Cada época tiene sus códigos y peculiaridades. El loco no siempre ha sido un ser alejado de la verdad, incapaz de entender su entorno o de interactuar con él propiamente. Esta concepción, característica del siglo XX, se distancia de la que existió a mediados del siglo XIII en el norte de África donde la locura podía llegar a ser un elemento de belleza, algo místico, que no se apartaba automáticamente de la realidad.

Fue después de leer la obra del historiador y filósofo francés Michel Foucault ––“Historia de la locura en la época clásica”––, que Juan de Madre se interesó por las múltiples facetas que reviste la locura en el mundo occidental. Esa obra le acercó al concepto de “verdad” y cómo las sociedades construyen una imagen de la locura entorno a las distintas percepciones que pueden tener de ella, pero también supo de la existencia de las casas de cura de almas: lugares donde se trataba la enfermedad del alma a través de terapias naturales y procedimientos alternativos que poco tienen que ver con los tratamientos de hoy.

El escritor español publica este año “El libro de los vivos” (Ed. Sloper), una obra que recopila los avances de una investigación iniciada en Barcelona y que le llevó hasta la milenaria ciudad de Fez, en Marruecos, y en la que descubrió uno de los primeros manicomios de Occidente.

La obra incluye la traducción hecha por Tislit er-Rbia de seis preciosos cuentos escritos en árabe y en los que aparecen personajes memorables de la época. Los enlaza en el texto como un puzle enigmático en el que poco a poco se va desvelando el significado de sus tramas insólitas. Son imágenes que dan vida a impresiones, teorías y charlas mantenidas por el autor con expertos en el tema.

Todos los personajes remiten a un universo mágico en el que la incomunicación y la soledad adoptan una dimensión deslumbrante. Son los protagonistas de un lugar en el que la verdad no es la que debería ser o la que apoya la mayoría. Entre ellos, destacamos a Lahma, una niña con una gran sensibilidad pero incapaz de responder emocionalmente como se lo exige la sociedad. Cuando siente tristeza o dolor, o pena o melancolía, toda su respuesta es una carcajada ruidosa. También destaca la historia del joven Ammón ––un niño que desde la edad de diez años tiene la terrible virtud de oír las voces y los pensamientos de todas las almas vivas de Fez––, o Yosu-fa, una mujer que ve cómo sus sueños invaden sus días.

La prosa del autor, tierna y precisa, se impregna de la sabiduría de la cábala y del conocimiento de personas que le rodean en su aventura. Mezcla de colores e impresiones, de espejismos y de simbolismos, Juan de Madre logra atraparnos en un mundo en el que la locura no es una simple conducta irracional, un rechazo de las normas o la inadaptación. Aquí prevalece el mundo onírico o interior de quienes tienen la capacidad de ver de forma diferente. La locura parece el fruto de una mano divina o demoniaca, vibra con una fuerza propia, se impone como una estética equilibrada y atractiva, un modo de pensar que induce a la genialidad. A menudo acaba siendo adulada o admirada por los que no acaban de entender los códigos de un lenguaje inaccesible.

En todo caso, el autor de “Bajo la influencia” firma con esta obra un bello esfuerzo de fe y de voluntad que pone luz sobre la locura y quizás sobre algo más de nuestra alma: el temor a la diferencia.