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The Wall Street Journal publicó un reportaje acerca de recreos extravagantes

Extravagante y ajeno a la realidad

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WASHINGTON - En la época en la que estábamos decidiendo la clase de columpios que instalar en el patio para nuestras niñas, The Wall Street Journal publicó un reportaje acerca de recreos extravagantes.

"Los niños se lo pasan fenomenal sobre un conjunto de columpios con tejado amarillo llamado 'El Acelerador de Átomos', mezclándose sus gritos con los de las gaviotas", empezaba el reportaje. "Un carrusel con forma de mariquita gigante en un arenal cerca de 'La Casa de Tarzán', una estructura similar a la selva con lianas de 6 metros.

"¿Es un nuevo parque de atracciones? No, es el patio de Wyatt Koch, de 11 años".

Y entonces, una de mis estupideces favoritas que dicen los padres: "'Quise atraer a otros chavales para que mi hijo aprenda a relacionarse', dice Bill Koch, el ex capitán de la Copa América y propietario de una empresa energética de Florida que gastó alrededor de 250.000 dólares en atracciones de recreo cuando Wyatt tenía dos años de edad".

En fin. A Wyatt parece haberle ido bien -- Google le muestra asistiendo a inauguraciones de la temporada de ópera y bailes de caridad -- pero sospecho que la mejor forma de enseñar a tu hijo a relacionarse no es ponerle de Richie Rich con su propio estadio deportivo privado.

Nuestro columpio mediocre está triste y, a decir verdad, en la actualidad cría una especie de moho, pero me acordé del reportaje gracias a un reportaje aún más preocupante del New York Times, se trata de casitas ajenas a la realidad.

¿Cómo de ajenas? Vienen con accesorios como techos abovedados, chimeneas reales, paredes a la esponja y por supuesto, aire acondicionado. Pueden costar lo mismo que algunas casas reales, por no decir más. Por 52.000 dólares puede comprarse la "Venganza de Barba Roja... una casa con forma de barco pirata de 4 metros de alto y 6 de eslora rematada con puesto de vigía, cubiertas superior e inferior en caoba y sofás de cuero en el camarote del capitán que hacen las veces de sofá cama".

Dan Burnham, ex presidente del contratista de defensa Raytheon, apoquinó 240.000 dólares a cambio de una instalación doble, rematada con pasarela y vigas talladas a mano diseñada para atraer a sus nietos a su residencia estival. "Es encantadora y vale cada centavo", dijo, sin ninguna timidez aparente a tenor de la extravagante factura.

La mentalidad que saca a la luz este reportaje reviste dos problemas relacionados. El primero es la total desconexión entre la mala situación económica y la postura del grupo de las casitas de lujo que no reparan en gastos. Una cosa es instalar parques de atracciones en miniatura en el patio durante los años de crecimiento de finales de la década de los 90. Por entonces era grotesco. Ahora es más grotesco. La visibilidad del consumo crece de forma exponencial con respecto a la tasa de paro. Cuando la gente pierde casas reales, hay que sentirse algo incómodo al gastar miles en casas de juguete. Cuando tantas casas reales están con el agua al cuello, la factura de 52.000 dólares por la casita con forma de barco pirata parece especialmente atroz.

El segundo problema es la falacia de la ecuación de Koch: gastar dinero equivale a ser buenos padres. Como en esta cita de la constructora de casitas Bárbara Butler: "La infancia es algo precioso y finito. Y una casita especial no es la clase de cosas que dejar para cuando la economía vaya mejor". El mensaje a los padres expuestos es abra la cartera antes de que sea demasiado tarde para aprovechar las fantasías de los pequeños o salvarlos de la obesidad mórbida.

No voy a simular haber hecho un gran trabajo poniendo esto en práctica con mis propias hijas, pero a veces la mejor labor de padre es decir no a la última chuchería brillante o casita lujosa. Se puede proveer para el castillo medieval en miniatura con torreones y pasadizo o para la casita victoriana con porche alrededor y cristales vitrales. O se puede esperar la llegada del reparto de electrodomésticos y pedir una caja de nevera o dos. Invertir en un juego de rotuladores y un rollo de celo. Poner a los críos a diseñar su propia casita mágica y modesta. Después de que llueva, se hace limpieza y se repite la operación. Aprenderán a relacionarse exactamente igual, estoy segura.

Extravagante y ajeno a la realidad

The Wall Street Journal publicó un reportaje acerca de recreos extravagantes
Ruth Marcus
jueves, 21 de julio de 2011, 22:00 h (CET)
WASHINGTON - En la época en la que estábamos decidiendo la clase de columpios que instalar en el patio para nuestras niñas, The Wall Street Journal publicó un reportaje acerca de recreos extravagantes.

"Los niños se lo pasan fenomenal sobre un conjunto de columpios con tejado amarillo llamado 'El Acelerador de Átomos', mezclándose sus gritos con los de las gaviotas", empezaba el reportaje. "Un carrusel con forma de mariquita gigante en un arenal cerca de 'La Casa de Tarzán', una estructura similar a la selva con lianas de 6 metros.

"¿Es un nuevo parque de atracciones? No, es el patio de Wyatt Koch, de 11 años".

Y entonces, una de mis estupideces favoritas que dicen los padres: "'Quise atraer a otros chavales para que mi hijo aprenda a relacionarse', dice Bill Koch, el ex capitán de la Copa América y propietario de una empresa energética de Florida que gastó alrededor de 250.000 dólares en atracciones de recreo cuando Wyatt tenía dos años de edad".

En fin. A Wyatt parece haberle ido bien -- Google le muestra asistiendo a inauguraciones de la temporada de ópera y bailes de caridad -- pero sospecho que la mejor forma de enseñar a tu hijo a relacionarse no es ponerle de Richie Rich con su propio estadio deportivo privado.

Nuestro columpio mediocre está triste y, a decir verdad, en la actualidad cría una especie de moho, pero me acordé del reportaje gracias a un reportaje aún más preocupante del New York Times, se trata de casitas ajenas a la realidad.

¿Cómo de ajenas? Vienen con accesorios como techos abovedados, chimeneas reales, paredes a la esponja y por supuesto, aire acondicionado. Pueden costar lo mismo que algunas casas reales, por no decir más. Por 52.000 dólares puede comprarse la "Venganza de Barba Roja... una casa con forma de barco pirata de 4 metros de alto y 6 de eslora rematada con puesto de vigía, cubiertas superior e inferior en caoba y sofás de cuero en el camarote del capitán que hacen las veces de sofá cama".

Dan Burnham, ex presidente del contratista de defensa Raytheon, apoquinó 240.000 dólares a cambio de una instalación doble, rematada con pasarela y vigas talladas a mano diseñada para atraer a sus nietos a su residencia estival. "Es encantadora y vale cada centavo", dijo, sin ninguna timidez aparente a tenor de la extravagante factura.

La mentalidad que saca a la luz este reportaje reviste dos problemas relacionados. El primero es la total desconexión entre la mala situación económica y la postura del grupo de las casitas de lujo que no reparan en gastos. Una cosa es instalar parques de atracciones en miniatura en el patio durante los años de crecimiento de finales de la década de los 90. Por entonces era grotesco. Ahora es más grotesco. La visibilidad del consumo crece de forma exponencial con respecto a la tasa de paro. Cuando la gente pierde casas reales, hay que sentirse algo incómodo al gastar miles en casas de juguete. Cuando tantas casas reales están con el agua al cuello, la factura de 52.000 dólares por la casita con forma de barco pirata parece especialmente atroz.

El segundo problema es la falacia de la ecuación de Koch: gastar dinero equivale a ser buenos padres. Como en esta cita de la constructora de casitas Bárbara Butler: "La infancia es algo precioso y finito. Y una casita especial no es la clase de cosas que dejar para cuando la economía vaya mejor". El mensaje a los padres expuestos es abra la cartera antes de que sea demasiado tarde para aprovechar las fantasías de los pequeños o salvarlos de la obesidad mórbida.

No voy a simular haber hecho un gran trabajo poniendo esto en práctica con mis propias hijas, pero a veces la mejor labor de padre es decir no a la última chuchería brillante o casita lujosa. Se puede proveer para el castillo medieval en miniatura con torreones y pasadizo o para la casita victoriana con porche alrededor y cristales vitrales. O se puede esperar la llegada del reparto de electrodomésticos y pedir una caja de nevera o dos. Invertir en un juego de rotuladores y un rollo de celo. Poner a los críos a diseñar su propia casita mágica y modesta. Después de que llueva, se hace limpieza y se repite la operación. Aprenderán a relacionarse exactamente igual, estoy segura.

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