El fútbol en Argentina adquiere una condición que supera el terreno de lo religioso. Quizás por ello, el país vive inmerso en una profunda depresión estos días, ya que cuando todo indicaba que la nacional podría volver al fin a reinar tras el fracaso mundialista, la albiceleste acumula decepciones a ritmo de partidos disputados. ¿Lo peor? Que el blanco de las críticas de la afición es nada más y nada menos que el mejor jugador del mundo, Lionel Messi.
Aún conmocionados por el descenso de River Plate a la División B, los argentinos asisten atónitos al pobre fútbol que ofrece su selección en esta Copa América. Para más inri, su condición de anfitriones les golpea más fuerte ya que muchos soñaban con levantar una Copa que tras dos tristes empates se ha puesto muy cuesta arriba.
En esas, la complejidad del fútbol desmonta la idea de que algunos de los mejores jugadores del mundo sean capaces de practicar un buen juego cuando se reúnan en su selección, aunque eso es algo que un argentino no puede entender, más aún, después de que un tal Maradona vistiera esos colores.
Así, Tévez, Higuaín, Banega, Agüero y, sobre todo, Messi son el blanco de las críticas en un equipo sin espíritu al que le sobra sacrificio y le falta dirección, ya que Batista ha sido incapaz de armar un bloque compacto que compita por el reinado de Sudamérica para dar lugar a un grupo de buenos futbolistas a los que es necesario vertebrar.
Dejando esquemas futbolísticos a un lado, en los que uno no quiere dar ni mucho menos lecciones, resulta sorprendente que Argentina naufrague en su esquema y culpe a Messi de ello. Está claro que a “la Pulga” le falta subir un escalón a nivel de selección pero también que va camino de ser el más grande entre los grandes y que su calidad está fuera de discusión.
Aún así, son muchos los que increpan al diez su poco espíritu cuando viste la albiceleste. Quizás Leo eche demasiado en falta a Xavi e Iniesta pero en vista de que ambos son irrepetibles mejor sería que Argentina buscara una solución en el centro del campo para completar un equipo que podría ser histórico. Y si no, siempre podremos gritar aquello de ¡Ché, devuelvan al pibe! ya que con España encajaría como un guante.