Como la imaginación es libre, a lo largo de mucho tiempo me he imaginado la reacción de un japonés, un chino o un canadiense ante el espectáculo de luz y color que se le presenta en nuestras calles a lo largo de la Semana Santa. Es necesario recurrir a nuestro pobre conocimiento de otras lenguas para intentar hacerles llegar a sus mentes que se trata de conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Un hecho acaecido hace alrededor de dos mil años en un pequeño país del cercano oriente.
Pero mi pregunta llega a más. ¿Los nacidos y criados de Despeñaperros hacia arriba entienden lo que está sucediendo? ¿Los propios malagueños conocemos la dimensión de lo que sucede? Creo que no, por lo menos suficientemente. No es mi misión catequizar al pueblo, ni ir en contra de tradiciones ancestrales. Bastante tengo con enterarme yo de lo que se celebra y actuar en consecuencia.
Desde las instancias eclesiales se está procurando darle mayor sentido y contenido a lo que, por otra parte, es una auténtica maravilla incomparable. Pero estimo que debemos incidir en lo que se hace y algo menos en como se hace. Las cofradías van por ese camino. Y la gente corriente lo entiende y lo pide. Se está propiciando la labor caritativa durante todo el año, la hermandad entre los cofrades y la presencia evangélica de los mismos en sus propios ambientes. Tenemos que dar un paso más. Evitar los personalismos y dar paso a la presencia comunitaria. La oración comprometida y la cercanía del pobre, malagueño, inmigrante y de todo el mundo.
Disfrutemos de la Semana Santa, pero aprovechémosla para pararnos y pensar. Cuando se quita la interrogación y la Semana ¿Santa? se convierte en Semana Santa proclamamos una BUENA NOTICIA.