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Por tercera vez en estas buenas noticias apelo a la tolerancia de mis lectores redactando un artículo que no es más que la continuación de una idea que siempre ronda sobre mi cabeza. Se trata del tercero que escribo con este título

Pararse y pensar (repetición)

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Este escrito, se trata del número 805 de los que llevo publicados en mi modesto blog y en diversos medios de difusión escrita y digital. Creo que por segunda vez no llega a mis lectores un lunes, pero es que he pasado el puente parado y pensando.

Para seguir en esta brecha, antiguamente denominada “valle de lágrimas” necesito pararme y pensar por lo menos una vez al año. Me sienta mejor que una prolongada estancia en uno de esos balnearios con spa y sopicaldos.

En la vida, aunque nosotros no queramos, nos hemos enganchado a lo que nos rodea, como si de una reata de ganado nos envolviera. Hay veces que me siento como esas ovejas que son rodeadas por perros ladradores o por pastores vociferantes que les obligan a pensar y hacer lo que les dicen. El ruido y el sistema nos llevan a entrar por la puerta del redil que se nos impone. En estas circunstancias es muy difícil remar contracorriente o salirse de la masa.

En todos los aspectos de nuestra vida -especialmente ahora, cuando las redes sociales y los medios de difusión nos bombardean con lo que tenemos que sentir, vivir o creer- nos sentimos manipulados e impelidos por la vorágines de sensaciones, consignas e ideas políticamente correctas.

Por eso de vez en cuando me paro. Para eso está el puente de la “Fiesta del trabajo”. Pararse es apagar la tele y el teléfono. Olvidarse del ordenador y los periódicos y dejar la mente en blanco. Como esas viejas pantallas de cine que asomaban tras los telones de los viejos teatros. En términos modernos: resetear tu disco duro y librar nuestra mente de ruidos y de virus.

Y pienso. Una vez que te has puesto a cero, y aquí viene mi buena noticia de hoy, te pones a pensar. Sí. Eso que significa dejar que brote de tu cerebro y de tu corazón cuanto de noble y de positivo hay en él. Recordar todo lo bueno que has vivido, olvidar todo lo malo que te ha pasado, (como los recuerdos de la mili o de la infancia, tan solo recordamos los buenos momentos). Vivir el hoy intensamente, aprovechar las maravillas que nos ofrece el mundo que nos rodea y, finalmente, dejar el futuro en las manos de Dios o del destino, según creencias.

Yo me he parado y he pensado este fin de semana. Por primera vez en muchos años mi buena noticia no ha estado en vuestras manos el lunes. Ni me he acordado. Me he rodeado de buena gente que ha sido una buena noticia para mí. Espero muchos más de la vida y de los encuentros. Así que, el año próximo, o cuando lo necesite, me volveré a parar y pensar.

Pararse y pensar (repetición)

Por tercera vez en estas buenas noticias apelo a la tolerancia de mis lectores redactando un artículo que no es más que la continuación de una idea que siempre ronda sobre mi cabeza. Se trata del tercero que escribo con este título
Manuel Montes Cleries
miércoles, 3 de mayo de 2017, 00:30 h (CET)
Este escrito, se trata del número 805 de los que llevo publicados en mi modesto blog y en diversos medios de difusión escrita y digital. Creo que por segunda vez no llega a mis lectores un lunes, pero es que he pasado el puente parado y pensando.

Para seguir en esta brecha, antiguamente denominada “valle de lágrimas” necesito pararme y pensar por lo menos una vez al año. Me sienta mejor que una prolongada estancia en uno de esos balnearios con spa y sopicaldos.

En la vida, aunque nosotros no queramos, nos hemos enganchado a lo que nos rodea, como si de una reata de ganado nos envolviera. Hay veces que me siento como esas ovejas que son rodeadas por perros ladradores o por pastores vociferantes que les obligan a pensar y hacer lo que les dicen. El ruido y el sistema nos llevan a entrar por la puerta del redil que se nos impone. En estas circunstancias es muy difícil remar contracorriente o salirse de la masa.

En todos los aspectos de nuestra vida -especialmente ahora, cuando las redes sociales y los medios de difusión nos bombardean con lo que tenemos que sentir, vivir o creer- nos sentimos manipulados e impelidos por la vorágines de sensaciones, consignas e ideas políticamente correctas.

Por eso de vez en cuando me paro. Para eso está el puente de la “Fiesta del trabajo”. Pararse es apagar la tele y el teléfono. Olvidarse del ordenador y los periódicos y dejar la mente en blanco. Como esas viejas pantallas de cine que asomaban tras los telones de los viejos teatros. En términos modernos: resetear tu disco duro y librar nuestra mente de ruidos y de virus.

Y pienso. Una vez que te has puesto a cero, y aquí viene mi buena noticia de hoy, te pones a pensar. Sí. Eso que significa dejar que brote de tu cerebro y de tu corazón cuanto de noble y de positivo hay en él. Recordar todo lo bueno que has vivido, olvidar todo lo malo que te ha pasado, (como los recuerdos de la mili o de la infancia, tan solo recordamos los buenos momentos). Vivir el hoy intensamente, aprovechar las maravillas que nos ofrece el mundo que nos rodea y, finalmente, dejar el futuro en las manos de Dios o del destino, según creencias.

Yo me he parado y he pensado este fin de semana. Por primera vez en muchos años mi buena noticia no ha estado en vuestras manos el lunes. Ni me he acordado. Me he rodeado de buena gente que ha sido una buena noticia para mí. Espero muchos más de la vida y de los encuentros. Así que, el año próximo, o cuando lo necesite, me volveré a parar y pensar.

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