Islandia encerraba tras sus costas escarpadas algunas de las costumbres más extrañas que a los ojos de un occidental común pueda parecer. Citaré dos a modo de blasón: los perros y el alcohol estaban prohibidos hasta pocos años. Debido, es mi teoría (no muy original por cierto), al aislamiento de esta civilización creada a partir del magma. En medio del Atlántico, alejada de cualquier vecino en varios cientos de kilómetros.

Las características físicas del país tampoco tienen parangón en el mundo conocido; glaciares, volcanes, ausencia de masa forestal, son algunas de las más destacadas. Hay que añadir que tiene una densidad poblacional pírrica, apenas 3 habitantes por kilómetro cuadrado en una isla del tamaño de Irlanda. Y que la población es endogámica, prácticamente se puede trazar el árbol genealógico de cualquier islandés a partir de El Libro de los Pobladores (Landnámabók), en el que se cita a los primeros colonos que desembarcaron en la isla provenientes de Noruega.

Gracias a todo lo anterior, este país ofrece una literatura inusualmente rica que tiene en sus escritos medievales llamados Sagas (Íslendingasögur), colección de carácter anónimo, uno de los puntales más inspiradores en las actuales corrientes de la narración épica; como pueden ser Canción de Hielo y Fuego, de George R.R. Martín o posiblemente El señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien. En ellas se narran los principales eventos históricos de la isla, sus gestas, conflictos, sus héroes, su vida social y hasta el descubrimiento de América por los vikingos en la Saga de Eric el Rojo.

En ocasiones las Sagas, como la de Egil Skallagrímson, incluían Eddas. En ellas, los escaldos o poetas-guerreros, cantaban a sus reyes alabanzas por su heroísmo en las batallas o su generosidad. Su originalidad consiste en incluir kenningars o metáforas que nombran a los sujetos y objetos a través de símbolos. Borges las incluyó en su Nueva Antología Personal, (Editorial Bruguera) entre sus muchos intereses.

El país europeo poblado más tardíamente también es el punto de origen para el Viaje al Centro de la Tierra de Julio Verne: “Desciende por el cráter del Snaefellsjökull cuando la sombra de Scartaris lo acaricie, antes de las calendas de julio, viajero audaz, y llegarás al centro de la Tierra”.

Más a mano se encuentra Halldór Laxness, el único premio Nobel de literatura islandés. En su cuento La Derrota de la Fuerza Aérea Italiana en 1933 en Reykjavik nos dice que hasta que no llegó el Ejército de Salvación carecían de trompetas e instrumentos de hojalata y también de uniformes, que enseguida adoptaron para la policía, que ejerce desarmada, y luego fueron los funcionarios de correos quienes vistieron uniformes de revolucionarios cubanos, vaya usted a saber el porqué. Un país de costumbres propias, capaz de derrocar a su gobierno hace pocos meses, y en el que un importante porcentaje de la población cree en los elfos. Pues eso, extraño un rato sí es.