Veo la piscina, ahora que tanto apetece con este calor, y pienso en los deportistas españoles que estos días están compitiendo en el Mundial de natación que se está celebrando en Shanghái. Deportes como éste, sin ser de los que pasan más inadvertidos, sí quedan habitualmente relegados a un segundo o tercer plano pese a que son el verdadero reflejo de la superación humana. Cita tras cita caen récords y se establecen nuevas plusmarcas que, por muy difíciles que parezcan de batir, volverán a ser superadas en un período breve de tiempo. Uno de los alicientes de estos días en China es ver cuántas veces se proclamará campeón el inefable Phelps, aunque también descubrir si surge alguien capaz de plantarle cara.
Comprobaremos también qué rendimiento ofrecen los nadadores españoles, a un año exacto de los Juegos de Londres. Las esperanzas están puestas en Mireia Belmonte (pese a su bloqueo de ayer en 200 estilos), Erika Villaécija y Aschwin Wildeboer. Las que no han fallado son nuestras “sirenas”. Cuando veo lo que son capaces de hacer, reconozco que me siento muy inútil en el agua. Reconoceré que no me esperaba menos de ellas, y también su mérito al haber cumplido las expectativas. Sus seis medallas, cinco de bronce y una de plata, demuestran que España sigue en la élite de la natación sincronizada. Superar a las rusas es aún un reto, mientras que las chinas jugaban con el factor “casa”. Con ese detalle más a nuestro favor en la próxima cita olímpica, creo que podremos aspirar a todo. La plata que ha logrado Andrea Fuentes, dignísima heredera de Gemma Mengual, es la que marca el camino. No tiene nada que ver pero, por algún motivo, siempre que nombro a Mengual me viene también a la cabeza Almudena Cid; quizá porque el sacrificio, coincidente en el tiempo, que han realizado estas dos pioneras en sus deportes nos permiten seguir recogiendo frutos.
Hablando de dedicación y esfuerzo, lo que hemos visto a lo largo de estas tres semanas en el Tour de Francia también merece un elogio. No ha podido repetir éxito Alberto Contador, que ayer cedió el trono en los Campos Elíseos a Cadel Evans (curioso: el primer australiano en lograrlo); sin embargo, ha mostrado en todo momento su carácter ganador y ha contribuido a dar un gran espectáculo (junto a Samuel Sánchez), especialmente estos últimos días en las etapas alpinas. Sucumbió en la subida al Galibier, pero dio una lección en Alpe d’Huez. No se le pueden exigir tanto a sus piernas, que, tras ganar el Giro, pedían una tregua imposible de conceder cuando se habla de la ronda gala. En breve se le presenta al madrileño una nueva cima que coronar, la de demostrar su inocencia en su caso de clembuterol, aunque su mejor alegato es la limpieza con la que ha corrido este Tour, como siempre. Después, estoy seguro de que volverá a darnos muchas alegrías.
Y otro del que me espero todo es Fernando Alonso. Hace un par de semanas decía que “Vamos acelerando” y me centraba en las motos, pero también en la Fórmula 1 se vislumbra un conato de remontada. De momento, los Red Bull dan ligeros síntomas de debilidad, o quizá es que escuderías como Ferrari o McLaren están logrando avances en sus coches. En cualquier caso, que Sebastian Vettel no haya subido al podio en Alemania pinta bien para mantener la emoción del campeonato; sigue líder destacado pero aún quedan muchas carreras. Si el alemán mantiene esta senda igual que Alonso la suya, todo es posible. El asturiano ganó en Inglaterra y ayer fue segundo. Parece que funciona el acelerador...