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A pocos días de la macro fiesta madrileña

¡Yo tampoco le espero!

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La pedagogía de austeridad, en tiempos de vacas flacas, llevada a cabo por las élites políticas europeas no ha calado en la praxis diaria de las sotanas. El despilfarro, como instrumento propagandístico para enderezar la crisis de fe occidental, contrasta con la dogmática discursiva de su ética divina.

A pocos días de la macro fiesta madrileña. La visita del líder del catolicismo, pone de relieve, una vez más, ”la mentira constitucional” del artículo 16.3. Los privilegios económicos, políticos y sociales a la élite clerical, ponen en burla la ineficacia legal de la “neutralidad religiosa”.

La gracia de Dios, o dicho de otro modo, la causa que legitimó cuarenta años de silencio y sometimiento a los caprichos de un dictador; continúa, treinta y seis años después, ostentando buena parte de las prerrogativas obtenidas en la España del Nodo.

La censura al conocimiento científico en pro de las creencias, puso la venda en los ojos a un pueblo sometido a las tinieblas de la verdad hasta bien entrada la modernidad. El argumento de autoridad y la fatalidad esgrimió la lucha entre razón y religión. Durante años, no tan lejanos a nuestros días, la inquisición, o dicho de otro modo, la “presunción de culpabilidad” quemó en la hoguera a millones de rebeldes ante los dogmas de fe impuestos desde la ley. Mientras miles de moriscos se comportaron como cristianos en público y musulmanes en la intimidad. La mentira como herramienta para vivir y vía de escape del “qué dirán”, sentó las bases de la hipocresía católica actual.

Hoy en día, la iglesia, o dicho de otro modo, ese jarrón que permanece ciego a los avances sociales y tecnológicos del presente, sigue enclaustrada en las paredes del medievo. Su discurso retrógrado no encaja en el puzzle de los avances. La incoherencia e irresponsabilidad de sus teorías, ponen de relieve, la obstinación por aferrarse al pasado sin considerar los daños prácticos de sus predicados.

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), sí esa que nos cuesta a los españoles de nuestros bolsillos 25 millones de euros, debería servir para poner los puntos sobre las íes, y abrir el debate sobre la revisión de los postulados obsoletos de la institución papal. La visita debería abandonar la retórica protocolaria de la misa y otorgar el testigo al debate intergeneracional para construir la iglesia del mañana.

Desde la crítica, y sumándonos a los 78.500, en números redondos, de seguidores del grupo de facebook, cuyo hilo que les une es su disconformidad con los postulados eclesiásticos, debemos realizar una reflexión sobre la función de la iglesia en la sociedad actual. Para ello, cabría preguntar en voz alta al señor del “papamóvil”; ¿por qué no se sube al vehículo del progreso, si en la carroza del pasado, solo recoge las infidelidades de sus seguidores?

La hipocresía vestida de fiesta será la excusa perfecta para rezar y cantar ante su santidad. Miles de jóvenes con el preservativo en su cartera cantarán boquiabiertos y rezarán, mientras millones de hambrientos del tercer mundo, mueren a diario por su honradez y coherencia ante los dogmas de su fe.

Con la indignación escondida bajo la alfombra de Sol. En defensa de la coherencia y como crítica a la doble moral occidental. Señor Ratzinger, ¡yo tampoco le espero!

¡Yo tampoco le espero!

A pocos días de la macro fiesta madrileña
Abel Ros
viernes, 5 de agosto de 2011, 07:06 h (CET)
La pedagogía de austeridad, en tiempos de vacas flacas, llevada a cabo por las élites políticas europeas no ha calado en la praxis diaria de las sotanas. El despilfarro, como instrumento propagandístico para enderezar la crisis de fe occidental, contrasta con la dogmática discursiva de su ética divina.

A pocos días de la macro fiesta madrileña. La visita del líder del catolicismo, pone de relieve, una vez más, ”la mentira constitucional” del artículo 16.3. Los privilegios económicos, políticos y sociales a la élite clerical, ponen en burla la ineficacia legal de la “neutralidad religiosa”.

La gracia de Dios, o dicho de otro modo, la causa que legitimó cuarenta años de silencio y sometimiento a los caprichos de un dictador; continúa, treinta y seis años después, ostentando buena parte de las prerrogativas obtenidas en la España del Nodo.

La censura al conocimiento científico en pro de las creencias, puso la venda en los ojos a un pueblo sometido a las tinieblas de la verdad hasta bien entrada la modernidad. El argumento de autoridad y la fatalidad esgrimió la lucha entre razón y religión. Durante años, no tan lejanos a nuestros días, la inquisición, o dicho de otro modo, la “presunción de culpabilidad” quemó en la hoguera a millones de rebeldes ante los dogmas de fe impuestos desde la ley. Mientras miles de moriscos se comportaron como cristianos en público y musulmanes en la intimidad. La mentira como herramienta para vivir y vía de escape del “qué dirán”, sentó las bases de la hipocresía católica actual.

Hoy en día, la iglesia, o dicho de otro modo, ese jarrón que permanece ciego a los avances sociales y tecnológicos del presente, sigue enclaustrada en las paredes del medievo. Su discurso retrógrado no encaja en el puzzle de los avances. La incoherencia e irresponsabilidad de sus teorías, ponen de relieve, la obstinación por aferrarse al pasado sin considerar los daños prácticos de sus predicados.

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), sí esa que nos cuesta a los españoles de nuestros bolsillos 25 millones de euros, debería servir para poner los puntos sobre las íes, y abrir el debate sobre la revisión de los postulados obsoletos de la institución papal. La visita debería abandonar la retórica protocolaria de la misa y otorgar el testigo al debate intergeneracional para construir la iglesia del mañana.

Desde la crítica, y sumándonos a los 78.500, en números redondos, de seguidores del grupo de facebook, cuyo hilo que les une es su disconformidad con los postulados eclesiásticos, debemos realizar una reflexión sobre la función de la iglesia en la sociedad actual. Para ello, cabría preguntar en voz alta al señor del “papamóvil”; ¿por qué no se sube al vehículo del progreso, si en la carroza del pasado, solo recoge las infidelidades de sus seguidores?

La hipocresía vestida de fiesta será la excusa perfecta para rezar y cantar ante su santidad. Miles de jóvenes con el preservativo en su cartera cantarán boquiabiertos y rezarán, mientras millones de hambrientos del tercer mundo, mueren a diario por su honradez y coherencia ante los dogmas de su fe.

Con la indignación escondida bajo la alfombra de Sol. En defensa de la coherencia y como crítica a la doble moral occidental. Señor Ratzinger, ¡yo tampoco le espero!

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