradación del país siga por este camino y opten por evitarlo.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, esperemos que todo este intento de golpe de estado; todo lo disimulado que se quiera pero, en realidad, no se le puede llamar por otro nombre; en el que parece que se han puesto de acuerdo varias instituciones y partidos políticos, para provocar una involución política en España; cese, se imponga la cordura y se ponga por delante los intereses y el progreso de la nación a los intentos más o menos camuflados de utilizar métodos poco honorables, triquiñuelas o insidias para intentar hacer caer a un gobierno que ha conseguido sacar a España de la quiebra en la que la dejaron algunos que hoy en día intentan hacer ver que son capaces de gobernarla mejor que el gobierno actual. Y esto no es cierto.

Tensionando al país hacia la involución

¿Era preciso levantar más muros entre unos y otros?
Miguel Massanet
sábado, 13 de mayo de 2017, 11:32 h (CET)
“Son los ricos quienes crean prosperidad, progreso, circulación de la riqueza, renta per cápita, puestos de trabajo, justicia social y bienes culturales. Los ricos, por su laboriosidad, perspicacia y espíritu de iniciativa, merecen un premio; los pobres, un castigo fiscal, ligero, para que espabilen. Esto es lo que la lógica sugiere. El resto es buenismo socialistón: engañabobos.” Fernando Sánchez Dragó

Estamos viviendo unos momentos en los que, algunos insensatos, personas que no han sabido aprender las lecciones de la Historia, propensos a pontificar desde su supina ignorancia y movidos por este relativismo absurdo que se ha instalado en una gran parte de nuestros conciudadanos, de modo que, poco a poco, han ido tensando la cuerda hasta que va llegando un punto en el que el peligro de enfrentamiento, no sabemos todavía de que tipo ni con qué consecuencias; se va haciendo cada día más posible. Lo peor es que, unas ideas de falso igualitarismo, un altruismo propio de la gente joven, pero imposible de materializar en la realidad y una filosofía basada en el egoísmo, en la falta de realismo, en la inmadurez intelectual y en una visión de la vida y del mundo, en la que el egocentrismo les hace concebir proyectos irrealizables, viciados por la falta de una reflexión profunda, en la mayoría de los casos fruto de lecturas inapropiadas, influencias de doctrinas radicales y adoctrinamientos políticos de agitadores profesionales, expertos en este trabajo de captar a jóvenes para aquellas causas, aparentemente beneficiosas para las clases humildes, pero que, como sucede con muchas de estas razones de tipo benefactor, cuando se analizan detenidamente, resultan tener más inconvenientes, más dificultades y menos ventajas que las que, una primera proyección, les había atribuido.

El hecho afortunado ( para ellos) de que muchos de los integrantes, la mayoría, de las nuevas generaciones de españoles, no se hayan visto afectados por situaciones extremas como la de la pasada Guerra Civil de 1936; las hambrunas siguientes a la finalización de la contienda y la intranquilidad que la iniciación de la segunda Gran Guerra en 1939, creo en la ciudadanía española, cuando apenas España había empezado a recuperar la normalidad; les ha privado de la “vacuna” por la que tuvimos que pasar los que tuvimos que soportar aquellas vicisitudes, con el añadido de vernos afectados por el bloqueo, que los países vencedores de la Guerra Mundial, acordaron imponer al régimen del general Franco, sin que les importara que, con esta actitud, condenaban a toda la nación a una situación cercana a la miseria y con la particularidad de la falta de alimentos básicos para atender las necesidades primarias de los ciudadanos españoles.

Cuando un niño hincha un globo, si se excede en el soplido, puede que llegue un momento en el que explote. Uno siente la misma sensación cuando estamos contemplando lo que está sucediendo en España, vemos la situación en la que, voluntariamente, debido a las luchas por el poder que se están produciendo entre los distintos partidos, vamos entrando en una situación de caos político, con el peligro de caer en manos del anarquismo, el involucionismo económico y, con toda posibilidad, en la falta de democracia propia de los regímenes totalitarios y, todo ello, en una situación en la que, una parte de España está desafiando a la nación entera, intentando conseguir la independencia o, cuando existe el evidente peligro de que, aquellos advenedizos que han llegado de fuera con la misión de llevar a nuestra nación hacia la órbita de un neocomunismo de origen bolivariano originario de Sudamérica.

A uno se le caen los palos del sombrajo cuando, existiendo tantos problemas que resolver en nuestro país, cuando estamos ante un intento de división del país, cuando algunos partidos nos hablan de un concepto absurdo como es “una nación de naciones” con el que intentan dar paso a un país en el que cada autonomía fuera a su “rollo”, sin que existiera la más mínima solidaridad; algo perfectamente previsible cuando, hoy en día, precisamente por negarse a contribuir de acuerdo con sus posibilidades, tanto en Cataluña como en el País Vasco, sus ciudadanos piensan que, yendo por libre, les iría mejor. Claro que, quienes piensan así, no quieren reconocer las grandes dificultades de iniciar un nuevo estado, cuando Europa no la aceptaría y, por si solos, es evidente que no podrían cubrir las más perentorias necesidades del pueblo catalán. En efecto, como si no tuvieran nada mejor en lo que pensar, una vez más la oposición, en el Parlamento, ha dado muestras de su falta de responsabilidad, de su fanatismo y de su falta de respeto por aquellos que, mediante la transición acordada, permitieron que los partidos políticos y el comunismo pudieran establecerse en nuestra nación, cosa que no hubiera ocurrido de oponerse el Ejército o los que formaron el gobierno del antiguo régimen dictatorial; todo ello al llevar al Parlamento un proposición no de Ley por la que se pide al gobierno que exhume los restos del general Franco para sacarlos fuera de su gran obra, el Valle de los Caídos.

¿Era necesario aprobar semejante recomendación?, ¿era preciso levantar más muros entre unos y otros? No se trata nada más que de un nuevo intento de crispar los ánimos, de encender viejas rivalidades, de provocar nuevos odios y rencores que, favorezcan el que, en España, se pudiera provocar un grave enfrentamiento del que comunistas, socialistas, anarquistas y antisistema posiblemente piensen que iban a salir ganando. A mí se me ocurre una reflexión ¿qué ocurriría si, en España, en lugar de un gobierno democrático de centro derecha, aceptado por toda Europa y con buenas relaciones con casi todo el resto de países del mundo; se cambiaran las tornas y ascendieran al poder, por ejemplo, una coalición del señor Sánchez del PSOE con Pablo Iglesias de Podemos ( algo que no se puede descartar, tal y como van transcurriendo las elecciones primarias de los socialistas) Unos señores que, para poder atender a todas las promesas que han venido haciendo, para cuando ocuparan el gobierno; se verían obligados a aumentar la deuda pública en más de 90.000 millones de euros cuando, actualmente, ya hemos sido advertidos desde Bruselas de que la deuda española tiene que recortarse y se han de seguir en las reformas laborales además de seguir reduciendo del déficit público.

¿Cómo iba a reaccionar la UE si el señor Iglesias les explicase los proyectos de favorecer la separación de Cataluña de España; les anunciase su proyecto de establecer una salario básico para todos los españoles; les comunicase que necesitaba que, como quiso Grecia, se le espacien los plazos para el pago de la deuda, se rebajen los intereses y además, nos aumentase a todos los españoles ( esto de que sólo a los ricos es una de las tonterías que se les ocurren para engañar a los ciudadanos ) los impuestos ( por si no tuviéramos bastantes) como ha empezado a hacer la señora Colau en Barcelona y, de paso, estableciese un tipo de modelo de Estado, autocrático y totalitario, a imitación del que su mecenas, el señor Maduro, tiene en Venezuela?

Pero hay algo más que, me temo, no se está valorando con la suficiente claridad, preocupación y sensatez. En España han votado a las derechas más de 8 millones de españoles. Otros dejaron de votarles, precisamente, por haberse mostrados flojos con las izquierdas cuando tuvieron ocasión, con la mayoría absoluta, de rectificar lo que los socialistas, en temas como el aborto, el divorcio, los matrimonios gays etc.; absteniéndose o votando a ciudadanos, por lo cual podemos pensar que, al menos en España, hay unos 15 millones de ciudadanos que forman parte de esta parte de la sociedad silenciosa, que no se manifiesta, que suele evitar confrontaciones, que es poco amiga de publicitar sus sentimientos y que se limitan a votar cuando se les presenta la ocasión de elegir a su partido preferido. Pero esto también sucedía cuando las calles de Madrid, Valencia, Barcelona se convirtieron en intransitables, los asesinos eran los dueños de la situación, los crímenes se multiplicaban y las autoridades, como ahora, se movían más por sus intereses partidistas y por sus ideas políticas que por mantener el orden, evitar el pánico en las calles e impedir que las personas fueran catalogadas por su manera de pensar, por su religión o por asistir a misa. Eso sucedía en la década de los 30.

Me temo que, de persistir este intento de enterrar la democracia, darle el poder a las calles, imponer a los ciudadanos cargas, obligaciones o privarles de la propiedad; convertir en asamblearias las administraciones públicas o darles el poder a los okupas y antisistema, para que impongan la ley de la selva según su antojo; es posible que, como el niño del globo, de tanto ir tirando de la cuerda, de pensar que los ciudadanos de orden van a permitir que la ilegalidad, el desorden o la rapiña se instalen en España ( en Barcelona más de 100 empresas hoteleras han llevado al Ayuntamiento de Colau ante la Justicia por actuar de forma ilegal´, intentando chantajearlos para darles autorización para reformas); se pueda dar la circunstancia de que decidan no permitir que la degradación del país siga por este camino y opten por evitarlo.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, esperemos que todo este intento de golpe de estado; todo lo disimulado que se quiera pero, en realidad, no se le puede llamar por otro nombre; en el que parece que se han puesto de acuerdo varias instituciones y partidos políticos, para provocar una involución política en España; cese, se imponga la cordura y se ponga por delante los intereses y el progreso de la nación a los intentos más o menos camuflados de utilizar métodos poco honorables, triquiñuelas o insidias para intentar hacer caer a un gobierno que ha conseguido sacar a España de la quiebra en la que la dejaron algunos que hoy en día intentan hacer ver que son capaces de gobernarla mejor que el gobierno actual. Y esto no es cierto.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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