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No quería desperdiciar una columna hablando de la candidata Republicana Michele Bachmann, pero mi marido me dijo que lo hiciera

Política de sexos, edición evangélica

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WASHINGTON - Naturalmente, escuché.

No. El pobre hombre a duras penas logra que recoja la ropa del tinte.

Al parecer, las cosas son distintas en Chez Bachmann. Al postularse al Congreso en el año 2006, la Republicana de Minnesota explicaba su decisión de especializarse en derecho público fiscal.

Ella nunca se habría apuntado a un curso del código en la facultad de derecho, explicaba Bachmann al Living Word Christian Center, pero su marido decidió que ella iba a sacarse un título avanzado en la materia.

"¡Derecho fiscal! ¡Yo odio los impuestos! ¿Por qué debo hacer algo así?", recuerda pensar Bachmann. "Pero el Señor dijo: 'Sé sumisa'. Esposa, has de ser sumisa con tu marido'".

Bienvenidos al mundo de la política de sexos en constante evolución, edición evangélica. Algún día, después quizá de que las primeras presidentas hayan tenido segundas legislaturas, el país encontrará la forma de salir del denso campo minado de la política y los sexos: ¿Sería una mujer lo bastante fuerte? ¿Qué nombre ponemos al Primer Marido? ¿Es seguro hablar de su vestuario? Hasta entonces, cada elección venidera, sospecho, planteará su propio juego de cuestiones delicadas relacionadas con los géneros.

La campaña de 2008 demostró simultáneamente que una mujer sabía ser dura y lo bastante ducha -- y que ser mujer no bastaba por sí mismo. La batalla sin cuartel de Hillary Clinton en las primarias zanjó cuestiones del ámbito feminista. La campaña vicepresidencial de Sarah Palin que nunca tuvo contenido demostró que el momento Geraldine Ferraro - sacar a una mujer de la lista electoral simplemente por los dos cromosomas X - es historia hace tiempo.

La candidatura Bachmann evoca unas cuantas preguntas familiares relativas a las candidatas presidenciales y plantea unas cuantas nuevas. En el lado familiar están las preguntas afines de la imagen y la inteligencia. En el caso de las candidatas, mucho más que en el de los candidatos, la apariencia importa. Pero aun así es el factor que no hay que atreverse a mencionar. Por supuesto que el atractivo de Bachmann, como el de Palin, contribuye a su éxito.

Pero la imagen es un tema que hay que evitar mencionar en la política de sexos, como descubrió el ex congresista de Minnesota Vin Weber y actual partidario del candidato Tim Pawlenty. "Ella tiene el atractivo del municipio, el atractivo ideológico y, odio decir, tiene también cierto sex appeal", dijo Weber al The Hill hablando de las esperanzas de Bachmann en Iowa. Hablar de la barbilla cincelada de Mitt Romney o, por la parte negativa, de la corta estatura y el cartón de la calvicie del Gobernador de Indiana Mitch Daniels son cosas seguras. ¿Hacer comentarios de la imagen de las candidatas? Nunca es buena idea.

Sembrar la duda de la inteligencia de una candidata es igualmente mezquino. Los patinazos de Bachmann con la historia - mudar las batallas de Lexington y Concord a New Hampshire, por ejemplo - son legítimos. Pero aun así parte de las preguntas -- ¿Está colgada? ¿Es usted de esas que la gente evita? - tienen tonos de sexismo, aunque involuntarios. Es difícil imaginar a los periodistas de las entrevistas utilizando el mismo lenguaje despectivo con un candidato.

Luego está la cuestión de las opiniones de Bachmann relativas a las esposas serviles y cómo se traduce eso al Despacho Oval. Quiero ser respetuosa en esto con las creencias de Bachmann relativas a los roles idóneos en la pareja y el equilibrio de poderes en el matrimonio. No podría discrepar más de sus opiniones, pero reconozco que tienen fundamento bíblico y que están dentro del corriente evangélico.

La versión clásica de la crítica a la mujer del candidato alberga el miedo a la esposa entrometida y dominante. La promesa de campaña de Bill Clinton en 1992 de "dos por el precio de uno" no caló precisamente entre los electores. Por lo general, la versión de esta crítica con las tornas cambiadas -- el marido de la candidata como persona dominante que mueve los hilos entre bambalinas -- estaría peligrosamente impregnada de elementos sexistas. ¿No sabe pensar por sí misma? ¿Quién mueve los hilos?

Pero la candidatura de Bachmann plantea la duda de cómo acomodar la forma evangélica de entender la relación decente de la mujer con su marido con lo que a mí me parece la noción inherentemente feminista de una líder del mundo libre.

Una forma de enhebrar la aguja teológica es aducir que la Biblia asigna los papeles de liderazgo a los varones de la familia y la iglesia pero guarda silencio en materia de, y por tanto deja espacio a, las mujeres en política. Esto parece una exageración, sobre todo teniendo en cuenta que Bachmann ha dicho públicamente que el mérito de su vida profesional es de su marido.

A mí no me quita el sueño la idea de Marcus Bachmann como titiritero del Despacho Oval, sobre todo porque no se me pasa por la cabeza que Michele Bachmann llegue allí. Pero teniendo en cuenta su posición en las encuestas, es justo y necesario preguntarle cómo reconcilia las tensiones entre la forma bíblica de interpretar el papel de la mujer y las exigencias de la presidencia. Ya metidas en harina, no me importaría escuchar también la opinión de su marido.

Política de sexos, edición evangélica

No quería desperdiciar una columna hablando de la candidata Republicana Michele Bachmann, pero mi marido me dijo que lo hiciera
Ruth Marcus
viernes, 22 de julio de 2011, 22:00 h (CET)
WASHINGTON - Naturalmente, escuché.

No. El pobre hombre a duras penas logra que recoja la ropa del tinte.

Al parecer, las cosas son distintas en Chez Bachmann. Al postularse al Congreso en el año 2006, la Republicana de Minnesota explicaba su decisión de especializarse en derecho público fiscal.

Ella nunca se habría apuntado a un curso del código en la facultad de derecho, explicaba Bachmann al Living Word Christian Center, pero su marido decidió que ella iba a sacarse un título avanzado en la materia.

"¡Derecho fiscal! ¡Yo odio los impuestos! ¿Por qué debo hacer algo así?", recuerda pensar Bachmann. "Pero el Señor dijo: 'Sé sumisa'. Esposa, has de ser sumisa con tu marido'".

Bienvenidos al mundo de la política de sexos en constante evolución, edición evangélica. Algún día, después quizá de que las primeras presidentas hayan tenido segundas legislaturas, el país encontrará la forma de salir del denso campo minado de la política y los sexos: ¿Sería una mujer lo bastante fuerte? ¿Qué nombre ponemos al Primer Marido? ¿Es seguro hablar de su vestuario? Hasta entonces, cada elección venidera, sospecho, planteará su propio juego de cuestiones delicadas relacionadas con los géneros.

La campaña de 2008 demostró simultáneamente que una mujer sabía ser dura y lo bastante ducha -- y que ser mujer no bastaba por sí mismo. La batalla sin cuartel de Hillary Clinton en las primarias zanjó cuestiones del ámbito feminista. La campaña vicepresidencial de Sarah Palin que nunca tuvo contenido demostró que el momento Geraldine Ferraro - sacar a una mujer de la lista electoral simplemente por los dos cromosomas X - es historia hace tiempo.

La candidatura Bachmann evoca unas cuantas preguntas familiares relativas a las candidatas presidenciales y plantea unas cuantas nuevas. En el lado familiar están las preguntas afines de la imagen y la inteligencia. En el caso de las candidatas, mucho más que en el de los candidatos, la apariencia importa. Pero aun así es el factor que no hay que atreverse a mencionar. Por supuesto que el atractivo de Bachmann, como el de Palin, contribuye a su éxito.

Pero la imagen es un tema que hay que evitar mencionar en la política de sexos, como descubrió el ex congresista de Minnesota Vin Weber y actual partidario del candidato Tim Pawlenty. "Ella tiene el atractivo del municipio, el atractivo ideológico y, odio decir, tiene también cierto sex appeal", dijo Weber al The Hill hablando de las esperanzas de Bachmann en Iowa. Hablar de la barbilla cincelada de Mitt Romney o, por la parte negativa, de la corta estatura y el cartón de la calvicie del Gobernador de Indiana Mitch Daniels son cosas seguras. ¿Hacer comentarios de la imagen de las candidatas? Nunca es buena idea.

Sembrar la duda de la inteligencia de una candidata es igualmente mezquino. Los patinazos de Bachmann con la historia - mudar las batallas de Lexington y Concord a New Hampshire, por ejemplo - son legítimos. Pero aun así parte de las preguntas -- ¿Está colgada? ¿Es usted de esas que la gente evita? - tienen tonos de sexismo, aunque involuntarios. Es difícil imaginar a los periodistas de las entrevistas utilizando el mismo lenguaje despectivo con un candidato.

Luego está la cuestión de las opiniones de Bachmann relativas a las esposas serviles y cómo se traduce eso al Despacho Oval. Quiero ser respetuosa en esto con las creencias de Bachmann relativas a los roles idóneos en la pareja y el equilibrio de poderes en el matrimonio. No podría discrepar más de sus opiniones, pero reconozco que tienen fundamento bíblico y que están dentro del corriente evangélico.

La versión clásica de la crítica a la mujer del candidato alberga el miedo a la esposa entrometida y dominante. La promesa de campaña de Bill Clinton en 1992 de "dos por el precio de uno" no caló precisamente entre los electores. Por lo general, la versión de esta crítica con las tornas cambiadas -- el marido de la candidata como persona dominante que mueve los hilos entre bambalinas -- estaría peligrosamente impregnada de elementos sexistas. ¿No sabe pensar por sí misma? ¿Quién mueve los hilos?

Pero la candidatura de Bachmann plantea la duda de cómo acomodar la forma evangélica de entender la relación decente de la mujer con su marido con lo que a mí me parece la noción inherentemente feminista de una líder del mundo libre.

Una forma de enhebrar la aguja teológica es aducir que la Biblia asigna los papeles de liderazgo a los varones de la familia y la iglesia pero guarda silencio en materia de, y por tanto deja espacio a, las mujeres en política. Esto parece una exageración, sobre todo teniendo en cuenta que Bachmann ha dicho públicamente que el mérito de su vida profesional es de su marido.

A mí no me quita el sueño la idea de Marcus Bachmann como titiritero del Despacho Oval, sobre todo porque no se me pasa por la cabeza que Michele Bachmann llegue allí. Pero teniendo en cuenta su posición en las encuestas, es justo y necesario preguntarle cómo reconcilia las tensiones entre la forma bíblica de interpretar el papel de la mujer y las exigencias de la presidencia. Ya metidas en harina, no me importaría escuchar también la opinión de su marido.

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