STRATHAM, N.H. El robusto granero blanco de las inmediaciones proporciona una imagen digna de una postal de Navidad, símbolo de un país sólido, tranquilo, trabajador y confiado. El lema tras el candidato, "Creer en América", no invita al debate.
Al margen de la conclusión a la que pueda llegar la tertulianocracia a tenor del anuncio por parte de Mitt Romney de su candidatura presidencial la semana pasada, todos podríamos reconocer al tipo el mérito de tratar de asegurarnos que no todo en política ha cambiado.
En una era de circos mediáticos volantes en la que nunca sabes quién se postula y quién trata simplemente de elevar las ventas de su libro o sus honorarios por conferencia, Romney hizo las cosas como toda la vida. Quiere ser presidente de verdad, y ofreció imágenes agradables para invitarnos a verle anunciarlo. Fue la venerable liturgia de nuestra religión civil.
Por desgracia para Romney, apenas tuvo un momento de sol porque se presentaron nubarrones. Sarah Palin y Rudy Giuliani hicieron acto de presencia en New Hampshire el día señalado del gobernador de Massachusetts, destacando el motivo de que Romney se vea acosado por la palabra "putativo" precediendo casi siempre a la palabra "favorito".
Pero la tesitura de Romney está relacionada con algo más que con el propio caballero. Habla de la situación de un partido que no le deja mostrar su trayectoria real y que le obliga constantemente -- a él y al resto de Republicanos -- a decir cosas raras.
El mayor logro político de Romney, la reforma sanitaria de Massachusetts, fue un trabajo magistral de política y legislación. Ryan Lizza firmaba hace poco en el New Yorker un soberbio artículo acerca de la forma en que Romney logró que se aprobara la reforma. La campaña debería de reproducirla en bruto. En cambio, los lugartenientes de Romney rezan porque el elector de las primarias Republicanas no lea el artículo. Trabajar con esos antipáticos Demócratas para tramitar alguna clase de programa público avanzado está ya prohibido.
Ni siquiera los incondicionales de Romney reunidos en la Granja Doug & Stella Scamman se contuvieron cuando Romney mencionó su reforma sanitaria, hay que admitir que sin demasiado entusiasmo, destacando que había "llegado a una solución que partía de una mala situación y la mejoraba".
Pero recibió la que fue, según mis cálculos, su mayor ovación cuando prometió "la derogación integral del Obamacare". Y tanto Palin como Giuliani abordaron la mayor parte de las columnas sobre el anuncio de Romney cebándose con él a tenor de la sanidad. Cuando tu partido te obliga a esquivar tus logros, no es ningún misterio que tengas que cambiar de forma.
Pero fue Romney en persona quien traicionó el pilar central del conservadurismo contemporáneo. "¿Sabíais", preguntó, "que el estado -- federal, estatal y local -- del Presidente Obama ha ido creciendo hasta consumir casi el 40% de nuestra economía? Estamos sólo a un pelo de dejar de ser una economía libre".
En realidad, el gobierno federal del que Obama es responsable "consume" una cuarta parte de la economía -- y esto tras una grave recesión, momento en el que el porcentaje del estado naturalmente se eleva.
Pero hasta admitiendo a Romney su modificación del gasto público en todas las instancias del estado, la noción de que estamos "a un pelo de dejar de ser una economía libre" es más que absurda. Insinúa que la única forma en que determinamos si una economía o un país son "libres" es calculando cuánto gasta el gobierno.
¿Somos menos "libres" porque destinamos dinero a centros públicos y préstamos estudiantiles, a los programas Medicare y Medicaid de ancianos y pobres, a las fuerzas de orden público y los bomberos, a infraestructuras, defensa nacional y protección del medio ambiente? ¿Seríamos "más libres" si el estado destinara el 0% de la economía y simplemente dejara de funcionar?
Romney, supuestamente, no cree esto, pero la lógica de lo que dijo se desprende exactamente en esa dirección. Encaramos así las presidenciales de 2012 manteniendo un debate fundamental en torno a lo que significa la palabra "libertad". Si libertad, como parecen insistir los conservadores, se reduce principalmente al porcentaje del gasto público, entonces un país como Suiza, en el que el estado gasta muchísimo, será menos "libre" que una dictadura de derechas sin estado del bienestar y sin centros públicos de enseñanza -- pero que tampoco deje a su población hablar, rezar, escribir u organizarse con libertad.
Muchos de nosotros "creemos en América" porque creemos que su historia demuestra que nuestras libertades sagradas son compatibles con un estado bastante sustancial que invierte en esfuerzos por ampliar la libertad del deseo, del miedo, del trato injusto y de mejorarnos. Eso, como les gusta decir a los políticos, es de lo que trata esta campaña.