Todos nos ponemos metas día a día y Abel Resino también se incluye en ese colectivo. Como bien dijo en la rueda de prensa post partido ante el Alcorcón, él ha conseguido su objetivo: meter al Valladolid en play off, una tarea nada fácil que tras de sí esconde una temporada totalmente atípica.
Para empezar, las riendas del conjunto blanquivioleta no las tomó dicho técnico, sino Antonio Gómez, sustituido por el toledano tras la jornada 14. El constante vaivén al que se sometió el equipo durante estos primeros envites dejó caer todas las culpas al imberbe entrenador. Un craso error que pronto salió a la luz cuando Abel llegó a Valladolid.
El cuadro pucelano no consiguió vencer en los cuatro primeros encuentros que dirigió el ex portero, y que posteriormente, falló también con nefastos resultados, datos que lo proclamaron como el peor entrenador que se había sentado en el banquillo de Zorrilla y que, con estas estadísticas, a punto estuvo el equipo de caer en los tan temidos puestos de descenso.
La segunda vuelta otorgó aire freso al Valladolid. Durante la visita a Huelva Abel se topó con el once de gala ¿o fue el once el que lo encontró a él? Fuere como fuere la maldición a domicilio se terminó y la victoria llegó cuatro meses después. Once, que por cierto, se ha mantenido casi intacto en el resto de partidos, salvo las obligadas rotaciones por sanción o lesión.
Entre menos intermitencias, los pucelanos también han contribuido a llenar los corazones blanquivioletas con más momentos extraños. La portería se ha convertido en una de las más inestables, hasta cuatro porteros han llegado a estar bajo palos, dejando constancia de que la mejor resistencia la presentaba el promesa Javi Jiménez, quien ha sido capaz de mandar al banquillo hasta un internacional como Justo Villar.
Pero, aunque todo esto parezca curioso, todavía hay algo más presumible. El conjunto pucelano se ha consagrado como ‘equipo aspirina’ cual médico ejerciendo su oficio. Logró revivir a equipos que agonizaban, entre ellos, dos casos bastante escandalosos, Las Palmas que no ganaba desde hacía 14 jornadas, o Tenerife, cuando prácticamente tenía los dos pies en 2ºB. Curiosamente los equipos isleños, lugar donde los jugadores parecen hacer estragos a causa de un mal del que les es complicado zafarse.
Y entre situaciones atípicas también conviven entrañables. Javi Guerra, el máximo anotador con 28 dianas, se ha hecho un hueco en lo más profundo del corazón del aficionado, así como en la historia del Club, convirtiéndose en el primer jugador que alcanza esta cifra de goles en una temporada en Segunda División.
Además, los seguidores han sufrido tanto o más como los jugadores, pues varios encuentros acabaron con una victoria ‘in extremis’ de esas en las que te dejan sin aliento y que, a la postre, se viven el doble. Goleadas, también, que han hecho disfrutar de lo lindo, justamente con dos equipos vecinos, el Salamanca y el Numancia, además de con el Córdoba.
Y es que, una vez que la meta se ha conseguido es el momento de apelar a la campaña que ha realizado el Real Valladolid con su eslogan ‘No aflojes’, porque ahora es cuando hay apretar. Ahora hay un bloque unido y consistente que se dirige a una única dirección, a pesar de que la travesía al play off se alargó hasta el último momento, quizá, por un exceso de confianza y ansiedad.
Hemos conseguido una parte, tenemos la lana para seguir tejiendo y un equipo con ilusión y aptitudes con las que es posible vencer al rival. En Liga ya se ha conseguido y es esencial volver a hacerlo. Ahora sí hay que actuar con más cabeza que corazón, con tranquilidad y sin atisbos de inseguridad porque estar aquí es un premio.
Hay que tirar de casta y coraje para materializar todo el esfuerzo. Sin duda, y lo más importante también, ser tolerante, si no es hoy será mañana, pero una cosa está clara: no aflojaremos, y por eso, volveremos.