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Primero fueron los presupuestos, luego las críticas. De esperar - menos las que vienen de aliados ideológicos

Los males de la facción

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El secretario de la mayoría en el Senado Harry Reid dio a conocer sus presupuestos -- y el colectivo de izquierdas MoveOn.org se quejó con contundencia, denunciando que la propuesta del Demócrata de Nevada era defectuosa porque no hacía hincapié en "un enfoque equilibrado que ataje con valentía ventajas fiscales y lagunas que aprovechan los ricos y las multinacionales".

Asimismo, advertía el colectivo, la institución encargada de recomendar más recortes era un caballo de Troya destinado a eviscerar los derechos sociales. "Cualquier plan que incluya un mecanismo para meter recortes a esos vitales programas a traición", atronaba, "es igual de inaceptable que el que propone los recortes frontalmente".

El presidente de la Cámara John Boehner daba a conocer sus presupuestos -- y la coalición conservadora del Recortar, Limitar y Equilibrar contraatacaba quejándose de que el enfoque del legislador Republicano de Ohio tenía defectos porque no se ceñía a cada coma del programa: el trámite garantizado de una enmienda presupuestaria no tendrá ningún vínculo con elevar el techo de la deuda. Y la enmienda -- ¡qué miedo! -- permite subir los impuestos con una mayoría inferior a los dos tercios del hemiciclo.

Además, advierte el colectivo, la institución es un caballo de Troya para subir los impuestos. "Los precedentes han demostrado que tales instrumentos, por buenas intenciones que tengan, facilitan subidas tributarias más de lo que instituyen reformas presupuestarias duraderas", resonaba.

¿Quién necesita a la oposición cuando se tienen amigos así?

Los aullidos de los puristas convencidos y de los despiadados grupos de interés de ambas formaciones no son nada nuevo. Los "males de la facción", como observaba James Madison, llevan presentes desde los primeros tiempos. Cultivar el electorado es igual que arrancar las malas hierbas del jardín, una tarea tan interminable como aburrida. El grupo de presión que chilla es el que mama.

Pero el actual enfrentamiento ilustra aún así la problemática realidad de la política moderna de los grupos de interés. Los instrumentos de comunicación instantánea -- una actualidad informativa que se prolonga durante todo el día, el potencial organizador de las redes sociales -- realzan la voz de la minoría indignada.

Madison aducía que el tamaño de una opinión pública mayor que la minoría indignada ayuda a aislarla de las peores tendencias de los políticos y de sus partidarios. "La influencia de los líderes de las formaciones puede calar dentro de sus estados particulares, pero será incapaz de extender un contagio generalizado por el resto de estados", asegura al lector del capítulo décimo del manual parlamentario federalista. Madison no tuvo que enfrentar a la administración pública mediante Twitter. No se le pasaron por la cabeza congresistas que prometen la parálisis.

Los informativos del cable ofrecen testimonio constante de este nocivo fenómeno. En un anuncio, un amenazador trío de ancianos pregunta agresivamente a los legisladores "¿En qué pensabais?" para tramitar los recortes en el copago de los ingresos en hospitales. El patrocinador del anuncio, la "Coalición para Proteger la Sanidad de América", es un colectivo formado por, lo adivinó, centros hospitalarios. Su portal en la red presume de tener 457.000 millones de dólares en "recortes evitados" desde el 2000 -- una rentabilidad de 30.000 dólares por cada dólar invertido en campañas de presión política.

En otro anuncio, un colectivo que se llama "Cortar el Gasto" ordena a la audiencia: "Póngase en contacto con el Congreso y dígales que no nos podemos permitir más deuda". Sería el mismo Congreso cuya Cámara Republicana tramitó de forma mayoritaria unos presupuestos que suman billones en deuda nueva.

En un tercer anuncio, un abuelo toca la guitarra eléctrica con un adolescente mientras la voz del narrador ordena: "Denos su apoyo y diga al Congreso : nada de recortes en la seguridad social y el programa Medicare de los ancianos. Porque ya pagamos estos programas con cada nómina".

Este clima alimenta la parálisis. Añada el apogeo del diseño de los distritos electorales por ordenador, que conduce el debate a extremos al tiempo que simultáneamente favorece la elección de los que ocupan extremos ideológicos y disuade a los legisladores titulares tentados de apartarse de la ortodoxia ideológica. El resultado es una Cámara cuyos legisladores son inducidos a atender al electorado en lugar de asegurarse el apoyo del centro.

Mientras tanto, el alcance de los riesgos magnifica el grado de intransigencia por ambas partes. El actual debate no tiene que ver con recortar tal programita o reducir cual ventaja fiscal. Tiene que ver con la dirección fundamental del estado durante los próximos años.

La combinación tóxica ayuda a producir... bueno, mire las portadas.

Existe un significativo grupúsculo de políticos de las dos formaciones a los que les gustaría escapar del control férreo del electoralismo reflexivo. Hay deseos de ponerse a la altura de la gravedad del momento entre los legisladores.

Puede verlo en las docenas de Senadores que se agolparon en una sesión durante la cual el Grupo de los Seis legisladores dio a conocer las líneas maestras de su plan de reducción de la deuda bipartidista y equilibrado. Puede verlo en el breve flirteo con la responsabilidad del presidente conservador de la Cámara Boehner.

Puede verlo, pero podría pasarlo mal para ver la forma de salir de ello. No de la parálisis inmediata, sino de la parálisis generalizada. Madison se horrorizaría.

Los males de la facción

Primero fueron los presupuestos, luego las críticas. De esperar - menos las que vienen de aliados ideológicos
Ruth Marcus
sábado, 30 de julio de 2011, 08:51 h (CET)
El secretario de la mayoría en el Senado Harry Reid dio a conocer sus presupuestos -- y el colectivo de izquierdas MoveOn.org se quejó con contundencia, denunciando que la propuesta del Demócrata de Nevada era defectuosa porque no hacía hincapié en "un enfoque equilibrado que ataje con valentía ventajas fiscales y lagunas que aprovechan los ricos y las multinacionales".

Asimismo, advertía el colectivo, la institución encargada de recomendar más recortes era un caballo de Troya destinado a eviscerar los derechos sociales. "Cualquier plan que incluya un mecanismo para meter recortes a esos vitales programas a traición", atronaba, "es igual de inaceptable que el que propone los recortes frontalmente".

El presidente de la Cámara John Boehner daba a conocer sus presupuestos -- y la coalición conservadora del Recortar, Limitar y Equilibrar contraatacaba quejándose de que el enfoque del legislador Republicano de Ohio tenía defectos porque no se ceñía a cada coma del programa: el trámite garantizado de una enmienda presupuestaria no tendrá ningún vínculo con elevar el techo de la deuda. Y la enmienda -- ¡qué miedo! -- permite subir los impuestos con una mayoría inferior a los dos tercios del hemiciclo.

Además, advierte el colectivo, la institución es un caballo de Troya para subir los impuestos. "Los precedentes han demostrado que tales instrumentos, por buenas intenciones que tengan, facilitan subidas tributarias más de lo que instituyen reformas presupuestarias duraderas", resonaba.

¿Quién necesita a la oposición cuando se tienen amigos así?

Los aullidos de los puristas convencidos y de los despiadados grupos de interés de ambas formaciones no son nada nuevo. Los "males de la facción", como observaba James Madison, llevan presentes desde los primeros tiempos. Cultivar el electorado es igual que arrancar las malas hierbas del jardín, una tarea tan interminable como aburrida. El grupo de presión que chilla es el que mama.

Pero el actual enfrentamiento ilustra aún así la problemática realidad de la política moderna de los grupos de interés. Los instrumentos de comunicación instantánea -- una actualidad informativa que se prolonga durante todo el día, el potencial organizador de las redes sociales -- realzan la voz de la minoría indignada.

Madison aducía que el tamaño de una opinión pública mayor que la minoría indignada ayuda a aislarla de las peores tendencias de los políticos y de sus partidarios. "La influencia de los líderes de las formaciones puede calar dentro de sus estados particulares, pero será incapaz de extender un contagio generalizado por el resto de estados", asegura al lector del capítulo décimo del manual parlamentario federalista. Madison no tuvo que enfrentar a la administración pública mediante Twitter. No se le pasaron por la cabeza congresistas que prometen la parálisis.

Los informativos del cable ofrecen testimonio constante de este nocivo fenómeno. En un anuncio, un amenazador trío de ancianos pregunta agresivamente a los legisladores "¿En qué pensabais?" para tramitar los recortes en el copago de los ingresos en hospitales. El patrocinador del anuncio, la "Coalición para Proteger la Sanidad de América", es un colectivo formado por, lo adivinó, centros hospitalarios. Su portal en la red presume de tener 457.000 millones de dólares en "recortes evitados" desde el 2000 -- una rentabilidad de 30.000 dólares por cada dólar invertido en campañas de presión política.

En otro anuncio, un colectivo que se llama "Cortar el Gasto" ordena a la audiencia: "Póngase en contacto con el Congreso y dígales que no nos podemos permitir más deuda". Sería el mismo Congreso cuya Cámara Republicana tramitó de forma mayoritaria unos presupuestos que suman billones en deuda nueva.

En un tercer anuncio, un abuelo toca la guitarra eléctrica con un adolescente mientras la voz del narrador ordena: "Denos su apoyo y diga al Congreso : nada de recortes en la seguridad social y el programa Medicare de los ancianos. Porque ya pagamos estos programas con cada nómina".

Este clima alimenta la parálisis. Añada el apogeo del diseño de los distritos electorales por ordenador, que conduce el debate a extremos al tiempo que simultáneamente favorece la elección de los que ocupan extremos ideológicos y disuade a los legisladores titulares tentados de apartarse de la ortodoxia ideológica. El resultado es una Cámara cuyos legisladores son inducidos a atender al electorado en lugar de asegurarse el apoyo del centro.

Mientras tanto, el alcance de los riesgos magnifica el grado de intransigencia por ambas partes. El actual debate no tiene que ver con recortar tal programita o reducir cual ventaja fiscal. Tiene que ver con la dirección fundamental del estado durante los próximos años.

La combinación tóxica ayuda a producir... bueno, mire las portadas.

Existe un significativo grupúsculo de políticos de las dos formaciones a los que les gustaría escapar del control férreo del electoralismo reflexivo. Hay deseos de ponerse a la altura de la gravedad del momento entre los legisladores.

Puede verlo en las docenas de Senadores que se agolparon en una sesión durante la cual el Grupo de los Seis legisladores dio a conocer las líneas maestras de su plan de reducción de la deuda bipartidista y equilibrado. Puede verlo en el breve flirteo con la responsabilidad del presidente conservador de la Cámara Boehner.

Puede verlo, pero podría pasarlo mal para ver la forma de salir de ello. No de la parálisis inmediata, sino de la parálisis generalizada. Madison se horrorizaría.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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