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El gesto de grandeza del presidente Horacio Cartes deja al descubierto la inmadurez política de quienes no escatimaron argumentos en su afán de impedir su reelección

Gesto de grandeza de Horacio Cartes e inmadurez opositora

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La falta de madurez en el mundillo político paraguayo para tratar el proyecto de Enmienda, algo que en una democracia considerada en Paraguay modelo como la norteamericana se ha hecho numerosas veces, ha quedado al descubierto luego de que el presidente Horacio Cartes renunciara a ser reelecto por un nuevo período de gobierno el año próximo.

Recuerdo haber vivido el proceso de reforma constitucional que en Argentina propició la reelección del presidente Carlos Menem para el período 1995-1999, pues durante aquellos acontecimientos históricos residía en San Miguel de Tucumán.

Me duele reconocer la enorme diferencia entre aquel proceso y el que en las últimas semanas se vivió en Paraguay. A pesar de que Argentina enfrentaba enormes dificultades durante el gobierno de Menem, sobre todo por estragos causados por el auge neoliberal, el debate para la reforma constitucional que propicie la reelección presidencial se desarrolló con altura y solvencia intelectual y política por parte de todos los actores involucrados.

Quienes no estaban involucrados prácticamente no se enteraron de lo que sucedía, y aunque al igual que en el caso paraguayo más reciente, no existía consenso sobre la plena legitimidad de la reforma constitucional, nadie llamó a la violencia ni fue presa de pánico. Tampoco hubo exaltados vociferando contra autoridades, ni incendio del edificio del Congreso, ni histéricos haciendo llamados para crear disturbios e incluso haciendo proselitismo en embajadas pidiendo una intervención extranjera.

La Constitución argentina de 1853 establecía un relativamente largo período de 6 años, pero prohibía explícitamente la reelección inmediata, siendo necesario esperar un período intermedio. El general tucumano Julio Roca y el líder nacionalista Hipólito Yrigoyen habían sido reelectos de acuerdo con esas reglas de juego.

En Paraguay se alegaba un supuesto trauma generado por la dictadura de Alfredo Stroessner, en el caso Argentino se consideraba como causante de lo mismo la extensa dictadura de Juan Manuel de Rosas, cuyo recuerdo estaba aún fresco en 1853,

En el caso paraguayo se invocaba la dictadura con una fuerte dosis de hipocresía, dado que quienes agitaban el fantasma de Stroessner habían sido grandes beneficiarios de ese gobierno: los “empresarios” dueños de diarios y otros medios de prensa.

En el caso paraguayo nunca se discutió si la reelección sería beneficiosa para el país, nadie profundizó en lo que se trataba al punto que ni siquiera se planteó que rija a partir del 2023. Solo se personalizó la cuestión especulando que sería beneficiado con la Enmienda el presidente Horacio Cartes, o el ex presidente Fernando Lugo.

El gesto de Cartes puede ser interpretado de muchas maneras, pero evidencia inequívocamente que no estaba fanatizado ni obsesionado con la reelección, de la que muy pocas veces habló. Sí había una obsesión por evitar la reelección de ciertos grupos de poder, que al estilo del fascismo y el bolchevismo, pretenden estar por encima de la gente.

Como pocas veces en la historia paraguaya, quedaron en evidencia los medios de comunicación como instrumentos de lucha despiadada por intereses que poco tienen que ver con la voluntad del pueblo.

Quienes consideran al poder político un mero gerente de sus negocios, con ese instrumento en su poder, o censuran, o tergiversan o falsifican para poder engañar, ilusionar, y mantener en la ignorancia a sus lectores o audiencia.

Todo ello fue puesto en evidencia, una vez más, con el gesto de grandeza del presidente Horacio Cartes.

Gesto de grandeza de Horacio Cartes e inmadurez opositora

El gesto de grandeza del presidente Horacio Cartes deja al descubierto la inmadurez política de quienes no escatimaron argumentos en su afán de impedir su reelección
Luis Agüero Wagner
miércoles, 19 de abril de 2017, 00:11 h (CET)
La falta de madurez en el mundillo político paraguayo para tratar el proyecto de Enmienda, algo que en una democracia considerada en Paraguay modelo como la norteamericana se ha hecho numerosas veces, ha quedado al descubierto luego de que el presidente Horacio Cartes renunciara a ser reelecto por un nuevo período de gobierno el año próximo.

Recuerdo haber vivido el proceso de reforma constitucional que en Argentina propició la reelección del presidente Carlos Menem para el período 1995-1999, pues durante aquellos acontecimientos históricos residía en San Miguel de Tucumán.

Me duele reconocer la enorme diferencia entre aquel proceso y el que en las últimas semanas se vivió en Paraguay. A pesar de que Argentina enfrentaba enormes dificultades durante el gobierno de Menem, sobre todo por estragos causados por el auge neoliberal, el debate para la reforma constitucional que propicie la reelección presidencial se desarrolló con altura y solvencia intelectual y política por parte de todos los actores involucrados.

Quienes no estaban involucrados prácticamente no se enteraron de lo que sucedía, y aunque al igual que en el caso paraguayo más reciente, no existía consenso sobre la plena legitimidad de la reforma constitucional, nadie llamó a la violencia ni fue presa de pánico. Tampoco hubo exaltados vociferando contra autoridades, ni incendio del edificio del Congreso, ni histéricos haciendo llamados para crear disturbios e incluso haciendo proselitismo en embajadas pidiendo una intervención extranjera.

La Constitución argentina de 1853 establecía un relativamente largo período de 6 años, pero prohibía explícitamente la reelección inmediata, siendo necesario esperar un período intermedio. El general tucumano Julio Roca y el líder nacionalista Hipólito Yrigoyen habían sido reelectos de acuerdo con esas reglas de juego.

En Paraguay se alegaba un supuesto trauma generado por la dictadura de Alfredo Stroessner, en el caso Argentino se consideraba como causante de lo mismo la extensa dictadura de Juan Manuel de Rosas, cuyo recuerdo estaba aún fresco en 1853,

En el caso paraguayo se invocaba la dictadura con una fuerte dosis de hipocresía, dado que quienes agitaban el fantasma de Stroessner habían sido grandes beneficiarios de ese gobierno: los “empresarios” dueños de diarios y otros medios de prensa.

En el caso paraguayo nunca se discutió si la reelección sería beneficiosa para el país, nadie profundizó en lo que se trataba al punto que ni siquiera se planteó que rija a partir del 2023. Solo se personalizó la cuestión especulando que sería beneficiado con la Enmienda el presidente Horacio Cartes, o el ex presidente Fernando Lugo.

El gesto de Cartes puede ser interpretado de muchas maneras, pero evidencia inequívocamente que no estaba fanatizado ni obsesionado con la reelección, de la que muy pocas veces habló. Sí había una obsesión por evitar la reelección de ciertos grupos de poder, que al estilo del fascismo y el bolchevismo, pretenden estar por encima de la gente.

Como pocas veces en la historia paraguaya, quedaron en evidencia los medios de comunicación como instrumentos de lucha despiadada por intereses que poco tienen que ver con la voluntad del pueblo.

Quienes consideran al poder político un mero gerente de sus negocios, con ese instrumento en su poder, o censuran, o tergiversan o falsifican para poder engañar, ilusionar, y mantener en la ignorancia a sus lectores o audiencia.

Todo ello fue puesto en evidencia, una vez más, con el gesto de grandeza del presidente Horacio Cartes.

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