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'Spoiler Man’, el gran villano de la cultura

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Una serie que ha estado muy presente en mi adolescencia ha sido ‘Dawson Crece’ (‘Dawson’s Creek’). Cuando uno conserva en el recuerdo con un especial cariño las imágenes y emociones que ha descubierto, vivido o desarrollado en una época determinada de su vida, eso va inevitablemente unido a todos aquellos hábitos o círculo cultural que frecuentaba entonces. Para algunos, esta serie podría ser un drama inaguantable. A estos les voy a dar la razón. Era una ‘soup-opera’ que perdió fuelle a marchas forzadas cuando, a las primeras de cambio, Kevin Williamson se desvinculó de la serie. Pero, por otro lado, las dos primeras temporadas son bastante recomendables y llenas de referentes fílmicos pertenecientes al imaginario de su creador. No en vano, Williamson, quería contar parcialmente sus vivencias de la infancia, su sueño de ser director, a través de un personaje protagonista que, sin embargo, se ganó la antipatía del público.

Incapaz de terminar por completo con la cuarta y quinta temporada, que resultaba indigesta en exceso, y dejando apartada la sexta, y última, para cuando me decidiese a retomarla, pasaron los años. Ajeno al final de la serie, me hice con ella en DVD y me limité a esperar el momento adecuado, en el que tuviera suficientes fuerzas y estómago, para terminar de cerrar una etapa, de poner una conclusión a una parte muy importante de mi imaginario juvenil. Pero parece que hay gente que no es capaz de darse cuenta de la transcendencia que estos momentos tienen para la formación del propio ser humano. De lo que la nostalgia mueve en nuestro interior.

Y, si se quiere, la importancia de dejar intactos o desmitificar a ciertos iconos culturales por uno mismo, aunque siga perdurando la evocación de lo que movió internamente en nosotros. Sí, hay muchas cosas reprobables y terriblemente mal hechas en ‘Dawson Crece’, entendiendo que a ciertas edades, en la mayor parte de las ocasiones, son estos documentos, ya sean fílmicos, literarios o de cualquier otra índole, los que nos ‘eligen’ a nosotros (sea por el ambiente que nos movemos o la época en la que vivimos). Pero eso no justifica que te desvelen, destripen y arruinen la experiencia de descubrir el final por ti mismo. En otras palabras, que se te cruce en tu camino un ‘spoiler’.

Los llamados ‘Spoiler Man’ o ‘Spoiler Woman’ son personas que, con total impunidad, desvelan los finales o partes trascendentales de una historia a la gente que aun los desconoce y que tienen pensado descubrirlos por ellos mismos. En otras palabras, te arrebatan el placer de llegar a la conclusión de la ficción a través del propio medio a pesar de haberles avisado previamente de que no lo hagan. Esto, cuando se toma por deporte o práctica habitual, genera una gran cantidad de rechazo, pero a estos profesionales del ‘spoiler’ parece no importarles.

De hecho, algunos parecen querer demostrar algo con la realización de esta extendida (y malvada) actividad. Ya sea explicitar que ellos han visto y experimentado (antes) ese final, imponer un punto de vista, criterio u opinión sobre la propia obra (el clásico interiorizado “si no lo digo, reviento” o simplemente por joder (el más mítico, si cabe, y esta vez exteriorizado:“lo siento, es que si no lo digo, reviento”; que desencadena en nuestro interior impulsos violentos bajo la exclamación “¡pues haber reventado, cacho cabrón/a!”.

Efectivamente, me han destrozado el final de ‘Dawson Crece’, hecho irreparable que las disculpas reiteradas del ‘destripador’ no van a cambiar. Mi imaginario se ha quedado cojo, sino huérfano, por el capricho del gran ‘supervillano’ que habita en el interior de muchos de nosotros. Con esta edad y puesto que el berrinche va por dentro (no como en la infancia, cuando nos desvelaban que ciertas creencias impuestas por nuestra cultura eminentemente católica eran mentira), sólo nos queda que ese sentimiento se diluya entre otras experiencias más actuales hasta el punto de no recordar claramente el ‘spoiler’ que te ha amargado la existencia.

Así que, supongo, me encaminaré hacia los cines para ver el experimento de western del español Mateo Gil, 'Blackthorn. Sin destino' (que si bien no me atrae profundamente, me crea curiosidad cualquier tipo de iniciativa que se salga de la norma de nuestro rígido cine) o el culo de Natalie Portman en ‘Caballeros, princesas y otras bestias’ (‘Your Highness’), detalle por el que se ha hecho famosa esa comedia de aventuras, con la intención de favorecer ese proceso de pérdida de memoria.

Spoiler

'Spoiler Man’, el gran villano de la cultura
José María Blázquez
lunes, 4 de julio de 2011, 07:53 h (CET)
Una serie que ha estado muy presente en mi adolescencia ha sido ‘Dawson Crece’ (‘Dawson’s Creek’). Cuando uno conserva en el recuerdo con un especial cariño las imágenes y emociones que ha descubierto, vivido o desarrollado en una época determinada de su vida, eso va inevitablemente unido a todos aquellos hábitos o círculo cultural que frecuentaba entonces. Para algunos, esta serie podría ser un drama inaguantable. A estos les voy a dar la razón. Era una ‘soup-opera’ que perdió fuelle a marchas forzadas cuando, a las primeras de cambio, Kevin Williamson se desvinculó de la serie. Pero, por otro lado, las dos primeras temporadas son bastante recomendables y llenas de referentes fílmicos pertenecientes al imaginario de su creador. No en vano, Williamson, quería contar parcialmente sus vivencias de la infancia, su sueño de ser director, a través de un personaje protagonista que, sin embargo, se ganó la antipatía del público.

Incapaz de terminar por completo con la cuarta y quinta temporada, que resultaba indigesta en exceso, y dejando apartada la sexta, y última, para cuando me decidiese a retomarla, pasaron los años. Ajeno al final de la serie, me hice con ella en DVD y me limité a esperar el momento adecuado, en el que tuviera suficientes fuerzas y estómago, para terminar de cerrar una etapa, de poner una conclusión a una parte muy importante de mi imaginario juvenil. Pero parece que hay gente que no es capaz de darse cuenta de la transcendencia que estos momentos tienen para la formación del propio ser humano. De lo que la nostalgia mueve en nuestro interior.

Y, si se quiere, la importancia de dejar intactos o desmitificar a ciertos iconos culturales por uno mismo, aunque siga perdurando la evocación de lo que movió internamente en nosotros. Sí, hay muchas cosas reprobables y terriblemente mal hechas en ‘Dawson Crece’, entendiendo que a ciertas edades, en la mayor parte de las ocasiones, son estos documentos, ya sean fílmicos, literarios o de cualquier otra índole, los que nos ‘eligen’ a nosotros (sea por el ambiente que nos movemos o la época en la que vivimos). Pero eso no justifica que te desvelen, destripen y arruinen la experiencia de descubrir el final por ti mismo. En otras palabras, que se te cruce en tu camino un ‘spoiler’.

Los llamados ‘Spoiler Man’ o ‘Spoiler Woman’ son personas que, con total impunidad, desvelan los finales o partes trascendentales de una historia a la gente que aun los desconoce y que tienen pensado descubrirlos por ellos mismos. En otras palabras, te arrebatan el placer de llegar a la conclusión de la ficción a través del propio medio a pesar de haberles avisado previamente de que no lo hagan. Esto, cuando se toma por deporte o práctica habitual, genera una gran cantidad de rechazo, pero a estos profesionales del ‘spoiler’ parece no importarles.

De hecho, algunos parecen querer demostrar algo con la realización de esta extendida (y malvada) actividad. Ya sea explicitar que ellos han visto y experimentado (antes) ese final, imponer un punto de vista, criterio u opinión sobre la propia obra (el clásico interiorizado “si no lo digo, reviento” o simplemente por joder (el más mítico, si cabe, y esta vez exteriorizado:“lo siento, es que si no lo digo, reviento”; que desencadena en nuestro interior impulsos violentos bajo la exclamación “¡pues haber reventado, cacho cabrón/a!”.

Efectivamente, me han destrozado el final de ‘Dawson Crece’, hecho irreparable que las disculpas reiteradas del ‘destripador’ no van a cambiar. Mi imaginario se ha quedado cojo, sino huérfano, por el capricho del gran ‘supervillano’ que habita en el interior de muchos de nosotros. Con esta edad y puesto que el berrinche va por dentro (no como en la infancia, cuando nos desvelaban que ciertas creencias impuestas por nuestra cultura eminentemente católica eran mentira), sólo nos queda que ese sentimiento se diluya entre otras experiencias más actuales hasta el punto de no recordar claramente el ‘spoiler’ que te ha amargado la existencia.

Así que, supongo, me encaminaré hacia los cines para ver el experimento de western del español Mateo Gil, 'Blackthorn. Sin destino' (que si bien no me atrae profundamente, me crea curiosidad cualquier tipo de iniciativa que se salga de la norma de nuestro rígido cine) o el culo de Natalie Portman en ‘Caballeros, princesas y otras bestias’ (‘Your Highness’), detalle por el que se ha hecho famosa esa comedia de aventuras, con la intención de favorecer ese proceso de pérdida de memoria.

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