Estos días hay bastante desasosiego entre el personal socialista tras el batacazo del 22-M. Seguramente donde más ‘navajeo’ funciona es en Sevilla. No lo duden. Cada vez que se analiza un nuevo dato y se interpreta el resultado de cada distrito electoral, surgen los enfrentamientos y amenazas entre los partidarios del alcalde en funciones, Monteseirín, y del derrotado candidato, Juan Espadas.
La acusación mutua se ha puesto a la orden del día. Todos entienden que el culpable es el de enfrente. Pero lo más curioso es que todos apuntan a José Antonio Viera, secretario provincial del PSOE y principal implicado en el caso ERE, por su etapa como consejero de Trabajo de la Junta. Ahí es donde está la causa del hundimiento socialista en Sevilla. Lo sorprendente es que se echen las culpas entre los bandos, cuando posiblemente la culpabilidad tenga su origen en Manuel Chaves, continúe por las malas artes de Gaspar Zarrías y se corone en la vulgar y mediocre actuación de Viera.
La cosa puede acabar mal y, cuando empiecen a comprobar que no hay coche oficial que les lleve y les traiga, así como que no llega el sueldo de antaño, el tal Viera corre serio peligro en Sevilla y posiblemente en Andalucía. Históricamente no ha existido partido político con más rencor y odio instalado que el PSOE, con sus ramificaciones regionales. Y es que entre el socialismo de corneta no se perdona ni se olvida la pérdida de sueldos y prebendas. Y mucho menos si hay que trabajar para ganarse el pan.
El mapa de la rebelión interna socialista ha empezado a alcanzar dimensiones enormes. Se han acabado los días de vino y rosas. Ya hay provincias donde las pintan calvas y a lo grande; ahí tenemos el ejemplo en Málaga, Cádiz, Córdoba,… donde los cuchillos largos se afilan a la espera de cómo responda Griñán a estos primeros golpes. “A medida que cientos de militantes socialistas vayan saliendo por las puertas de las instituciones públicas como consecuencia del 22-M, las sedes serán un hervidero de malestar dispuesto para estallar”, comentaba un digital de prestigio.
Si desde hace eran sospechas, hoy no hay duda que Andalucía atraviesa un momento caótico, tan caótico como Castilla-La Mancha y Cataluña. Cuando la gestión es un desastre y sale a la luz, las cañas se vuelven lanzas. Estamos ante un pufo integral del socialismo a la española y, seguramente, ante el mayor desprestigio español de cara al exterior. La confianza en España se ha vuelto tormentosa y preocupante; hemos pasado de ver los toros desde barrera hace siete años a escondernos detrás de esa.
Pérez Rubalcaba, Fredy para los amigos socialistas desde hace unos días, no ha perdido de vista a Andalucía y ha acudido raudo a entrevistarse con Griñán. Las cañas hoy son afilados estiletes que hacen enmudecer a los menos atrevidos; ahí tienen escondidos y mudos a personajes socialistas como Carmen Chacón, Sebastián, Bibi Aído, Pajín, el ‘bachiller’ Pepiño o el sindicalista Valeriano, por poner algunos ejemplos.
En los próximos días vamos a comprobar que se cumplen muchos de los postulados de la obra de Ignacio F. Candela: “La afilada navaja de Ockham II”. Desde hoy mismo, Gaspar Zarrías se ha convertido en el siguiente objetivo de los socialistas descontentos que, según fuentes de todo crédito, podrían plantarle cara y pedirle explicaciones sobre el desastre andaluz, la corrupción de tantos años, los EREs maldecidos y el exceso de privilegios. Y es que el desfile socialista va a ser muy largo en el tiempo y muy triste en la situación. Sembraron vientos y empiezan a recoger tempestades. No tenemos ninguna duda que en el socialismo muere a hierro quien a hierro mata.
Las elecciones generales están un poco más cerca. Ni Andalucía puede seguir como está ni España debe consentir la ruina que ha traído, una vez más, el socialismo de castañuelas y banderías. Se ha consentido en exceso, sobre todo por los abundantes complejos que acompañan a la izquierda y por el fraude sindical que impera en los aledaños del Gobierno. Ahí tienen el resultado.