“Europa empezó a perder el rumbo con Descartes”, “...el pienso, luego existo,desembocó en los horrores del siglo XX”. Estas frases pertenecen al libro de Karol Wojtyla, “Memoria e identidad” publicado ésta semana.
En él, a través de conversaciones con dos filósofos Polacos, Juan Pablo II diseña una Europa en la que perviven, agazapadas en forma democrática, ideologías del mal, que “parten de la victoria del iluminismo del Siglo de las luces en detrimento de la filosofía de Santo Tomás”, y de la idea de que “el hombre puede decidir por sí mismo y sin Dios, lo bueno y lo malo”.
Esta soledad del hombre con la razón, y su positivismo agnóstico, conducen, según Wojtyla, al “totalitarismo laicista presente hoy en Europa” y pueden abocar en otras “violaciones de la Ley de Dios”, como las decisiones del Tercer Reich, o el exterminio legal de los no nacidos aprobado actualmente por parlamentos democráticos.
Aristóteles, sin embargo, dijo que el género humano tiene, para saber conducirse, el arte y el razonamiento y a ambas categorías representan los comprometidos Oscars de éste año, tan ajenos al cliché de Hollywood de apuesta por industria y espectacularidad; Millon Dollar Baby y Mar adentro, no sólo construyen un artístico puente de historias crudas trascurridas entre la Nebraska de Maggie y la Pontevedra de San Pedro, sino que, a través de la universalidad del cine, las dos consiguen reflejar el sentimiento humano más profundo e impactante: el de la libertad de la razón, y por tanto del hombre, como valoración de la propia vida y base de la ética humanista.
.
Tolstoi dijo que el arte es uno de los medios de comunicación entre los hombres; Los Oscars a Millon dollar baby y Mar adentro nos unen tanto con EEUU como antes nos separó la política. Las dos presentan un universo compacto e incontestable con trasfondos sociales muy bien perfilados, utilizan registros clásicos y comunican en gran medida a través de la luz como lenguaje visual y subconsciente: negros y claroscuros de Caravaggio en la película de Eastwood, con un ring como metáfora de una vida que va en serio demasiado pronto; amarillos de tibieza, ternura y madurez en la mirada de San Pedro, bajo una ventana verde con brisas Gallegas y los golpes de vida de Puccini.
Pero el éxito de éstas dos películas está sobre todo en sus emociones; emociones que trasmiten estados del alma desde la potencia de su dilema y encuentro con la razón. Los protagonistas superan arduamente esa división, a través de su soledad, y de la conciencia de que el ser humano, se define desde la centralidad de su identidad, por su libertad intelectual, su dignidad individual y la coherencia de su libertad ética; es decir, desde las bases del humanismo.
Aunque Juan Pablo II, opine que la solución frente a éstas y otras cuestiones morales, está, en volver al “ser” por encima del “pensar”, regresando de la razón de Descartes, a la filosofía Tomista que integra la fe, no debería olvidar que existe una ética humanista universal, incontestable y sin bipolaridades, por mucho que sea agnóstica y positivista.
__________________________
Ana Morilla es Asesora en Gestión Pública y comunicación política