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La dirigencia de la CONMEBOL ha presentado pruebas contundentes del porqué el duaño del diario ABC color debe estar tras las rejas

Zuccolillo tras las rejas

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Gran conmoción ocasionó en Paraguay la publicación en distintos medios internacionales, de las pruebas que demuestran la complicidad entre Aldo Zuccolillo y el ex alto dirigente del fútbol mundial Nicolas Leoz, en el saqueo al cual fue sometido por décadas el fútbol sudamericano.

Entre las acusaciones se encuentra una descomunal malversación de fondos en la construcción de la faraónica sede de la CONMEBOL, obra de una voraz empresa constructora de Zuccolillo. Tanto esta empresa, como los bancos y financieras manejadas por Zuccolillo, se han negado a cooperar con los pedidos provenientes de Estados Unidos para esclarecer el destino de centenares de millones de dólares pertenecientes a la matriz deportiva.

Indagando en el tiempo y más allá de estas anécdotas, la impunidad de la cual goza Zuccolillo le ha permitido desentenderse de acusaciones mucho más graves.

Nemesio Barreto Monzón es un brillante periodista independiente que ha trabajado en varios países de Europa como investigador, experto en acopio de documentación quemante, que sin embargo ha sido prácticamente condenado al ostracismo en Paraguay debido precisamente a que sabe demasiado.

Barreto lleva décadas siguiendo la pista y documentando los crímenes silentes de Zuccolillo, logrando reunir una extensa serie de documentos que lo incriminan con el llamad caso del “asesinato del Capitán Valiente”, en 1976. A pesar de encontrarse todo en poder de las autoridades y publicado, jamás hubo respuesta a las interrogantes sobre aquel crimen imprescriptible.

Otro asesinato en el haber del empresario es el de un sereno de su Ferretería, que no fue advertido que el local sufriría un incendio provocado para eludir impuestos, circunstancia en la que encontraría la muerte. A ellas se suma el caso del asesinato perpetrado por su socio comercial en la empresa Telsat, el “Gusano” Menocchio, quien además utilizó una camioneta registrada a nombre de Zucolillo para deshacerse de los cadáveres.

Todo ello sin mencionar el primer atentado terrorista perpetrado en territorio norteamericano, hace cuatro décadas.

Aunque Zucolillo ha logrado silenciar por cuarenta años en Paraguay la participación de su cuñado Conrado Pappalardo, en el asesinato en Washington del ex canciller chileno Orlando Letelier, los esfuerzos por dotar de pasaportes paraguayos falsos a los agentes de la DINA que perpetrarían el atentado mortal con una bomba, aparecen con lujos de detalles en una extensa bibliografía.

Concluyendo el cotejo de testimonios sobre la ayuda de Pappalardo a los asesinos de Orlando Letelier, se descubre que el rol del cuñado de Zucolillo iba mucho más allá de la anécdota de los pasaportes. En realidad, el embajador de Estados Unidos que fue presionado para conceder visados, George Landau, sugirió que lo que se buscaba era la complicidad de la diplomacia norteamericana con un operativo urdido por la dictadura chilena.

Mientras su cuñado hacía este tipo de gestiones, Zuccolillo entregaba importantes sumas de dinero al Centro de Detenciones y Torturas de la dictadura de Stroessner, según cantan los documentos del Archivo del Terror.

Zucolillo pudo llegar a la avanzada edad con la que hoy carga sin mayores sobresaltos, convencido que se encuentra por encima del bien y del mal. Pero como lo escribiera con pluma maestra el poeta Ricardo de la Vega, ni aún acumulando vanidades, propiedades y voluntades podrá ubicarse jamás más allá del umbral de la muerte.

Lo más probable es que pronto se vea a sí mismo, fregando el carro de la muerte tan cuidacoches como cualquiera, y tan limpiavidrios que cabrá en un suspiro.

Y ello solo si la Justicia de Estados Unidos, que acostumbra invocar para amedrentar adversarios, no le llega a tiempo.

Zuccolillo tras las rejas

La dirigencia de la CONMEBOL ha presentado pruebas contundentes del porqué el duaño del diario ABC color debe estar tras las rejas
Luis Agüero Wagner
lunes, 8 de mayo de 2017, 00:40 h (CET)
Gran conmoción ocasionó en Paraguay la publicación en distintos medios internacionales, de las pruebas que demuestran la complicidad entre Aldo Zuccolillo y el ex alto dirigente del fútbol mundial Nicolas Leoz, en el saqueo al cual fue sometido por décadas el fútbol sudamericano.

Entre las acusaciones se encuentra una descomunal malversación de fondos en la construcción de la faraónica sede de la CONMEBOL, obra de una voraz empresa constructora de Zuccolillo. Tanto esta empresa, como los bancos y financieras manejadas por Zuccolillo, se han negado a cooperar con los pedidos provenientes de Estados Unidos para esclarecer el destino de centenares de millones de dólares pertenecientes a la matriz deportiva.

Indagando en el tiempo y más allá de estas anécdotas, la impunidad de la cual goza Zuccolillo le ha permitido desentenderse de acusaciones mucho más graves.

Nemesio Barreto Monzón es un brillante periodista independiente que ha trabajado en varios países de Europa como investigador, experto en acopio de documentación quemante, que sin embargo ha sido prácticamente condenado al ostracismo en Paraguay debido precisamente a que sabe demasiado.

Barreto lleva décadas siguiendo la pista y documentando los crímenes silentes de Zuccolillo, logrando reunir una extensa serie de documentos que lo incriminan con el llamad caso del “asesinato del Capitán Valiente”, en 1976. A pesar de encontrarse todo en poder de las autoridades y publicado, jamás hubo respuesta a las interrogantes sobre aquel crimen imprescriptible.

Otro asesinato en el haber del empresario es el de un sereno de su Ferretería, que no fue advertido que el local sufriría un incendio provocado para eludir impuestos, circunstancia en la que encontraría la muerte. A ellas se suma el caso del asesinato perpetrado por su socio comercial en la empresa Telsat, el “Gusano” Menocchio, quien además utilizó una camioneta registrada a nombre de Zucolillo para deshacerse de los cadáveres.

Todo ello sin mencionar el primer atentado terrorista perpetrado en territorio norteamericano, hace cuatro décadas.

Aunque Zucolillo ha logrado silenciar por cuarenta años en Paraguay la participación de su cuñado Conrado Pappalardo, en el asesinato en Washington del ex canciller chileno Orlando Letelier, los esfuerzos por dotar de pasaportes paraguayos falsos a los agentes de la DINA que perpetrarían el atentado mortal con una bomba, aparecen con lujos de detalles en una extensa bibliografía.

Concluyendo el cotejo de testimonios sobre la ayuda de Pappalardo a los asesinos de Orlando Letelier, se descubre que el rol del cuñado de Zucolillo iba mucho más allá de la anécdota de los pasaportes. En realidad, el embajador de Estados Unidos que fue presionado para conceder visados, George Landau, sugirió que lo que se buscaba era la complicidad de la diplomacia norteamericana con un operativo urdido por la dictadura chilena.

Mientras su cuñado hacía este tipo de gestiones, Zuccolillo entregaba importantes sumas de dinero al Centro de Detenciones y Torturas de la dictadura de Stroessner, según cantan los documentos del Archivo del Terror.

Zucolillo pudo llegar a la avanzada edad con la que hoy carga sin mayores sobresaltos, convencido que se encuentra por encima del bien y del mal. Pero como lo escribiera con pluma maestra el poeta Ricardo de la Vega, ni aún acumulando vanidades, propiedades y voluntades podrá ubicarse jamás más allá del umbral de la muerte.

Lo más probable es que pronto se vea a sí mismo, fregando el carro de la muerte tan cuidacoches como cualquiera, y tan limpiavidrios que cabrá en un suspiro.

Y ello solo si la Justicia de Estados Unidos, que acostumbra invocar para amedrentar adversarios, no le llega a tiempo.

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