En las épocas de cambio es cuando la pregunta por el sentido se hace más evidente. El sentido de la vida, de la historia, de la necesidad de la moral... cualquier pilar sobre el que pueda asentarse lo indescriptible de la existencia humana es replanteado en los momentos de la historia en que un cambio anda cerca.
Creo que se avecina un cambio. Cabe decir que la distancia temporal en la historia es algo incierto: o mañana o en algunos cientos de años, solamente se sabrá con posterioridad si alguien intenta recabar la información sobre el germen y el desarrollo del cambio.
Pero todo cambio, toda muda de la costumbre, implica resistencias y batallas no únicamente dialécticas. Si algo ha de cambiar en los tiempos próximos ha de hacerlo desde la base, buscando tendencias, usos y costumbres personificadas en acciones concretas y, claro, en individuos concretos.
El avance no ha de ser violento. No es necesaria la emergencia de un Cid o de mártires cuando la razón del cambio es evidente. No es que alguien crea que esto no puede seguir así, es que lo sabemos.
Y las resistencias llegarán en formas diversas (aunque por sus actos los conoceréis), tanto bajo el aspecto de rechazo a cualquier colectivo (nosotros y ellos vuelve a la primera línea) como en la apariencia de la máxima típicamente occidental de hacer prevalecer los fines independientemente de los medios que haya que utilizar para alcanzarlos.
Todo a cambio de no revisar cuáles son los cimientos que han de redefinirse. No es justo pretender que una situación cambie si no se hace nada para que cambie, como es de necios suponer que la sociedad como conjunto ve la necesidad de volver a hablar sobre la sociedad como colectivo regulado.
Mientras el proceso avanza inexorable (la historia lo dirá), hay también quienes desvían los ataques hacia cuestiones secundarias manteniendo el núcleo firme y a salvo. Esos, no precisamente pocos, agradecen el mantenimiento de los privilegios negando la realidad del sufrimiento de la mayoría.
Las amenazas, el amparo en una legalidad viciada o la corrupción consentida no pueden ocultar lo que el telescopio muestra. Se puede negar la fuerza del movimiento, y sin embargo se mueve.