WASHINGTON - . Transgresión acompañada de exposición pública, seguida tal vez de una fugaz escala en la negación. Luego confesión entre lágrimas y, finalmente, el inevitable ingreso en rehabilitación.
¿Es que no sabía, desde el momento en que la historia salió a la luz, que el congresista Demócrata Anthony Weiner acabaría ingresándose en alguna parte?
No envidio a Weiner la terapia -- sin duda puede valerse del "consejo profesional para centrarse en convertirse en un mejor marido y una persona más sana", como decía su portavoz al anunciar que solicitaría una baja.
Pero tanto si Weiner se las arregla para aguantar limpio como si no, el episodio subraya la forma en la que la rehabilitación se ha convertido en la lavadora automática multiusos del comportamiento irresponsable, un sucedáneo indignantemente fácil de reconocer la culpabilidad y aceptar las consecuencias como adultos.
Con cada vez mayor frecuencia en nuestro País de la Desintoxicación, el concepto de pecado ha sido relevado por el idioma de las adicciones. La vergüenza ha sido suplantada por la intervención terapéutica. El referente clínico del mal comportamiento dictamina que no hay gente mala, sólo individuos desequilibrados obligados a cometer actos nocivos. En medio de este panorama, la responsabilidad individual se evapora y la virtud se convierte en un anacronismo.
"Esto no es algo que se puede tratar", decía Weiner durante su lacrimosa rueda de prensa. Una insoportable semana más tarde, Weiner se estaba, bueno, ingresando. El congresista, dijo su portavoz, "ha decidido que necesita tiempo para recuperarse". Perdone, pero esto no va del estado de salud de Weiner, va de que ha manifestado un comportamiento indecoroso.
Vivimos en la era de la rehabilitación como reality show - literalmente. El canal VH1 por cable ha emitido en directo cuatro temporadas de "Famosos en Rehabilitación con el Doctor Drew", que tuvo una secuela, "Rehabilitación de Adicciones Sexuales con el Doctor Drew". Si el ex secretario de la mayoría en la Cámara Tom DeLay pudo participar en la edición estadounidense de "Mira Quién Baila", estoy segura de que habrá sitio en la VH1 para Weiner.
En especial cuando hablamos de adicciones reales, a los estupefacientes o el alcohol, estoy segura de que la desintoxicación puede ser de ayuda, si no un remedio infalible. Al margen de las veces que se ingrese a Lindsay Lohan, espero que logre superar sus adiciones.
La situación de Weiner es distinta
Soy escéptica con la noción entera de la adicción al sexo o la adicción a Internet o la adicción conveniente que puede explicar el comportamiento de Weiner. La adicción en estas circunstancias parece el móvil pomposo y convenientemente interesado de un comportamiento autoindulgente y falto de control, ya hablemos de Tiger Woods (al sexo real) o de Weiner (a la variante virtual).
Sé que hay expertos que discreparán. He leído todo acerca de los picos de la dopamina. Pero ser adicto a una sustancia -- con los resultados físicos visibles que genera la interrupción de su consumo -- es distinto a ser adicto a exhibir un comportamiento.
De hecho, la adicción al sexo fue eliminada de la IV edición del Manual de Diagnóstico y Estadística Clínica de Enfermedades Mentales de 1994. Los psiquiatras debaten abrir una nueva categoría, trastorno hipersexual, en la V edición del Manual Clínico, previsto en 2013. De acuerdo, pero estoy convencida de que hay algo más que libre voluntad implicada a la hora de abandonar el sexo o el juego que a la hora de desengancharse del alcohol o las drogas.
Firmando en Time.com, Maia Szalavitz, ex heroinómana y ex cocainómana, describe los riesgos de definir a la baja una adicción.
"¿Sigue siendo la rehabilitación un tratamiento médico, o se convierte en una forma de absolución si alguien puede ingresarse siempre que sus acciones conduzcan a su humillación pública?" se pregunta. "Si cada vez que alguien se comporta como un capullo y la razón de ello es una adicción, ¿no se convierte la adicción en una excusa del mal comportamiento simplemente?"
Sí, lo que puede no tener importancia si el mal comportamiento es llevado a cabo por un artista o un atleta. No todas las figuras públicas están sujetas a los mismos raseros. Anthony Weiner no es ninguna Lindsay Lohan. Se supone que los legisladores del Congreso son referentes, no comidillas de la televisión para adultos.
Desde luego otros políticos han caído en desgracia solos -- y algunos de ellos (hablo de ti, Senador David Vitter cliente de prostíbulos) también deberían de haberse marchado. La imprudencia de Weiner ha sido no obstante particular y vergonzosamente pública. Su comportamiento, narcisista y adolescente, es incompatible con el servicio a la nación.
El Presidente Obama, me parece a mí, lo expresó bien. "Me parece que se avergonzó sólo", decía a Ann Curry en la NBC. "Le puedo decir que si fuera yo, dimitiría. Dado que el servicio a la nación es justamente eso, es un servicio que se presta la opinión pública. Y cuando se llega al extremo en el que a causa de diversas distracciones personales, no se puede servir a la nación tan eficazmente como hace falta... entonces probablemente haya que abandonar".
La primera oración del Manual Deontológico de la Cámara ordena a los legisladores que deben "comportarse en todo momento de una forma reflejo de la credibilidad de la Cámara".
Hacerse fotos con una toalla y enviarlas a desconocidas queda muy lejos de ese estándar -- con independencia de que el terapeuta le pueda ayudar a buscarle la vuelta.