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Etiquetas | Movimiento 15M
Un análisis de cuatro semanas de indignación

Barcelona: Crónica de una ciudad convulsa

El Movimiento 15M, un mes después

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Panorámica de la Plaza del Sol

Todo empezó el 15 de mayo, un domingo asoleado que bien podría haber sido un día cualquiera. El día de antes, miles de personas habían salido a la calle para protestar contra los recortes anunciados por el gobierno y las autonomías. ¿Quién hubiera dicho que la respuesta ciudadana fuera tan grande?

Al margen de los partidos y de los grandes sindicatos del país, los protestantes salieron en las calles de más de 60 ciudades con un lema crítico hacia la democracia actual. La indignación iba en contra de los políticos corruptos, banqueros e instituciones que ya no representan una sociedad con cinco millones de parados y al borde del naufragio.

En los primeros días la respuesta de los medios de comunicación y de los políticos fue fría, por no decir molesta. Los primeros veían un movimiento de marginales o jóvenes descontentos y los otros se aferraban a defender sus programas en una campaña que no acababa de interesar a la opinión pública. El PSOE trataba de combatir la falta de movilización de un electorado anestesiado y la prioridad del PP se centraba en no repetir errores de último minuto porque los sondeos dejaban claro su victoria.

De la manifestación callejera a las acampadas



Manifestantes en Barcelona
Con el fondo de una campaña electoral insulsa, las acampadas irrumpieron en el centro de las ciudades como una mancha incómoda que fueron extendiéndose con los días hasta convertirse en un verdadero mar de indignación. Las caceroladas de cada noche a las 21 horas siempre más multitudinarias en la plaza del Sol y plaza Cataluña congregaron a miles de personas que veían por fin un lugar en el que expresar su malestar sin caer en las redundancias de un bipartidismo empobrecedor.

A partir de entonces, los medios de comunicación siguieron los sucesos con más atención. El 18 y 19 de mayo ya se hablaba de los albores de una Spanish Revolution que bien podía refundar un país estancado. Su influencia ya se hacía notar en países como Argentina o Grecia. Mientras tanto, los partidos políticos trataban de entender cómo había nacido ese movimiento ciudadano, localizar sus líderes y sacar provecho de ello. El PP arremetió enseguida contra el PSOE acusándolo de estar detrás para movilizar a su electorado y el PSOE, quizás el más afectado, mostraba su simpatía a la vez que defendía sus logros.

Se impuso la organización asamblearia como el modelo de gestión de los acampamientos: apartando así las grandes figuras mediáticas y optando por una dinámica de concertación. Las propuestas para la mejora de la democracia se debatían cada noche entre el 15 y 22 de mayo. Algunas de ellas como la modificación de la ley de reparto de escaños, la lucha contra la corrupción y los recortes sociales, coincidían con las demandas de algunos partidos políticos minoritarios.

El veredicto de las urnas y el fin de las acampadas

El 22 de mayo, el veredicto de las elecciones y el tsunami azul cayeron como un mazazo sobre el movimiento 15-M. La victoria más holgada del PP en la historia de la democracia iba justamente en contra de uno de los grandes lemas de los indignados: menos partidocracia o bipartidismo.

Así pues, los participantes entraron en un proceso de reflexión en el que estaba en juego defender la legitimidad de sus reivindicaciones. Una forma de evidenciar esa reflexión pasaba por mantener las acampadas y el contacto continuo con la base que sustenta al movimiento.

El entusiasmo de los primeros días fue apagándose paulatinamente mientras que en los medios resurgían las imágenes de acampados antisistema. Espejismo o insistencia mediática: el modelo de protesta parecía desinflarse. La pérdida de popularidad fue, sin embargo, frenada levemente por el desalojo violento de la plaza Cataluña que reavivó los ardores de la ciudadanía y subrayó la simpatía que existe en torno al movimiento. Sólo fue el efecto de unos días. El 5 de junio algunas asambleas acordaron levantar definitivamente las acampadas a partir del 12 del mismo mes, entre ellas estaban Sol y Cataluña.

Nuevas acciones y nuevas formas de movilización



Mas llegando al Parlament

Ante la pérdida de fuelle de las acampadas, la reacción debía ser inmediata. Por eso se difundió en la red, poco después de las elecciones, la idea de un masivo boicot a los bancos que fue atribuida a la plataforma Democracia Real Ya por error. Su impacto fue anodino.

Sin embargo, las primeras medidas oficiales fueron el traslado de las asambleas a los barrios a partir del 30 de mayo, un lugar considerado como estratégico para estar en contacto con los ciudadanos. En sus primeros encuentros la respuesta fue positiva pero el estancamiento posterior supuso la necesidad de nuevas alternativas.

De esta manera, el movimiento optó por acciones simbólicas como las protestas multitudinarias en frente de las cortes de Valencia o la reciente actuación ante el parlamento catalán, el 15 de junio, que pretendía dificultar en lo posible el acceso de los parlamentarios y que no pudieran aprobar los recortes presupuestarios. Estas acciones suponen una nueva etapa en las reivindicaciones de los indignados, quizás más enérgica y exaltada.

La próxima acción multitudinaria está prevista para el 19 de junio. Ese día ––y poco más de un mes después de la primera manifestación––, el movimiento pacifista 15-M desfilará de nuevo por la calle para exponer sus convicciones y su determinación. Ésta es la primera gran convocatoria después de las elecciones del 22 de mayo y con ella se podrá evaluar el crecimiento del movimiento y su respaldo popular. En las redes, la expectación es enorme, pero, como sabemos, todo se decide en la calle.

El Movimiento 15M, un mes después

Un análisis de cuatro semanas de indignación

Barcelona: Crónica de una ciudad convulsa
Johari Gautier Carmona
jueves, 16 de junio de 2011, 07:24 h (CET)

Panorámica de la Plaza del Sol

Todo empezó el 15 de mayo, un domingo asoleado que bien podría haber sido un día cualquiera. El día de antes, miles de personas habían salido a la calle para protestar contra los recortes anunciados por el gobierno y las autonomías. ¿Quién hubiera dicho que la respuesta ciudadana fuera tan grande?

Al margen de los partidos y de los grandes sindicatos del país, los protestantes salieron en las calles de más de 60 ciudades con un lema crítico hacia la democracia actual. La indignación iba en contra de los políticos corruptos, banqueros e instituciones que ya no representan una sociedad con cinco millones de parados y al borde del naufragio.

En los primeros días la respuesta de los medios de comunicación y de los políticos fue fría, por no decir molesta. Los primeros veían un movimiento de marginales o jóvenes descontentos y los otros se aferraban a defender sus programas en una campaña que no acababa de interesar a la opinión pública. El PSOE trataba de combatir la falta de movilización de un electorado anestesiado y la prioridad del PP se centraba en no repetir errores de último minuto porque los sondeos dejaban claro su victoria.

De la manifestación callejera a las acampadas



Manifestantes en Barcelona
Con el fondo de una campaña electoral insulsa, las acampadas irrumpieron en el centro de las ciudades como una mancha incómoda que fueron extendiéndose con los días hasta convertirse en un verdadero mar de indignación. Las caceroladas de cada noche a las 21 horas siempre más multitudinarias en la plaza del Sol y plaza Cataluña congregaron a miles de personas que veían por fin un lugar en el que expresar su malestar sin caer en las redundancias de un bipartidismo empobrecedor.

A partir de entonces, los medios de comunicación siguieron los sucesos con más atención. El 18 y 19 de mayo ya se hablaba de los albores de una Spanish Revolution que bien podía refundar un país estancado. Su influencia ya se hacía notar en países como Argentina o Grecia. Mientras tanto, los partidos políticos trataban de entender cómo había nacido ese movimiento ciudadano, localizar sus líderes y sacar provecho de ello. El PP arremetió enseguida contra el PSOE acusándolo de estar detrás para movilizar a su electorado y el PSOE, quizás el más afectado, mostraba su simpatía a la vez que defendía sus logros.

Se impuso la organización asamblearia como el modelo de gestión de los acampamientos: apartando así las grandes figuras mediáticas y optando por una dinámica de concertación. Las propuestas para la mejora de la democracia se debatían cada noche entre el 15 y 22 de mayo. Algunas de ellas como la modificación de la ley de reparto de escaños, la lucha contra la corrupción y los recortes sociales, coincidían con las demandas de algunos partidos políticos minoritarios.

El veredicto de las urnas y el fin de las acampadas

El 22 de mayo, el veredicto de las elecciones y el tsunami azul cayeron como un mazazo sobre el movimiento 15-M. La victoria más holgada del PP en la historia de la democracia iba justamente en contra de uno de los grandes lemas de los indignados: menos partidocracia o bipartidismo.

Así pues, los participantes entraron en un proceso de reflexión en el que estaba en juego defender la legitimidad de sus reivindicaciones. Una forma de evidenciar esa reflexión pasaba por mantener las acampadas y el contacto continuo con la base que sustenta al movimiento.

El entusiasmo de los primeros días fue apagándose paulatinamente mientras que en los medios resurgían las imágenes de acampados antisistema. Espejismo o insistencia mediática: el modelo de protesta parecía desinflarse. La pérdida de popularidad fue, sin embargo, frenada levemente por el desalojo violento de la plaza Cataluña que reavivó los ardores de la ciudadanía y subrayó la simpatía que existe en torno al movimiento. Sólo fue el efecto de unos días. El 5 de junio algunas asambleas acordaron levantar definitivamente las acampadas a partir del 12 del mismo mes, entre ellas estaban Sol y Cataluña.

Nuevas acciones y nuevas formas de movilización



Mas llegando al Parlament

Ante la pérdida de fuelle de las acampadas, la reacción debía ser inmediata. Por eso se difundió en la red, poco después de las elecciones, la idea de un masivo boicot a los bancos que fue atribuida a la plataforma Democracia Real Ya por error. Su impacto fue anodino.

Sin embargo, las primeras medidas oficiales fueron el traslado de las asambleas a los barrios a partir del 30 de mayo, un lugar considerado como estratégico para estar en contacto con los ciudadanos. En sus primeros encuentros la respuesta fue positiva pero el estancamiento posterior supuso la necesidad de nuevas alternativas.

De esta manera, el movimiento optó por acciones simbólicas como las protestas multitudinarias en frente de las cortes de Valencia o la reciente actuación ante el parlamento catalán, el 15 de junio, que pretendía dificultar en lo posible el acceso de los parlamentarios y que no pudieran aprobar los recortes presupuestarios. Estas acciones suponen una nueva etapa en las reivindicaciones de los indignados, quizás más enérgica y exaltada.

La próxima acción multitudinaria está prevista para el 19 de junio. Ese día ––y poco más de un mes después de la primera manifestación––, el movimiento pacifista 15-M desfilará de nuevo por la calle para exponer sus convicciones y su determinación. Ésta es la primera gran convocatoria después de las elecciones del 22 de mayo y con ella se podrá evaluar el crecimiento del movimiento y su respaldo popular. En las redes, la expectación es enorme, pero, como sabemos, todo se decide en la calle.

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