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“Las malas leyes son la peor especie de tiranía” E. Burke

Lluis Llach amenaza al funcionariado díscolo con la transitoriedad

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Es obvio que, Lluis Llach, uno de aquellos dinosaurios que decidieron presentar la batalla al franquismo, que se exilió a Francia porque sus canciones de protesta no podía cantarlas en España y que, después, a su regreso, fue uno de los ardientes defensores del catalanismo más radical; cuando el tiempo ha pasado, ha cumplido los 68 años de edad, ha dejado de ser aquel ídolo que encandilaba a la juventud nacionalista catalana y ha entrado en la edad geriátrica y ahora note a faltar la fama de tiempos pasados, pretenda seguir en el candelero y añore aquellos tiempos en los que era venerado por formar parte, a través de sus canciones de protesta, de aquella juventud desafiante nacionalista, que compartía su antifranquismo con aquella banda terrorista conocida como Terra Lliure, de la que todavía quedan reminiscencias en la política catalana, capaz de reinventar a aquellos sujetos matones y rebeldes, recuperándolos para las instituciones catalanas formando parte de formaciones, como ERC y otras del mismo estilo.

Lo que suele suceder es que segundas partes nunca fueron buenas y, todavía más, si esta pretensión de recuperar una fama perdida, se basa en la práctica de otra actividad en la que, su pericia para la música o sus facultades poéticas, no sirven absolutamente para nada ya que, la política, es una difícil ciencia que no está hecha para que amateurs o improvisadores que pretendan estar en condiciones de emular a los “profesionales” sin, con ello, correr el peligro de, como le ha ocurrido en esta ocasión a este personaje, meterse en un embrollo, cometer un error de bulto y poner a su propio partido ante una situación incómoda cuando, precisamente, estaba empeñado en demostrar que el tránsito de ser una autonomía del Estado español a convertirse en una Cataluña independiente, se podía realizar sin ningún tipo de problema, sin que se produjera alteración alguna en las costumbres de la ciudadanía y sin que ninguna de las prestaciones sociales que ahora se vienen percibiendo en la comunidad catalana se dejaran de percibir en igual cuantía y con la misma puntualidad con las que se están recibiendo dentro de España.

Junts pel Sí, organización a la que pertenece el señor Llach, ha metido la pata hasta el corvejón, cuando este “ilustre” personaje se las ha dado de inquisidor y se ha permitido pronunciar, en público, una severa diatriba, a modo de catilinaria, para advertir a los Mossos de Escuadra de que, la nueva ley de Transitoriedad Jurídica ( una de las leyes de desconexión con España) que pretende aprobar el Parlamento de Cataluña, “obligaría a todos los funcionarios de Cataluña y los que no la cumplieran serían sancionados”. El dedo de advertencia del señor Llach se esgrimía a modo de amonestación cuando pronunciaba las siguientes palabras: “Tendrán que pensárselo muy bien” y “muchos de ellos sufrirán” advirtió en un acto celebrado en Sant Sadurní de Noya.

No obstante, mucho nos tememos que el mismo, si a su catalanismo y temeridad hubiera añadido algo de inteligencia y sentido de la realidad, debiera de haber meditado más a fondo cuando se permitió semejantes patochadas. En primer lugar, las famosas leyes de la “transitoriedad” son nulas de pleno derecho por su condición de ser anticonstitucionales; en segundo lugar, los miembros del Parlamento catalán que adoptaron estas medidas de índole separatista, están en estos momento imputados o investigados, pendientes de que la Justicia declare cuales son las condenas que, en su caso, les esperan por haber desobedecido al TC y, finalmente, de ninguna manera el Estado español puede permitir que, de Cataluña, salga ningún tipo de intento de subvertir el orden, promulgar leyes contrarias a las del Estado y que, además, unos presuntos representantes del pueblo catalán, se abroguen la facultado de sancionar a unos funcionarios que, de quien dependen en realidad, es del Estado español y, en consecuencia, le debe obediencia ciega por encima de cualquier intento que se pudiera hacer de asumir el mando de los mismos, para enfrentarlos a la legalidad constitucional.

No es el único que pretende tomarse la justicia por su mano, otro de sus compañeros, el señor Tardá también peca de la misma bravuconería, de su falta de continencia verbal y de sus astracanadas en el Parlamento de la nación; demostrando que su mala educación, su zafiedad y su incapacidad para contener sus emociones, lo hacen incapaz para representar debidamente al pueblo, catalán ante cualquier institución de carácter nacional. Y es que, esta agrupación catalana, ERC, de tan conocida y revolucionaria historia, ha venido demostrando, desde su propia formación, que es una agrupación de personajes incapaces de formar parte de la democracia y de aceptar, como corresponde a cualquier partido de los inscritos en el registro de partidos nacionales, las leyes por las que se rigen todos los españoles. Últimamente han mejorado, con la inclusión del señor Rufián, en cuanto a presencia y forma de vestir si bien, en lo que respeta a modales y falta de cultura, no parece que se haya salido ganando nada, más bien han empeorado.

Y uno se pregunta, cuando hemos llegado a este estado de cosas, ¿qué estarán esperando los fiscales, los jueces y las autoridades de Cataluña y de España, para actuar contra estos tipos que, sin la menor contención, de forma abrupta y amenazante, como si en realidad tuvieran el poder para acometer las tropelías con las que amenazan a los ciudadanos que residen en Cataluña, se atreven a anunciar, abiertamente, que van a incumplir las leyes y que, además, lo van a hacer coaccionando a la ciudadanía? La paciencia tiene un límite y lo mismo ocurrió en otro contexto, pero en similares condiciones de descontento de la ciudadanía, cuando los de la República del Frente Popular se desentendió de las leyes para empezar a actuar en el más completo caos, atropellando los derechos de los ciudadanos y atentando contra el orden establecido.

Cada vez que cualquiera de esta multitud de grupos civiles como la ANC o el Omnium Cultural actúan o cada acuerdo tomado por el Parlamento catalán en orden a ir avanzando en su objetivo de separar a Cataluña de España, están cometiendo un acto de insumisión a la legislación española; cada vez que queman una bandera española o el retrato de los reyes, estos vándalos están desafiando a España y a sus instituciones sin que, la mojigatería de los políticos les haga percatar de que, con esta pasividad, lo que están propiciando es animar a los separatistas, favorecer a los totalitarismos comunistas y situar a los españoles, que residimos en estas tierras catalana, en el brete de tener que claudicar o, como en ocasiones hacemos, rebelarnos en contra de semejantes injusticias aunque, en realidad, parece que, a la vista de los resultados obtenidos, que lo único que conseguimos es predicar en el desierto donde, ni las arenas nos escuchan.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la desagradable sensación de que, en Cataluña, los que seguimos defendiéndonos como españoles, nos sentimos como parias dentro de una sociedad que nos es hostil, sin poder, como en el resto de España, exhibir una bandera española, defender el idioma castellano o pedir que nuestros hijos, como los del resto de los españoles, tengan la oportunidad de aprender, escribir, conocer a fondo y hablar con entera libertad el idioma castellano que, según la Constitución, debiera de ser obligatorio por encima de cualquier otras lengua vernácula, aunque esto no significa que también se debiera enseñar. Ya es tiempo de que el señor Llach y sus defensores, lo mismo que todos estos que nos amenazan con separase de la nación española, empiecen a darse cuenta de que, el Estado español, no está dispuesto a seguir permitiendo que nuestra patria sea ninguneada, nuestras costumbres vulneradas o nuestra libertad coartada, por una banda de indeseables que se vienen atribuyendo unas facultades que nadie les ha otorgado. España está en peligro y esto no se puede seguir soportando.

Lluis Llach amenaza al funcionariado díscolo con la transitoriedad

“Las malas leyes son la peor especie de tiranía” E. Burke
Miguel Massanet
jueves, 27 de abril de 2017, 00:00 h (CET)
Es obvio que, Lluis Llach, uno de aquellos dinosaurios que decidieron presentar la batalla al franquismo, que se exilió a Francia porque sus canciones de protesta no podía cantarlas en España y que, después, a su regreso, fue uno de los ardientes defensores del catalanismo más radical; cuando el tiempo ha pasado, ha cumplido los 68 años de edad, ha dejado de ser aquel ídolo que encandilaba a la juventud nacionalista catalana y ha entrado en la edad geriátrica y ahora note a faltar la fama de tiempos pasados, pretenda seguir en el candelero y añore aquellos tiempos en los que era venerado por formar parte, a través de sus canciones de protesta, de aquella juventud desafiante nacionalista, que compartía su antifranquismo con aquella banda terrorista conocida como Terra Lliure, de la que todavía quedan reminiscencias en la política catalana, capaz de reinventar a aquellos sujetos matones y rebeldes, recuperándolos para las instituciones catalanas formando parte de formaciones, como ERC y otras del mismo estilo.

Lo que suele suceder es que segundas partes nunca fueron buenas y, todavía más, si esta pretensión de recuperar una fama perdida, se basa en la práctica de otra actividad en la que, su pericia para la música o sus facultades poéticas, no sirven absolutamente para nada ya que, la política, es una difícil ciencia que no está hecha para que amateurs o improvisadores que pretendan estar en condiciones de emular a los “profesionales” sin, con ello, correr el peligro de, como le ha ocurrido en esta ocasión a este personaje, meterse en un embrollo, cometer un error de bulto y poner a su propio partido ante una situación incómoda cuando, precisamente, estaba empeñado en demostrar que el tránsito de ser una autonomía del Estado español a convertirse en una Cataluña independiente, se podía realizar sin ningún tipo de problema, sin que se produjera alteración alguna en las costumbres de la ciudadanía y sin que ninguna de las prestaciones sociales que ahora se vienen percibiendo en la comunidad catalana se dejaran de percibir en igual cuantía y con la misma puntualidad con las que se están recibiendo dentro de España.

Junts pel Sí, organización a la que pertenece el señor Llach, ha metido la pata hasta el corvejón, cuando este “ilustre” personaje se las ha dado de inquisidor y se ha permitido pronunciar, en público, una severa diatriba, a modo de catilinaria, para advertir a los Mossos de Escuadra de que, la nueva ley de Transitoriedad Jurídica ( una de las leyes de desconexión con España) que pretende aprobar el Parlamento de Cataluña, “obligaría a todos los funcionarios de Cataluña y los que no la cumplieran serían sancionados”. El dedo de advertencia del señor Llach se esgrimía a modo de amonestación cuando pronunciaba las siguientes palabras: “Tendrán que pensárselo muy bien” y “muchos de ellos sufrirán” advirtió en un acto celebrado en Sant Sadurní de Noya.

No obstante, mucho nos tememos que el mismo, si a su catalanismo y temeridad hubiera añadido algo de inteligencia y sentido de la realidad, debiera de haber meditado más a fondo cuando se permitió semejantes patochadas. En primer lugar, las famosas leyes de la “transitoriedad” son nulas de pleno derecho por su condición de ser anticonstitucionales; en segundo lugar, los miembros del Parlamento catalán que adoptaron estas medidas de índole separatista, están en estos momento imputados o investigados, pendientes de que la Justicia declare cuales son las condenas que, en su caso, les esperan por haber desobedecido al TC y, finalmente, de ninguna manera el Estado español puede permitir que, de Cataluña, salga ningún tipo de intento de subvertir el orden, promulgar leyes contrarias a las del Estado y que, además, unos presuntos representantes del pueblo catalán, se abroguen la facultado de sancionar a unos funcionarios que, de quien dependen en realidad, es del Estado español y, en consecuencia, le debe obediencia ciega por encima de cualquier intento que se pudiera hacer de asumir el mando de los mismos, para enfrentarlos a la legalidad constitucional.

No es el único que pretende tomarse la justicia por su mano, otro de sus compañeros, el señor Tardá también peca de la misma bravuconería, de su falta de continencia verbal y de sus astracanadas en el Parlamento de la nación; demostrando que su mala educación, su zafiedad y su incapacidad para contener sus emociones, lo hacen incapaz para representar debidamente al pueblo, catalán ante cualquier institución de carácter nacional. Y es que, esta agrupación catalana, ERC, de tan conocida y revolucionaria historia, ha venido demostrando, desde su propia formación, que es una agrupación de personajes incapaces de formar parte de la democracia y de aceptar, como corresponde a cualquier partido de los inscritos en el registro de partidos nacionales, las leyes por las que se rigen todos los españoles. Últimamente han mejorado, con la inclusión del señor Rufián, en cuanto a presencia y forma de vestir si bien, en lo que respeta a modales y falta de cultura, no parece que se haya salido ganando nada, más bien han empeorado.

Y uno se pregunta, cuando hemos llegado a este estado de cosas, ¿qué estarán esperando los fiscales, los jueces y las autoridades de Cataluña y de España, para actuar contra estos tipos que, sin la menor contención, de forma abrupta y amenazante, como si en realidad tuvieran el poder para acometer las tropelías con las que amenazan a los ciudadanos que residen en Cataluña, se atreven a anunciar, abiertamente, que van a incumplir las leyes y que, además, lo van a hacer coaccionando a la ciudadanía? La paciencia tiene un límite y lo mismo ocurrió en otro contexto, pero en similares condiciones de descontento de la ciudadanía, cuando los de la República del Frente Popular se desentendió de las leyes para empezar a actuar en el más completo caos, atropellando los derechos de los ciudadanos y atentando contra el orden establecido.

Cada vez que cualquiera de esta multitud de grupos civiles como la ANC o el Omnium Cultural actúan o cada acuerdo tomado por el Parlamento catalán en orden a ir avanzando en su objetivo de separar a Cataluña de España, están cometiendo un acto de insumisión a la legislación española; cada vez que queman una bandera española o el retrato de los reyes, estos vándalos están desafiando a España y a sus instituciones sin que, la mojigatería de los políticos les haga percatar de que, con esta pasividad, lo que están propiciando es animar a los separatistas, favorecer a los totalitarismos comunistas y situar a los españoles, que residimos en estas tierras catalana, en el brete de tener que claudicar o, como en ocasiones hacemos, rebelarnos en contra de semejantes injusticias aunque, en realidad, parece que, a la vista de los resultados obtenidos, que lo único que conseguimos es predicar en el desierto donde, ni las arenas nos escuchan.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la desagradable sensación de que, en Cataluña, los que seguimos defendiéndonos como españoles, nos sentimos como parias dentro de una sociedad que nos es hostil, sin poder, como en el resto de España, exhibir una bandera española, defender el idioma castellano o pedir que nuestros hijos, como los del resto de los españoles, tengan la oportunidad de aprender, escribir, conocer a fondo y hablar con entera libertad el idioma castellano que, según la Constitución, debiera de ser obligatorio por encima de cualquier otras lengua vernácula, aunque esto no significa que también se debiera enseñar. Ya es tiempo de que el señor Llach y sus defensores, lo mismo que todos estos que nos amenazan con separase de la nación española, empiecen a darse cuenta de que, el Estado español, no está dispuesto a seguir permitiendo que nuestra patria sea ninguneada, nuestras costumbres vulneradas o nuestra libertad coartada, por una banda de indeseables que se vienen atribuyendo unas facultades que nadie les ha otorgado. España está en peligro y esto no se puede seguir soportando.

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