Las voces que han optado por un discurso ético basado en el respeto a la naturaleza por voluntad no han sido el motivo de esa reflexión. Por el contrario, parece que por fin, pero muy poco a poco, la necesidad de optar por un modelo que respete el medio ambiente viene promovida por la industria, la cual es ya más que consciente de la necesidad de un cambio de modelo que sustente su relación con la naturaleza, aunque paradójicamente sea para salvar su propio pellejo.
El uso de energías renovables se instaura de manera paulatina en la “psique social”. Si a escala micro-estructural aun forma parte sólo del universo de aquellos que son realmente respetuosos con el medio ambiente, a escala macro-estructural, es decir, en el mundo de la industria, se ha convertido en una cuestión de vida o muerte.
El cambio climático se presenta como el eje conductor del discurso que defiende el uso de las energías limpias como fórmula inmediata para frenar el desastre medio ambiental. Sin embargo no se menciona ningún problema de método o aplicación, pero no hay que olvidar la verdadera estrategia empresarial que esconde el discurso.
Que no sea este texto mal interpretado, pues se defiende el uso de formas moderadas y limpias de energía. Pero que sí sirva para criticar lo que parece y no es.
En resumen, que el cambio de modelo de producción por el de energías renovables ha venido finalmente a establecerse como una necesidad empresarial más que como una decisión voluntaria real de respeto al medio ambiente.
Hoy queda lejos la idea que desarrolló, si ya bien postulada en el renacimiento, la Ilustración de dominio del hombre sobre la naturaleza a través de la técnica, o por lo menos es sin duda objeto de conjetura.
Que haya continuado hasta nuestros días es sencillamente una obviedad. No por ser una fórmula ideal, si no porque ha sido así, es un hecho histórico. Sin embargo, resulta extraño el empeño desmesurado por un amplio sector de continuar con ella, pues es ya archiconocido que la relación de explotación que el hombre mantiene con la naturaleza no es sostenible.
Más cercano a nuestro tiempo, en la década de los 50, la termodinámica desarrolló la ley de la entropía, la cual venía a ser el argumento científico que representaba a un conjunto social partidario de la moderación.
La ley de la entropía, descubierta por Rudolf Clausios a mitad del siglo XX, ponía de manifiesto que los procesos de la naturaleza son, a no ser que se plantee desde un sistema ideal, esencialmente irreversibles. De manera que al aplicar una fuerza o energía para desatar otra se pierde un porcentaje útil que jamás podrá ser recuperado.
Esta compleja teoría física se puede ejemplificar con la escasez del petróleo. Aunque no es un buen ejemplo, sintetiza la idea de que los recursos naturales son finitos, y que el uso de éstos no son gratuitos.
Por lo tanto, no hay que olvidar la verdadera labor científica que han desarrollado las teorías de la física, la filosofía, la biología o la antropología de la naturaleza, ni de las personas que de verdad han sido partícipes de ellas.
Sin embargo, el mensaje que a día de hoy y desde hace unos años llega a los ciudadanos a través de fuertes campañas dirigidas por grandes multinacionales se aleja de una decisión forjada de manera estricta en la voluntad, pues más bien es producto de un cambio necesario en las formas de explotación debido directamente a las consecuencias que muchos teóricos y pensadores defendían: la materia de explotación no es infinita.
Dentro de la problemática que atañe al debate entre ética y ecología existe infinidad de planteamientos que aquí ni se nombran, como determinar qué es naturaleza, qué se entiende por ella y cuántas nociones es posible concretar, cuáles son las distintas corrientes que se enfrentan en su defensa y cuáles sus planteamientos, si es posible una ética de conducta, la diferencia entre natural/artificial, en definitiva todo el contenido epistemológico que conlleva; este texto sólo pretende subrayar que el cambio de modelo no ha sido producido sino por una exigencia puramente de sistema de mercado, lo que es un alivio, pero en ningún modo es una lección de ética medioambiental.