Turquía ha vetado la candidatura de Ursula Plassnik a la secretaría general de la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa), provocando las iras de la coalición socialdemócrata-conservadora que detenta el poder en Austria. El ministro de Exteriores, Michael Spindelegger, ha afirmado que es una decisión “incomprensible y en absoluto razonada”.

La secretaría general de la OSCE la ocupará quien logre la unanimidad de sus 56 miembros, lo que en la práctica quiere decir que todos los países tienen derecho de veto. Además de la rechazada Plassnik, aspiran a ocupar ese puesto otras tres personas: el diplomático turco Ersin Erçin, el italiano Lamberto Zannier, exjefe de la misión de Naciones Unidas en Kosovo y el portugués João Soares, exalcalde de Lisboa.

Venganza alla turca
Sabemos de sobra que las venganzas son platos que se sirven a cierta temperatura, y el gobierno turco se ha encargado de volver a demostrar la verdad del tópico. Las negociaciones para la adhesión de Turquía a la Unión Europea comenzaron en octubre de 2005, pero estuvieron a punto de saltar por los aires cuando intervino Ursula Plassnik.

Plassnik, del conservador ÖVP (Partido Popular Austriaco) y a la sazón ministra de Exteriores, recordó que la capacidad de la UE para aceptar nuevos miembros debe tener un límite, lo que veladamente era un rechazo a la incorporación de Turquía. Austria también cuestionó el principio de que el objetivo de las negociaciones es siempre la adhesión, provocando el enfado de los representantes turcos.

Ahora, la exministra sufre consecuencias inesperadas para ella cinco años después de oponerse a la entrada turca en la UE. Duro golpe para Plassnik, a quien su gobierno le ha reservado un destino menor que la jefatura de la OSCE, pero no por ello menos glamuroso: será la nueva embajadora de su país en Francia.