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Natalia Junquera, periodista

“Actualmente hay más de ochocientas cincuenta denuncias sobre casos de niños robados”

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Natalia Junquera Añón (A Coruña, 1981) es licenciada en Periodismo por la Universidad San Pablo-CEU de Madrid y máster de Periodismo de El País-UAM.

Ha trabajado en radio (Cadena SER), en televisión (Antena 3) y en prensa (‘La Voz de Galicia’) antes de incorporarse a ‘El País’, donde desde el año 2006 ha rescatado las historias de más de un centenar de víctimas de la represión franquista.

Junto con Jesús Duva (Tordesillas, Valladolid) acaba de publicar ‘Vidas robadas’, su último trabajo.

En el mundo de la ficción, fue el escritor Benjamín Prado quien en 2006, a través de su obra ‘Mala gente que camina’, comenzó a destapar el tema de los niños robados durante el franquismo y aún después. Ahora, cinco años más tarde, dos aventajados trabajadores de la información, Natalia Junquera y Jesús Duva, han realizado sobre este tema una detallada investigación periodística, acerca de la cual pude mantener con Natalia Junquera la conversación que sigue a continuación. Su colega, Jesús Duva, no pudo asistir a nuestra cita por haberse quedado “tirado” en un aeropuerto centroamericano.

Natalia, en ‘Vidas robadas’, ¿el proceso de investigar ha sido más costoso que el de escribir?

La verdad es que sí. Escribirlo ha sido algo muy natural y rápido. Lo que más nos costó fue localizar a la gente implicada y conseguir que hablase.

Cada capítulo del libro tiene un tratamiento independiente y su lectura se puede efectuar del mismo modo.

Así es. En el libro hemos utilizado muchas historias que ya se habían publicado en ‘El País’, añadiendo otras nuevas. Hemos intentado que cada capítulo fuera representativo de algo, que tratase distintos aspectos del mismo tema: la posguerra, los trueques de niños, los pisos-nidos para mujeres embarazadas, etcétera.

¿Como se destapa este asunto de niños robados?

La primera piedra la puso el juez Garzón que, en la causa contra el franquismo, habla de treinta mil niños robados y dice que durante sesenta años no se ha investigado nada sobre este tema. Al apartar a Garzón de la causa, el asunto quedó parado y dormido, hasta que algunas familias acudieron a la Audiencia Nacional para que tomase muestras de adn y recogiese testimonios de algunas de estas madres de niños robados, que ya tienen edades muy avanzadas, más de noventa años. El segundo chispazo se produce el 27 de enero de este mismo año, cuando doscientas sesenta y una familias de toda España se reúnen en Madrid y se presentan en la Fiscalía General del Estado y denuncian sus casos. Actualmente estas denuncias ascienden ya a más de ochocientas cincuenta.

Este asunto de los niños robados, generará dudas e incertidumbre entre las familias. Incluso muchas otras personas pueden interrogarse sobre su origen, ¿no?

Claro, mientras desarrollábamos la investigación nos daba un poco de pena, porque ahora mismo todas las madres que perdieron algún hijo por muerte en un hospital al dar a luz en aquellos años, piensan que se lo robaron y todos los hijos, que saben que son adoptados, pueden creer que son robados. Y, obviamente, todos no lo son, pero tienen esa duda, que es insoportable y de difícil solución.


Natalia Junquera

¿Los hijos únicos pueden ser especialmente sensibles a estas dudas sobre su origen?

En el último caso del libro contamos que a Alfonso, protagonista de la historia, sus padres nunca le dijeron que era adoptado. Pero él veía los álbumes de fotos y observaba que no se parecía a nadie de su familia y en el colegio también oía muchas cosas raras. Al ponerse a investigar, finalmente descubrió que era adoptado y consiguió encontrar a su verdadera madre.

¿Todos los casos que aparecen en ‘Vidas robadas’ surgen por generación espontánea o existió alguna trama organizada?

Según nuestras investigaciones no la había. Al principio, pensamos que fundamentalmente se trataba de un negocio, pero no era así. Lo que primaba era el móvil ideológico. Las monjas y médicos implicados decidían qué matrimonios merecían adoptar niños y cuáles no. Si los escogidos tenían dinero, pagaban, y si no se buscaba otra vía alternativa, como la del intercambio de embarazadas.

En la Comunidad Valenciana, donde nos encontramos, hay muchos casos, ¿por qué?

El asunto se transmitió a través del boca-oreja. En la Comunidad Valenciana hubo muchos más padres compradores que madres engañadas. En Albal, por ejemplo, se conoce a un grupo de nueve matrimonios que acudió a la Clínica San Ramón de Madrid a comprar sus niños y en el pueblo les llamaban Los Niños de Madrid. También está el caso de Liberia Hernández, uno de los que más me ha impresionado, que fue vendida a los ocho años a un matrimonio que, lamentablemente, no buscaba una hija, sino una criada. Ellos no la trataron bien, sin embargo, Liberia permaneció con sus padres, ayudándoles, hasta que murieron.

El origen de todo este tinglado arranca en la Dictadura, cuando se promulgó una ley para recoger a niños repatriados

El régimen lo que hizo fue dar amparo legal a todas esas prácticas de hecho. Los niños que el gobierno republicano había mandado al extranjero para protegerlos de la guerra, fueron devueltos a España. Aquí les cambiaron los apellidos para que sus verdaderos padres no pudieran localizarlos.

Pero eso roza el nazismo, ¿no?


Portada del libro

Efectivamente, de hecho teníamos nuestro psiquiatra nazi particular, Antonio Vallejo-Nájera, quien decía que era bueno separar a las madres republicanas de sus hijos para impedir que germinara en ellos el gen marxista.

De todo lo que cuentas, se desprende que los implicados no tenían conciencia de obrar mal porque la legislación no penaba esta actividad.

Las monjas y médicos piensan que hicieron bien en obrar como lo hicieron. En realidad, era como si sus tejemanejes estuvieran permitidos. Hasta que en 1987 no se puso orden en toda esta situación, el médico era el personaje clave de este proceso de adopciones. A partir de ese año, fueron las Comunidades Autónomas quienes se encargaron de los procedimientos de adopción y cortaron en seco con la situación anterior.

Imagino que no todo serían malas experiencias y que también hubo casos normales de niños felices con sus padres adoptivos.

Salvo el caso de Liberia, al que me refería antes y que es excepcional, los niños en general tuvieron una vida estupenda, porque fueron comprados por padres que querían adoptar. Hoy estos niños, ya adultos, no quieren que a sus padres adoptivos les ocurra nada malo. Incluso en los procesos judiciales, los afectados se conforman con que los médicos y monjas que intervinieron en sus casos les den alguna pista para localizar a sus verdaderos padres y conocerlos.

Los adoptados también llegaron al extranjero, o sea que durante treinta años o más hemos exportado toros, sol y niños, ¿no?

Sí, incluso hemos llegado hasta EE.UU., como es el caso de Randy Ryder. Cuando descubrimos su historia nos llegaron otros casos de fuera de España, de Venezuela y Portugal, por ejemplo.

Después de todo vuestro trabajo, ¿cuál crees que es el futuro de esta investigación?

La investigación no ha hecho más que comenzar, tiene todo el futuro por delante. Ningún fiscal quería ser el primero, pero ya hay varios que han tomado cartas en el asunto. A lo máximo que se va a llegar es a sentar en un banquillo judicial a las personas que cometieron esos delitos para que proporcionen información que pueda ayudar a los damnificados. Si se alcanzase esta meta sería un logro muy bueno.

“Actualmente hay más de ochocientas cincuenta denuncias sobre casos de niños robados”

Natalia Junquera, periodista
Herme Cerezo
martes, 2 de agosto de 2011, 08:57 h (CET)

Natalia Junquera Añón (A Coruña, 1981) es licenciada en Periodismo por la Universidad San Pablo-CEU de Madrid y máster de Periodismo de El País-UAM.

Ha trabajado en radio (Cadena SER), en televisión (Antena 3) y en prensa (‘La Voz de Galicia’) antes de incorporarse a ‘El País’, donde desde el año 2006 ha rescatado las historias de más de un centenar de víctimas de la represión franquista.

Junto con Jesús Duva (Tordesillas, Valladolid) acaba de publicar ‘Vidas robadas’, su último trabajo.

En el mundo de la ficción, fue el escritor Benjamín Prado quien en 2006, a través de su obra ‘Mala gente que camina’, comenzó a destapar el tema de los niños robados durante el franquismo y aún después. Ahora, cinco años más tarde, dos aventajados trabajadores de la información, Natalia Junquera y Jesús Duva, han realizado sobre este tema una detallada investigación periodística, acerca de la cual pude mantener con Natalia Junquera la conversación que sigue a continuación. Su colega, Jesús Duva, no pudo asistir a nuestra cita por haberse quedado “tirado” en un aeropuerto centroamericano.

Natalia, en ‘Vidas robadas’, ¿el proceso de investigar ha sido más costoso que el de escribir?

La verdad es que sí. Escribirlo ha sido algo muy natural y rápido. Lo que más nos costó fue localizar a la gente implicada y conseguir que hablase.

Cada capítulo del libro tiene un tratamiento independiente y su lectura se puede efectuar del mismo modo.

Así es. En el libro hemos utilizado muchas historias que ya se habían publicado en ‘El País’, añadiendo otras nuevas. Hemos intentado que cada capítulo fuera representativo de algo, que tratase distintos aspectos del mismo tema: la posguerra, los trueques de niños, los pisos-nidos para mujeres embarazadas, etcétera.

¿Como se destapa este asunto de niños robados?

La primera piedra la puso el juez Garzón que, en la causa contra el franquismo, habla de treinta mil niños robados y dice que durante sesenta años no se ha investigado nada sobre este tema. Al apartar a Garzón de la causa, el asunto quedó parado y dormido, hasta que algunas familias acudieron a la Audiencia Nacional para que tomase muestras de adn y recogiese testimonios de algunas de estas madres de niños robados, que ya tienen edades muy avanzadas, más de noventa años. El segundo chispazo se produce el 27 de enero de este mismo año, cuando doscientas sesenta y una familias de toda España se reúnen en Madrid y se presentan en la Fiscalía General del Estado y denuncian sus casos. Actualmente estas denuncias ascienden ya a más de ochocientas cincuenta.

Este asunto de los niños robados, generará dudas e incertidumbre entre las familias. Incluso muchas otras personas pueden interrogarse sobre su origen, ¿no?

Claro, mientras desarrollábamos la investigación nos daba un poco de pena, porque ahora mismo todas las madres que perdieron algún hijo por muerte en un hospital al dar a luz en aquellos años, piensan que se lo robaron y todos los hijos, que saben que son adoptados, pueden creer que son robados. Y, obviamente, todos no lo son, pero tienen esa duda, que es insoportable y de difícil solución.


Natalia Junquera

¿Los hijos únicos pueden ser especialmente sensibles a estas dudas sobre su origen?

En el último caso del libro contamos que a Alfonso, protagonista de la historia, sus padres nunca le dijeron que era adoptado. Pero él veía los álbumes de fotos y observaba que no se parecía a nadie de su familia y en el colegio también oía muchas cosas raras. Al ponerse a investigar, finalmente descubrió que era adoptado y consiguió encontrar a su verdadera madre.

¿Todos los casos que aparecen en ‘Vidas robadas’ surgen por generación espontánea o existió alguna trama organizada?

Según nuestras investigaciones no la había. Al principio, pensamos que fundamentalmente se trataba de un negocio, pero no era así. Lo que primaba era el móvil ideológico. Las monjas y médicos implicados decidían qué matrimonios merecían adoptar niños y cuáles no. Si los escogidos tenían dinero, pagaban, y si no se buscaba otra vía alternativa, como la del intercambio de embarazadas.

En la Comunidad Valenciana, donde nos encontramos, hay muchos casos, ¿por qué?

El asunto se transmitió a través del boca-oreja. En la Comunidad Valenciana hubo muchos más padres compradores que madres engañadas. En Albal, por ejemplo, se conoce a un grupo de nueve matrimonios que acudió a la Clínica San Ramón de Madrid a comprar sus niños y en el pueblo les llamaban Los Niños de Madrid. También está el caso de Liberia Hernández, uno de los que más me ha impresionado, que fue vendida a los ocho años a un matrimonio que, lamentablemente, no buscaba una hija, sino una criada. Ellos no la trataron bien, sin embargo, Liberia permaneció con sus padres, ayudándoles, hasta que murieron.

El origen de todo este tinglado arranca en la Dictadura, cuando se promulgó una ley para recoger a niños repatriados

El régimen lo que hizo fue dar amparo legal a todas esas prácticas de hecho. Los niños que el gobierno republicano había mandado al extranjero para protegerlos de la guerra, fueron devueltos a España. Aquí les cambiaron los apellidos para que sus verdaderos padres no pudieran localizarlos.

Pero eso roza el nazismo, ¿no?


Portada del libro

Efectivamente, de hecho teníamos nuestro psiquiatra nazi particular, Antonio Vallejo-Nájera, quien decía que era bueno separar a las madres republicanas de sus hijos para impedir que germinara en ellos el gen marxista.

De todo lo que cuentas, se desprende que los implicados no tenían conciencia de obrar mal porque la legislación no penaba esta actividad.

Las monjas y médicos piensan que hicieron bien en obrar como lo hicieron. En realidad, era como si sus tejemanejes estuvieran permitidos. Hasta que en 1987 no se puso orden en toda esta situación, el médico era el personaje clave de este proceso de adopciones. A partir de ese año, fueron las Comunidades Autónomas quienes se encargaron de los procedimientos de adopción y cortaron en seco con la situación anterior.

Imagino que no todo serían malas experiencias y que también hubo casos normales de niños felices con sus padres adoptivos.

Salvo el caso de Liberia, al que me refería antes y que es excepcional, los niños en general tuvieron una vida estupenda, porque fueron comprados por padres que querían adoptar. Hoy estos niños, ya adultos, no quieren que a sus padres adoptivos les ocurra nada malo. Incluso en los procesos judiciales, los afectados se conforman con que los médicos y monjas que intervinieron en sus casos les den alguna pista para localizar a sus verdaderos padres y conocerlos.

Los adoptados también llegaron al extranjero, o sea que durante treinta años o más hemos exportado toros, sol y niños, ¿no?

Sí, incluso hemos llegado hasta EE.UU., como es el caso de Randy Ryder. Cuando descubrimos su historia nos llegaron otros casos de fuera de España, de Venezuela y Portugal, por ejemplo.

Después de todo vuestro trabajo, ¿cuál crees que es el futuro de esta investigación?

La investigación no ha hecho más que comenzar, tiene todo el futuro por delante. Ningún fiscal quería ser el primero, pero ya hay varios que han tomado cartas en el asunto. A lo máximo que se va a llegar es a sentar en un banquillo judicial a las personas que cometieron esos delitos para que proporcionen información que pueda ayudar a los damnificados. Si se alcanzase esta meta sería un logro muy bueno.

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