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La vida de Pablo Neruda es una auténtica fuente de sorpresas

Siguiendo los pasos de Pablo Neruda en Asia

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Un diluvio de detalles insólitos y anécdotas que corroboran lo conocido: un hombre que ha vivido a cien por hora, sin un solo suspiro. El propio escritor chileno, Jorge Edwards, premio cervantes en el año 1999, lo ha reconocido en un acto organizado por Casa América y en el que nos ha dado algunos detalles de los andares del premio nobel por el sureste de Asia.

El viaje al sudeste Asiático

“Pablo llegó a oriente por azar”, explica Jorge Edwards. “Quería escapar de una vida pobre y aburrida”. Su conocimiento del mundo era variado y de Oriente en particular tenía una vaga idea. Así pues, la oferta de trabajo de cónsul en Birmania le cayó como agua de mayo. Era para él una forma de expandir su visión del mundo, explorar el terreno de otras culturas y seguir con su labor de poeta.

La ciudad de Rangún le recibió de la mejor manera. El hombre compaginaba a la perfección los numerosos banquetes y eventos sociales a los que era invitado con su labor de representante del gobierno chileno, como si lo uno hiciera parte del otro. Su empeño en adaptarse al entorno le llevó primero a ser considerado por los oficiales británicos como un “hombre un poco excéntrico y de rasgos orientales”. Luego, explica Jorge Edwards, conoció a una nativa llamada Josie Bliss, una mujer bella y sensual, de rasgos exóticos, con quien el poeta mantuvo una relación de más de seis meses. Su apellido le llamó enseguida la atención: Bliss significa “felicidad” en inglés. Un detalle importante para un observador y amante ardoroso.

La conducta de Josie le intrigó desde los primeros instantes. Pablo Neruda, que siempre buscaba algo especial e identificable en sus compañeras, encontró en ella una ambivalencia misteriosa y refinada, una mujer apasionada, un fuego anheloso capaz de todo para defender un amor. Por el día se vestía como una europea, con un atuendo típico occidental, y por la noche, al regresar a casa, lucía las vestiduras típicas de Birmania y exponía su atracción por los ritos locales.


El escritor Jorge Edwar

La obsesión de un amor

Rápidamente, esa relación adoptó los rasgos de un amor desequilibrado. Una obsesión destructiva que llevaría el poeta chileno a buscar otro lugar de destino, uno menos peligroso.

Los celos de Josie Bliss fueron creciendo ante la conducta caballeresca de Pablo Neruda. Ella temía perderle y hallarlo en los brazos de otra, y ese miedo acabó cogiendo una medida sofocante que la incitaba a practicar ritos intimidantes en la casa. Magia negra local. Ritos destinados a ahuyentar posibles competidoras o intrusas.

El entonces cónsul chileno la descubrió en la noche, despierta y ansiosa, caminando alrededor de la mosquitera que cubría la cama, con un cuchillo en la mano. Parecía barajar la posibilidad de matarlo con esa idea de “si no es mío, no es de nadie” y la intención de acabar con un sufrimiento interminable.

Ante la amenaza, Pablo Neruda entendió el mensaje y pidió a sus superiores que le trasladaran a otro lugar. Era una cuestión de vida o muerte. De amor y locura. Así es cómo acabó yéndose a la isla de Ceylán (Sri Lanka): escapando de una situación descontrolada que suponía en verdadero riesgo para su vida.

Un refugio al descubierto

En la isla de Ceylán, Neruda encontró un lugar tranquilo. Un espacio en el que podía recuperar una vida social normal y una privacidad deseada. Así es cómo el premio nobel chileno se hizo íntimo amigo de un alto funcionario británico, Leonard Woolf (el marido de la célebre novelista Virginia Woolf). El único inconveniente de los primeros días resultó ser el gran número de serpientes que contaba la isla. “Para defenderse, Pablo tuvo que comprar una mangosta”, comenta Jorge Edwards con una sonrisa.

No obstante, cuando menos se lo esperaba, el poeta vio cómo un camión descargaba en la calle en la que vivía una carga enorme que contenía todo tipo de enseres, un ropero y hasta una voluminosa bolsa de arroz. Luego, no pudo ocultar su sorpresa al percatarse de la llegada de su ex: la bella, pero encrespada, Josie Bliss, que había abandonado Birmania para encontrarse con el que debía ser su hombre. Ella se instaló en la casa de enfrente para hacerle la vida imposible e insultar a todas las mujeres que pretendían acercarle.

El desenlace es confuso. “No sé sabe muy bien cómo acaba la historia ––sostiene Jorge Edwards––, pero parece que Neruda pide a las autoridades que echen a Josie”. Con el pretexto de que es peligrosa, el poeta consigue su propósito y, al cabo de unos días, la separación es inevitable. Ambos se despiden de una forma patética: Josie Bliss llora intensamente. Pide disculpas y le besa los zapatos. Son los vestigios de un amor incomprendido.

De todas estas vivencias, Pablo Neruda hace numerosas referencias en sus obras “Residencia en la tierra” y “Confieso que he vivido”. Una evidencia más del universalismo del poeta y una conexión interesante entre oriente y la literatura hispanoamericana.

Siguiendo los pasos de Pablo Neruda en Asia

La vida de Pablo Neruda es una auténtica fuente de sorpresas
Johari Gautier Carmona
lunes, 20 de junio de 2011, 08:06 h (CET)

Un diluvio de detalles insólitos y anécdotas que corroboran lo conocido: un hombre que ha vivido a cien por hora, sin un solo suspiro. El propio escritor chileno, Jorge Edwards, premio cervantes en el año 1999, lo ha reconocido en un acto organizado por Casa América y en el que nos ha dado algunos detalles de los andares del premio nobel por el sureste de Asia.

El viaje al sudeste Asiático

“Pablo llegó a oriente por azar”, explica Jorge Edwards. “Quería escapar de una vida pobre y aburrida”. Su conocimiento del mundo era variado y de Oriente en particular tenía una vaga idea. Así pues, la oferta de trabajo de cónsul en Birmania le cayó como agua de mayo. Era para él una forma de expandir su visión del mundo, explorar el terreno de otras culturas y seguir con su labor de poeta.

La ciudad de Rangún le recibió de la mejor manera. El hombre compaginaba a la perfección los numerosos banquetes y eventos sociales a los que era invitado con su labor de representante del gobierno chileno, como si lo uno hiciera parte del otro. Su empeño en adaptarse al entorno le llevó primero a ser considerado por los oficiales británicos como un “hombre un poco excéntrico y de rasgos orientales”. Luego, explica Jorge Edwards, conoció a una nativa llamada Josie Bliss, una mujer bella y sensual, de rasgos exóticos, con quien el poeta mantuvo una relación de más de seis meses. Su apellido le llamó enseguida la atención: Bliss significa “felicidad” en inglés. Un detalle importante para un observador y amante ardoroso.

La conducta de Josie le intrigó desde los primeros instantes. Pablo Neruda, que siempre buscaba algo especial e identificable en sus compañeras, encontró en ella una ambivalencia misteriosa y refinada, una mujer apasionada, un fuego anheloso capaz de todo para defender un amor. Por el día se vestía como una europea, con un atuendo típico occidental, y por la noche, al regresar a casa, lucía las vestiduras típicas de Birmania y exponía su atracción por los ritos locales.


El escritor Jorge Edwar

La obsesión de un amor

Rápidamente, esa relación adoptó los rasgos de un amor desequilibrado. Una obsesión destructiva que llevaría el poeta chileno a buscar otro lugar de destino, uno menos peligroso.

Los celos de Josie Bliss fueron creciendo ante la conducta caballeresca de Pablo Neruda. Ella temía perderle y hallarlo en los brazos de otra, y ese miedo acabó cogiendo una medida sofocante que la incitaba a practicar ritos intimidantes en la casa. Magia negra local. Ritos destinados a ahuyentar posibles competidoras o intrusas.

El entonces cónsul chileno la descubrió en la noche, despierta y ansiosa, caminando alrededor de la mosquitera que cubría la cama, con un cuchillo en la mano. Parecía barajar la posibilidad de matarlo con esa idea de “si no es mío, no es de nadie” y la intención de acabar con un sufrimiento interminable.

Ante la amenaza, Pablo Neruda entendió el mensaje y pidió a sus superiores que le trasladaran a otro lugar. Era una cuestión de vida o muerte. De amor y locura. Así es cómo acabó yéndose a la isla de Ceylán (Sri Lanka): escapando de una situación descontrolada que suponía en verdadero riesgo para su vida.

Un refugio al descubierto

En la isla de Ceylán, Neruda encontró un lugar tranquilo. Un espacio en el que podía recuperar una vida social normal y una privacidad deseada. Así es cómo el premio nobel chileno se hizo íntimo amigo de un alto funcionario británico, Leonard Woolf (el marido de la célebre novelista Virginia Woolf). El único inconveniente de los primeros días resultó ser el gran número de serpientes que contaba la isla. “Para defenderse, Pablo tuvo que comprar una mangosta”, comenta Jorge Edwards con una sonrisa.

No obstante, cuando menos se lo esperaba, el poeta vio cómo un camión descargaba en la calle en la que vivía una carga enorme que contenía todo tipo de enseres, un ropero y hasta una voluminosa bolsa de arroz. Luego, no pudo ocultar su sorpresa al percatarse de la llegada de su ex: la bella, pero encrespada, Josie Bliss, que había abandonado Birmania para encontrarse con el que debía ser su hombre. Ella se instaló en la casa de enfrente para hacerle la vida imposible e insultar a todas las mujeres que pretendían acercarle.

El desenlace es confuso. “No sé sabe muy bien cómo acaba la historia ––sostiene Jorge Edwards––, pero parece que Neruda pide a las autoridades que echen a Josie”. Con el pretexto de que es peligrosa, el poeta consigue su propósito y, al cabo de unos días, la separación es inevitable. Ambos se despiden de una forma patética: Josie Bliss llora intensamente. Pide disculpas y le besa los zapatos. Son los vestigios de un amor incomprendido.

De todas estas vivencias, Pablo Neruda hace numerosas referencias en sus obras “Residencia en la tierra” y “Confieso que he vivido”. Una evidencia más del universalismo del poeta y una conexión interesante entre oriente y la literatura hispanoamericana.

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