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Opinión
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Con tanta agitación económica, es importante tener una idea de lo que hacen los presupuestos de la semana pasada y lo que no

El verdadero acuerdo presupuestario

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WASHINGTON - . Observe, para empezar, que no van a crear tanto "trastorno fiscal" a la economía. Los recortes del gasto público simplemente son demasiado pequeños en una economía de 15 billones de dólares anuales. El acuerdo podría rebanar la décima parte de punto porcentual del crecimiento anual a la próxima década, según cálculos de la empresa de previsión Macroeconomic Advisers. Observe también que el acuerdo no supone una victoria del movimiento de protesta fiscal tea party sobre la izquierda. Los izquierdistas sacaron gran parte de lo que querían mientras que la influencia del movimiento fiscal podría decaer. Los impuestos podrían subir si expiran las bajadas tributarias Bush-Obama a finales del ejercicio 2012.

Pero el acuerdo presupuestario sí es reflejo de las prioridades nacionales, las buenas y las malas. En su mayor parte se trata de un triunfo del estado del bienestar sobre el Pentágono. Antes incluso del acuerdo, la administración Obama calculaba que -- suponiendo el repliegue sin novedad de Irak y Afganistán -- el gasto en defensa se contraería al 15% de los presupuestos hacia el ejercicio 2016. Esto representaría el porcentaje más bajo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los recortes añadidos del acuerdo, de hasta 950.000 millones de dólares a la década, reducirían esa cantidad aún más. Durante las décadas de los 50 y los 60, la defensa se llevó a menudo la mitad de los presupuestos.

La reducción drástica del gasto militar parece desaconsejable. Amenazaría el despliegue, la instrucción y el relevo del arsenal vetusto. Muchos aparatos, naves y vehículos están cerca de o han superado su vida útil en servicio, según la analista de defensa de la Heritage Foundation Mackenzie Eaglen. Por poner un ejemplo: los cazas F-18 se diseñaron para volar 6.000 horas; ahora muchos están a punto de cumplir las 10.000 de servicio, apunta.

Los recortes en la defensa demuestran que, en contra de la opinión generalizada, el acuerdo presupuestario es reflejo de los gustos de izquierdas. La agenda progre se presenta en tres capítulos: primero se suben los impuestos a los estadounidenses de renta elevada para limitar los recortes del gasto público nacional; en segundo lugar, se blinda la "red social de seguridad", seguridad social y programa Medicare de los ancianos sobre todo; y por último, se recorta el gasto en defensa para (volver a) salvar los programas nacionales.

Los izquierdistas sacaron dos de tres. Perdieron con los impuestos, la prueba de fuego de los Republicanos. Pero en el resto salieron ganando. La seguridad social, el programa Medicare de los ancianos y la mayor parte de los derechos sociales (las cartillas de alimentación, el programa Medicaid de los que no tienen recursos) para los pobres, con independencia de su edad, no se contemplaron. Las compensaciones de los profesionales que ejercen dentro del programa Medicare se podrían recortar un 2% como parte de una segunda ronda de reducciones, pero eso son migajas. Dado que las pensiones de los jubilados representan la mitad del déficit federal principal, el acuerdo no se ceba con el gasto público en general.

La verdadera noticia presupuestaria es la forma en la que proteger estas enormes prestaciones de los jubilados está dominando la legislación. Si se protege casi la mitad del gasto público y aun así se quiere recortar, sobre todo lo demás la presión se va a intensificar. Junto a la defensa, el acuerdo presupuestario también estruja ese capítulo que siempre se lleva la peor parte: "gasto administrativo independiente de la defensa". Esto cubre numerosos programas: las carreteras, las inspecciones alimentarias, la regulación económica, las partidas presupuestarias extraordinarias destinadas a estados y municipios, y muchas más cosas.

Estamos penalizando al estado para proteger a todos los jubilados, con independencia de lo sanos que estén o lo ricos que sean. A principios de este año, la Oficina Presupuestaria del Congreso proyectaba que el gasto nacional administrativo independiente de la defensa bajaría un 30% -- como porcentaje de la economía -- de 2011 a 2021. El acuerdo presupuestario agravará eso. El Presidente Obama sigue diciendo que este gasto bajará, como porcentaje de la economía otra vez, hasta su nivel más bajo desde Eisenhower. ¿Por qué se jacta de esto?

La opinión generalizada sostiene que los Republicanos, rehenes del movimiento fiscal tea party, impidieron un acuerdo más ambicioso y más "equilibrado" a causa de su rechazo tajante a cualquier subida tributaria -- para siempre. No es así. Es cierto que los Republicanos se mostraron inflexibles en materia tributaria y, por momentos, temerarios en su retórica. También es cierto que, aun con considerables recortes del gasto público, harán falta inevitablemente subidas tributarias para cuadrar los presupuestos. Pero no es cierto que sólo la derecha impidiera un acuerdo más integral.

Aunque Obama dijo estar dispuesto a recortar modestamente "los derechos sociales" -- seguridad social y programa Medicare de los ancianos presumiblemente -- nunca detalló propuestas ni pidió apoyo a ellas. Hubo más discursos que acciones. Incluso si Obama hubiera sido más agresivo, probablemente no hubiera convencido a los izquierdistas, que se oponen firmemente a los recortes. Consideran sagrada la seguridad social y el Medicare. Ni un centavo se va a recortar de los derechos sociales.

Se trata de una postura radical, fanática incluso. La seguridad social y el programa Medicare de los ancianos sí crean una red de seguridad para muchos millones de jubilados pobres y prácticamente pobres. Pero para los millones de jubilados más ricos, representan limosnas. La falta de disposición de los izquierdistas a admitir y actuar a propósito de esta diferencia disuade desde hace tiempo de mantener cualquier debate presupuestario significativo. Esto habría condenado el acuerdo más amplio.

Tanto la derecha ideológica como la izquierda han puesto reparos. El centro no podría haber superado esa alianza. Obtuvimos lo que permitió la política. Es una batería de medidas modesta. De implantarse en su totalidad, no va a afectar de forma dramática al crecimiento económico. Seguirán habiendo enormes déficits -- del 3,5% del producto interior bruto en el ejercicio 2012 según un cálculo. Ese cálculo da por sentado que la economía recupera "el pleno empleo". Normalmente se trataría de una apuesta ganadora, pero tras la dramática agitación del mercado la semana pasada, quién sabe.

El verdadero acuerdo presupuestario

Con tanta agitación económica, es importante tener una idea de lo que hacen los presupuestos de la semana pasada y lo que no
Robert J. Samuelson
martes, 9 de agosto de 2011, 06:52 h (CET)
WASHINGTON - . Observe, para empezar, que no van a crear tanto "trastorno fiscal" a la economía. Los recortes del gasto público simplemente son demasiado pequeños en una economía de 15 billones de dólares anuales. El acuerdo podría rebanar la décima parte de punto porcentual del crecimiento anual a la próxima década, según cálculos de la empresa de previsión Macroeconomic Advisers. Observe también que el acuerdo no supone una victoria del movimiento de protesta fiscal tea party sobre la izquierda. Los izquierdistas sacaron gran parte de lo que querían mientras que la influencia del movimiento fiscal podría decaer. Los impuestos podrían subir si expiran las bajadas tributarias Bush-Obama a finales del ejercicio 2012.

Pero el acuerdo presupuestario sí es reflejo de las prioridades nacionales, las buenas y las malas. En su mayor parte se trata de un triunfo del estado del bienestar sobre el Pentágono. Antes incluso del acuerdo, la administración Obama calculaba que -- suponiendo el repliegue sin novedad de Irak y Afganistán -- el gasto en defensa se contraería al 15% de los presupuestos hacia el ejercicio 2016. Esto representaría el porcentaje más bajo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los recortes añadidos del acuerdo, de hasta 950.000 millones de dólares a la década, reducirían esa cantidad aún más. Durante las décadas de los 50 y los 60, la defensa se llevó a menudo la mitad de los presupuestos.

La reducción drástica del gasto militar parece desaconsejable. Amenazaría el despliegue, la instrucción y el relevo del arsenal vetusto. Muchos aparatos, naves y vehículos están cerca de o han superado su vida útil en servicio, según la analista de defensa de la Heritage Foundation Mackenzie Eaglen. Por poner un ejemplo: los cazas F-18 se diseñaron para volar 6.000 horas; ahora muchos están a punto de cumplir las 10.000 de servicio, apunta.

Los recortes en la defensa demuestran que, en contra de la opinión generalizada, el acuerdo presupuestario es reflejo de los gustos de izquierdas. La agenda progre se presenta en tres capítulos: primero se suben los impuestos a los estadounidenses de renta elevada para limitar los recortes del gasto público nacional; en segundo lugar, se blinda la "red social de seguridad", seguridad social y programa Medicare de los ancianos sobre todo; y por último, se recorta el gasto en defensa para (volver a) salvar los programas nacionales.

Los izquierdistas sacaron dos de tres. Perdieron con los impuestos, la prueba de fuego de los Republicanos. Pero en el resto salieron ganando. La seguridad social, el programa Medicare de los ancianos y la mayor parte de los derechos sociales (las cartillas de alimentación, el programa Medicaid de los que no tienen recursos) para los pobres, con independencia de su edad, no se contemplaron. Las compensaciones de los profesionales que ejercen dentro del programa Medicare se podrían recortar un 2% como parte de una segunda ronda de reducciones, pero eso son migajas. Dado que las pensiones de los jubilados representan la mitad del déficit federal principal, el acuerdo no se ceba con el gasto público en general.

La verdadera noticia presupuestaria es la forma en la que proteger estas enormes prestaciones de los jubilados está dominando la legislación. Si se protege casi la mitad del gasto público y aun así se quiere recortar, sobre todo lo demás la presión se va a intensificar. Junto a la defensa, el acuerdo presupuestario también estruja ese capítulo que siempre se lleva la peor parte: "gasto administrativo independiente de la defensa". Esto cubre numerosos programas: las carreteras, las inspecciones alimentarias, la regulación económica, las partidas presupuestarias extraordinarias destinadas a estados y municipios, y muchas más cosas.

Estamos penalizando al estado para proteger a todos los jubilados, con independencia de lo sanos que estén o lo ricos que sean. A principios de este año, la Oficina Presupuestaria del Congreso proyectaba que el gasto nacional administrativo independiente de la defensa bajaría un 30% -- como porcentaje de la economía -- de 2011 a 2021. El acuerdo presupuestario agravará eso. El Presidente Obama sigue diciendo que este gasto bajará, como porcentaje de la economía otra vez, hasta su nivel más bajo desde Eisenhower. ¿Por qué se jacta de esto?

La opinión generalizada sostiene que los Republicanos, rehenes del movimiento fiscal tea party, impidieron un acuerdo más ambicioso y más "equilibrado" a causa de su rechazo tajante a cualquier subida tributaria -- para siempre. No es así. Es cierto que los Republicanos se mostraron inflexibles en materia tributaria y, por momentos, temerarios en su retórica. También es cierto que, aun con considerables recortes del gasto público, harán falta inevitablemente subidas tributarias para cuadrar los presupuestos. Pero no es cierto que sólo la derecha impidiera un acuerdo más integral.

Aunque Obama dijo estar dispuesto a recortar modestamente "los derechos sociales" -- seguridad social y programa Medicare de los ancianos presumiblemente -- nunca detalló propuestas ni pidió apoyo a ellas. Hubo más discursos que acciones. Incluso si Obama hubiera sido más agresivo, probablemente no hubiera convencido a los izquierdistas, que se oponen firmemente a los recortes. Consideran sagrada la seguridad social y el Medicare. Ni un centavo se va a recortar de los derechos sociales.

Se trata de una postura radical, fanática incluso. La seguridad social y el programa Medicare de los ancianos sí crean una red de seguridad para muchos millones de jubilados pobres y prácticamente pobres. Pero para los millones de jubilados más ricos, representan limosnas. La falta de disposición de los izquierdistas a admitir y actuar a propósito de esta diferencia disuade desde hace tiempo de mantener cualquier debate presupuestario significativo. Esto habría condenado el acuerdo más amplio.

Tanto la derecha ideológica como la izquierda han puesto reparos. El centro no podría haber superado esa alianza. Obtuvimos lo que permitió la política. Es una batería de medidas modesta. De implantarse en su totalidad, no va a afectar de forma dramática al crecimiento económico. Seguirán habiendo enormes déficits -- del 3,5% del producto interior bruto en el ejercicio 2012 según un cálculo. Ese cálculo da por sentado que la economía recupera "el pleno empleo". Normalmente se trataría de una apuesta ganadora, pero tras la dramática agitación del mercado la semana pasada, quién sabe.

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