Escribo estas líneas mirando al mar sobre mi cada vez más querido portátil. Para los interesados: no me gusta la playa pero sí las historias de marineros y, aprovechando eso de que de vez en cuando tienen a bien publicarme una novela, pues me he puesto a repasar mi novela sobre el mar (fecha de publicación: indeterminada, puede que me muera sin verla publicada).
Sé que a nadie le importa dónde estoy pero creo que será un dato de cierto interés para lo que les estoy a punto de comentar: más o menos en Murcia, más o menos en Alicante cerca de Torrevieja (¿será acaso Campoamor?). La situación en mi querido Madrid (vivo cerca de la calle Goya, pero no firmo autógrafos ni antes de las diez ni después por una simple razón: no soy famoso) es bastante desastrosa: carteles por doquier de Se Vende, Se Alquila (aún falta uno a la desesperada de Se Regala)… gente quejándose de nuestro querido y desfallecido gobierno… personas unas cabreadas y otras más cabreadas.
Llego a la playa (a la playa no, no se crean que voy en chancletas o algo así, continúo con mi traje gris) y la situación no mejora: toda la costa de Levante está en venta y los precios han caído notablemente. Me comenta una inglesa llamada Carrie dueña de un negocio (sí, un bar, que hay cosas que no cambian ni en la playa ni en la montaña) que en estas costas los inversores rusos comienzan a comprar desaforadamente. Tiene razón mi nueva amiga Carrie: se mire por donde se mire hay tipos con rasgos eslavos (que dan bastante miedo, la verdad) comprando al menos esta zona de la costa. Carrie me comenta que los mercados andan bien por ahí y han decidido invertir en España. Calculándolo a bote pronto: de los cinco o seis restaurantes que me rodean, dos tienen dueños de origen eslavo y dos inmobiliarias al menos se dedican a traer ciudadanos rusos a la costa española (que aunque esté mal, siempre será mejor que Siberia).
¡Y no sólo los rusos! Cerca de aquí (¿en cabo Roig tal vez?) ingleses y alemanes han establecido una especie de pequeña Taiwan con almacenes monstruosos y música en vivo y colorines por todos lados. Las familias inglesas, sorprendidas por los precios que aquí se manejan, han elegido esta zona como lugar favorito de vacaciones. Nada que objetar que vengan los ingleses, alemanes o rusos, al contrario… ¡es un buen impulso para la economía! Pero no sé por qué siempre me viene una extraña pregunta a la mente: ¿y los españoles? Hace cinco años precisamente esta zona era una especie de oasis frente a las invasiones inglesas y alemanas… ahora ni siquiera aquí se encuentran tantos españoles como antes. Sï, quedan aquellos a quienes la crisis económica no les ha afectado (al menos yo, no conozco a uno sólo, pero dicen que existen), los que aún disfrutan de un momento de playa con sus familias y los afortunados dueños de yates que están en el club náutico (son tipos con gafas de sol que parecen haber sido sacados de una revista).
Por si alguno no se aclara: ¿y dónde están los españoles? Hace tiempo me comentaba alguien (profesora para más pistas) que sus compañeros no se iban a ir de vacaciones y preferían quedarse en Madrid (lo de “preferir” es más que un eufemismo una gran consecuencia de los recortes aplicados este año por nuestro querido Gobierno). Esta mujer que os comento es funcionaria y en su profesión muchos son los que este año no se irán de vacaciones. ¿Españoles? Pues sí, españoles de esos que nacieron en la península y un día tuvieron que aprobar una oposición para vivir dignamente (o eso creían ellos), españoles que creían que podrían tener vacaciones y disfrutar de su casita en la playa porque para eso para eso, el resto del año, se levantaban pronto.
No tengo nada en contra de que los extranjeros compren casas aquí, eso es bueno para todos, pero sí que me deja un poco triste que los españoles no puedan ya comprarlas o mantener el nivel del resto de los ciudadanos de la Unión Europea.
Supongo que muchos de ustedes coincidirán conmigo: tanto Alemania como Inglaterra están hoy en día a otro nivel económico, y lo reconozco y les felicito (sobre todo con un gobierno alemán que cuando mete la pata hace que otros paguen por sus errores y fastidia a otros “compañeros” porque lo único que le importa a un alemán es Alemania).
¡Bien por ellos!