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Proliferan los sinvergüenzas alardeando de quijotes

Quijotes socarrones

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No sé si el primer Quijote, el caballero andante saturado de lecturas, fuera socarrón, sólo emprendedor de hazañas o enamorado platónico y aguerrido; pero sin duda lo fue aquel autor afamado que lo pergeñó. El toque IRÓNICO empleado puso en entredicho conductas adornadas de lo bueno, pero con mala saña e inútiles perspectivas. El talento quijotesco sobreviene haciéndose el loco, o estándolo, todavía hoy es una diferencia no muy bien delimitada, vistas las oscilaciones de los expertos. Vemos con excesiva asiduidad como se echa mano de la locura cuando sirve de excusa; pero pocas veces para la prevención, no parecen detectarse.

Con esa especie de inocencia, los quijotes activan las situaciones discordantes con el resto de la sociedad acomodaticia. La actitud quijotesca, en sí misma, viene a desarrollar sus actividades en el borde de lo irracional, pero existe mucha distancia de las locuras novelescas, sinceras, a los comportamientos interesados de la vida real. Al fin y desde fuera, percibimos la abundancia de ALOCADOS, que ni son el quijote enajenado, sincero, dando todo de sí; ni los que se presentan como quijotes con la mirada puesta en su exclusivo beneficio, razonando mucho en ese sentido de la desviación.

De lo anterior colegimos que quijotes los hubo sencillos y complejos; los hay entusiastas de las acciones meritorias, despreocupados de los riesgos, lo cual hace pensar en su posible estado de insania. Pero, también abundan los cuerdos de toda ley, atrevidos y osados, pero muy distanciados de las actitudes altruistas, por el contrario, enarbolan el lema de beneficiarse a costa de los demás. Como ese descaro les descubriría enseguida, recurren a los disimulos, astucias enrevesadas, con el arte SOCARRÓN de desprecio y de burla, resabidillos, sin ningún escrúpulo ni consideración. El engreimiento les conduce a la desviación de las culpas, libres ellos en cumplimiento de su deber; la tolerancia ajena sería la responsable.

En todos los sentidos, sea por los pretendidos apoyos, sea por el incremento de beneficios en sus trapisondas, sea por la menor responsabilidad personal; las INSTITUCIONES pueden servir para todas esas funciones. La confianza en su papel es un buen argumento para el desarrollo de las actividades públicas o privadas. Las acciones más arriesgadas precisan de esa confianza. Sin embargo, la proliferación de sujetos lanzados sin escrúpulos, con una frialdad agresiva, utiliza a toda clase de entidades de manera desaforada para la elaboración de sus maniobras acaparadoras. Ayuntamientos, Fundaciones, Banca, Casa Real, partidos; los vemos involucrados en las actuaciones reprobables de gentuza arrogante, que destruyen la confianza previa.

La desmesura de las conductas de gente descabalada, abruma. ¡Son tantos! Sea por la intensidad de sus procedimientos, metidos en berenjenales intrincados. Por la enajenación de esos individuos que no piensan en el resto; como no los miran, ni los ven ni los sientes. Por los ocultamientos maliciosos de sus talantes capciosos. La característica primordial de estos personajes es la FRIALDAD planificadora, caiga quien caiga, ocupados a destajo en su arrojo plenipotenciario. Es decir, actitudes quijotescas, alocadas, desbocadas, de individuos cuerdos que supieron entremeterse en grupos sociales pudientes. Las complicidades les confieren rasgos de enloquecimiento colectivo.

Medran por grandes estructuras empresariales con sueldos estratosféricos, sin justificación previa de sus capacidades para esos cometidos, ni entrenamientos, no deben ser necesarios. Introducen sus trampas como elementos triviales de funcionamiento; no es una rareza que hayan recibido premios, y desde luego, cargos públicos de mucha enjundia, son utilizados también para sus alardes. METAMORFOSEAN la realidad de forma grotesca, algo tóxica para sus mujeres, que entran en una tontuna preocupante, firman sin saber, disfrutan de regalos importantes sin mirar la procedencia. Adoptan la supuesta enajenación trivial como disfraz. Disfrutan de la permisividad estúpida del resto.

Si predomina el quijotismo o la socarronería, habrá que dilucidarlo en cada caso. Da la impresión de que Quijote auténtico e inocentón sólo hubo uno, en todo caso pocos; siendo la socarronería rimbombante la de mayor presencia en los entornos, provocadora de perjuicios comunitarios, cercana incluso a las conductas delictivas. El talante de caballero andante benefactor es una verdadera rareza en las relaciones modernas. La franqueza no aparece, mientras la HIPOCRESÍA es la estrategia preferida para los alardes de cara a la galería, de fondos inextricables, pero reales. Cuando llegan a descubrirse, continuan sorprendiendo, a veces con situaciones escalofriantes.

La vehemencia caracteriza a estos protagonistas, con afanes e inquietudes que sobrepasan lo razonable. Se contemplan rozando los decorados heroicos, sólo la fachada; como decía, será excepcional el portador sincero de actitudes altruistas sin otros aditamentos. Puestos en esas tensiones, sobrevienen pronto las desmesuras, el ego desmedido, el denominado síndrome de HUBRIS; creidos superiores a quienes les rodean, menosprecian también a los aires de la divinidad, pero en cualquier caso, lanzándose a empresas superiores a su verdadero potencial humano. Salidos de toda razón, los percibimos en la banca, la política, los lazos familiares, los deportes; pasando a lo grotesco, lo delictivo, lo trágico.

En cuanto a la gestación de tales extravagancias, hay pocos estudios fiables. Cervantes apuntó a la saturación de la mente del hidalgo por los libros de caballerías. Las LECTURAS parecen ser un eje importante, por aquello de la locura al sobrepasar la mente o por la calidad de los conocimientos aportados; pero también conocemos de casos con escaso o nulo registro de lectura alguna. Quienes desbarraron en el uso de sus conocimientos, de gestión económica sobre todo; con la rapiña codiciosa como lema. Quienes, desinteresados de los textos, oscilaron entre la desesperación y la fama de sus tropelías. Resaltan hazañas de distinto pelaje y los perjuicios ocasionados a muchísimas personas.

En el abanico de aventuras con ínfulas de notoriedad, cuentan con la colaboración eficiente de la PUBLICIDAD, que sus actuaciones pasen a ser conocidas del gran público. Fenómeno propagandístico de doble filo. Bien recibido cuando difunde acciones estupendas, pero de efectos ambivalentes si propaga peores acciones; aceptable como denuncia, todo lo contrario si provoca actuaciones similares por contagio. De cómo sean tratados informativamente, dependerá la interpretación de sus conductas; una base primordial para la prevención de nuevas situaciones indeseadas.

De lo dicho se desprende el TUFILLO sospechoso de quienes se presentan con talantes quijotescos para la resolución de las quimeras. Suelen utilizar los pedestales convenientes para engatusar a los confiados, pero nunca los veremos en una rendición de cuentas espontánea. Sus errores debían de ser exigencias del guión. Caminan vivaces entre sus crédulos coetáneos, con el pecho inflado y los codos expandidos.

Quijotes socarrones

Proliferan los sinvergüenzas alardeando de quijotes
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 5 de mayo de 2017, 00:05 h (CET)
No sé si el primer Quijote, el caballero andante saturado de lecturas, fuera socarrón, sólo emprendedor de hazañas o enamorado platónico y aguerrido; pero sin duda lo fue aquel autor afamado que lo pergeñó. El toque IRÓNICO empleado puso en entredicho conductas adornadas de lo bueno, pero con mala saña e inútiles perspectivas. El talento quijotesco sobreviene haciéndose el loco, o estándolo, todavía hoy es una diferencia no muy bien delimitada, vistas las oscilaciones de los expertos. Vemos con excesiva asiduidad como se echa mano de la locura cuando sirve de excusa; pero pocas veces para la prevención, no parecen detectarse.

Con esa especie de inocencia, los quijotes activan las situaciones discordantes con el resto de la sociedad acomodaticia. La actitud quijotesca, en sí misma, viene a desarrollar sus actividades en el borde de lo irracional, pero existe mucha distancia de las locuras novelescas, sinceras, a los comportamientos interesados de la vida real. Al fin y desde fuera, percibimos la abundancia de ALOCADOS, que ni son el quijote enajenado, sincero, dando todo de sí; ni los que se presentan como quijotes con la mirada puesta en su exclusivo beneficio, razonando mucho en ese sentido de la desviación.

De lo anterior colegimos que quijotes los hubo sencillos y complejos; los hay entusiastas de las acciones meritorias, despreocupados de los riesgos, lo cual hace pensar en su posible estado de insania. Pero, también abundan los cuerdos de toda ley, atrevidos y osados, pero muy distanciados de las actitudes altruistas, por el contrario, enarbolan el lema de beneficiarse a costa de los demás. Como ese descaro les descubriría enseguida, recurren a los disimulos, astucias enrevesadas, con el arte SOCARRÓN de desprecio y de burla, resabidillos, sin ningún escrúpulo ni consideración. El engreimiento les conduce a la desviación de las culpas, libres ellos en cumplimiento de su deber; la tolerancia ajena sería la responsable.

En todos los sentidos, sea por los pretendidos apoyos, sea por el incremento de beneficios en sus trapisondas, sea por la menor responsabilidad personal; las INSTITUCIONES pueden servir para todas esas funciones. La confianza en su papel es un buen argumento para el desarrollo de las actividades públicas o privadas. Las acciones más arriesgadas precisan de esa confianza. Sin embargo, la proliferación de sujetos lanzados sin escrúpulos, con una frialdad agresiva, utiliza a toda clase de entidades de manera desaforada para la elaboración de sus maniobras acaparadoras. Ayuntamientos, Fundaciones, Banca, Casa Real, partidos; los vemos involucrados en las actuaciones reprobables de gentuza arrogante, que destruyen la confianza previa.

La desmesura de las conductas de gente descabalada, abruma. ¡Son tantos! Sea por la intensidad de sus procedimientos, metidos en berenjenales intrincados. Por la enajenación de esos individuos que no piensan en el resto; como no los miran, ni los ven ni los sientes. Por los ocultamientos maliciosos de sus talantes capciosos. La característica primordial de estos personajes es la FRIALDAD planificadora, caiga quien caiga, ocupados a destajo en su arrojo plenipotenciario. Es decir, actitudes quijotescas, alocadas, desbocadas, de individuos cuerdos que supieron entremeterse en grupos sociales pudientes. Las complicidades les confieren rasgos de enloquecimiento colectivo.

Medran por grandes estructuras empresariales con sueldos estratosféricos, sin justificación previa de sus capacidades para esos cometidos, ni entrenamientos, no deben ser necesarios. Introducen sus trampas como elementos triviales de funcionamiento; no es una rareza que hayan recibido premios, y desde luego, cargos públicos de mucha enjundia, son utilizados también para sus alardes. METAMORFOSEAN la realidad de forma grotesca, algo tóxica para sus mujeres, que entran en una tontuna preocupante, firman sin saber, disfrutan de regalos importantes sin mirar la procedencia. Adoptan la supuesta enajenación trivial como disfraz. Disfrutan de la permisividad estúpida del resto.

Si predomina el quijotismo o la socarronería, habrá que dilucidarlo en cada caso. Da la impresión de que Quijote auténtico e inocentón sólo hubo uno, en todo caso pocos; siendo la socarronería rimbombante la de mayor presencia en los entornos, provocadora de perjuicios comunitarios, cercana incluso a las conductas delictivas. El talante de caballero andante benefactor es una verdadera rareza en las relaciones modernas. La franqueza no aparece, mientras la HIPOCRESÍA es la estrategia preferida para los alardes de cara a la galería, de fondos inextricables, pero reales. Cuando llegan a descubrirse, continuan sorprendiendo, a veces con situaciones escalofriantes.

La vehemencia caracteriza a estos protagonistas, con afanes e inquietudes que sobrepasan lo razonable. Se contemplan rozando los decorados heroicos, sólo la fachada; como decía, será excepcional el portador sincero de actitudes altruistas sin otros aditamentos. Puestos en esas tensiones, sobrevienen pronto las desmesuras, el ego desmedido, el denominado síndrome de HUBRIS; creidos superiores a quienes les rodean, menosprecian también a los aires de la divinidad, pero en cualquier caso, lanzándose a empresas superiores a su verdadero potencial humano. Salidos de toda razón, los percibimos en la banca, la política, los lazos familiares, los deportes; pasando a lo grotesco, lo delictivo, lo trágico.

En cuanto a la gestación de tales extravagancias, hay pocos estudios fiables. Cervantes apuntó a la saturación de la mente del hidalgo por los libros de caballerías. Las LECTURAS parecen ser un eje importante, por aquello de la locura al sobrepasar la mente o por la calidad de los conocimientos aportados; pero también conocemos de casos con escaso o nulo registro de lectura alguna. Quienes desbarraron en el uso de sus conocimientos, de gestión económica sobre todo; con la rapiña codiciosa como lema. Quienes, desinteresados de los textos, oscilaron entre la desesperación y la fama de sus tropelías. Resaltan hazañas de distinto pelaje y los perjuicios ocasionados a muchísimas personas.

En el abanico de aventuras con ínfulas de notoriedad, cuentan con la colaboración eficiente de la PUBLICIDAD, que sus actuaciones pasen a ser conocidas del gran público. Fenómeno propagandístico de doble filo. Bien recibido cuando difunde acciones estupendas, pero de efectos ambivalentes si propaga peores acciones; aceptable como denuncia, todo lo contrario si provoca actuaciones similares por contagio. De cómo sean tratados informativamente, dependerá la interpretación de sus conductas; una base primordial para la prevención de nuevas situaciones indeseadas.

De lo dicho se desprende el TUFILLO sospechoso de quienes se presentan con talantes quijotescos para la resolución de las quimeras. Suelen utilizar los pedestales convenientes para engatusar a los confiados, pero nunca los veremos en una rendición de cuentas espontánea. Sus errores debían de ser exigencias del guión. Caminan vivaces entre sus crédulos coetáneos, con el pecho inflado y los codos expandidos.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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