O no lo leí bien, o es que a mi edad ya no entiendo lo que leo. O puede ser que mi inteligencia no capta matices, y gente más adelantada que yo, internautas tal vez, puedan interpretar este cargo. O este encargo, Delegado para la Violencia.
A mí, particularmente, me parecería mejor una Delegación Antiviolencia de Sexo, o de Género, como ahora gusta decir a nuestros políticos. Sirva esto, para decir de paso que la cultura gramatical de nuestros dirigentes y sus delegados, brilla por su ausencia.
Hay más cosas de las que también escasean, pero no quiero meterme en política que sería algo fácil, y ya saben mis lectores que no es tema que me ilusione. No es por ignorancia o porque no tenga ni idea de lo que está pasando y de la que está cayendo. Pero la política, que ya dije en una ocasión, no me interesa. Como no me interesa si el chimpancé aprende a mentir o si descendemos del mono. Me inclino a pensar que fuimos creados directamente. Me gusta esta tesis que es la que a mí, respetando otra opinión, más me convence.
Claro que con un Delegado para la Violencia no van bien las cosas. Ya escribí hace tiempo que hay que mirar esta situación de la violencia familiar, domiciliaria o conyugal, muy seriamente. Para mirar con optimismo, y no a corto plazo, no hay que decidir a tontas ni a locas; y es un dislate, me parece, crear un Ministerio de Igualdad, porque se supone que seguiremos igual. Prefiero en este discurrir, un ministerio para el progreso y que el progreso contra la violencia sea un éxito. O sea, un delegado contra la violencia, porque un delegado para la violencia parece que está teniendo poco éxito, en vista de los resultados luctuosos que estamos padeciendo. Un error gramatical, o empleo incorrecto del lenguaje no parece, a simple vista, que sea el causante de los malos resultados.
Lo que sí es cierto, a la vista está, que algo falla en la familia y de esto no se habla, no se tiene en cuenta. Y es la educación y su influencia lo que se calla; parece que nos la ha programado o diseñado el enemigo. Valdría aquello de…”el enemigo está dentro”. Esto es un fracaso y las consecuencias, tristemente, las estamos contemplando continuamente.