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En lo que a mí concierne, el ex candidato a vicepresidente John Edwards es como el moho de los pantanos. Que yo sepa, no es un delito

Capullo, no un delincuente

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WASHINGTON - .Podemos elucubrar, me parece a mí, acerca de la parte del moho del pantano. El caballero engañaba a su mujer -- y se defendía destacando que el cáncer que sufría ella estaba remitiendo en aquella época. Incluso después de que la aventura saliera a la luz, Edwards mintió en la paternidad de la hija que tenía con la otra. Obligó a un leal becario a reconocer la paternidad, y recurrió a amigos solventes para untar a la mujer.

CAPULLO, NO UN DELINCUENTE<
^Por RUTH MARCUS=
Puedo seguir, pero hablando en serio, ¿queda alguien en América que tenga una pizca de respeto a Edwards? ¿Alguno?

No me lo parece.

Pero ser un capullo, ni siquiera un capullo de la talla Edwardsiana, no es un delito, que es lo que la fiscalía federal lleva más de dos años tratando de imputarle. La teoría original de la acusación dice que Edwards desvió fondos de la campaña para mantener a su amante, Rielle Hunter. Habría sido un gran escándalo, de no ser porque la teoría hacía aguas.

Algunos fiscales se habrían quedado ahí. El fiscal de los 44 condados de Carolina del Norte, George Holding, no es de esos.

La actual acusación que pesa contra Edwards, acusación de la que está a punto de ser condenado, descansa sobre una lectura novel y difusa de lo que constituye donaciones de campaña.

La clave del caso es que durante la campaña de 2008, directamente o a través de terceros, Edwards se puso en contacto con dos de sus donantes económicos más sustanciales, el difunto picapleitos Fred Baron y la heredera Rachel "Bunny" Mellon, para solicitar ayuda económica para mantener a Hunter. Baron y Mellon, motivados en parte por lo menos por el deseo de alimentar la ambición presidencial de Edwards, extendieron talones, de cifras de más de 750.000 dólares.

¿Se trató de una donación a la campaña Edwards, cosa que sería ilegal porque no se declaró como tal y porque superaba los límites permitidos de las donaciones? Eso es una exageración.

El código de financiación de campañas define donación como "cualquier aportación... préstamo, anticipo o depósito de dinero o de cualquier cosa de valor que realiza cualquier particular con el fin de influenciar el resultado de cualquier proceso electoral celebrado para ocupar cualquier cargo público federal". Pero como destaca el Tribunal Supremo, la difusa definición tiene que tener ciertos límites. Si yo presto dinero a mi hija para que pueda ser voluntaria en una campaña política, no es una donación ilegal a la campaña. Si un amigo de una candidata se ofrece a financiar la estancia de su hijo adicto en una clínica de rehabilitación durante la campaña, no es una donación ilegal, ni siquiera si conlleva el beneficio de apartar de la atención de la opinión pública al hijo pródigo.

En un fallo no vinculante del año 2000, la Comisión Electoral Federal llegaba a la conclusión de que un ejecutivo de Washington, D.C. no podía donar cheques de 10.000 dólares a los candidatos de su elección para compensarlos por "las oportunidades laborales en el sector privado a las que están renunciando". Los integrantes de la comisión concluían que "la remuneración por parte de un tercero destinada a los gastos personales de un candidato en campaña se considerará donación por parte de un particular... al candidato, a menos que el pago hubiera de hacerse con independencia de la candidatura". Pero en el caso de Edwards, el dinero no se destinó a la propia candidatura y venía de gente con la que mantenía contacto previo.

Hasta llegando a la conclusión de que los pagos a Hunter constituían donaciones de campaña intolerables, queda la cuestión más grave de si la imputación de un delito criminal es el remedio idóneo. El fallo de una única consulta no vinculante no parece para nada el aval idóneo para meter a Edwards en la cárcel por el dinero desviado a Hunter.

Voy a ser bipartidistamente aprensiva con la tipificación de la política; he sido igual de crítica con el procesamiento del antiguo secretario de la mayoría en la Cámara Tom Delay bajo cargos de lavado de dinero por parte del fiscal del distrito de Texas (Demócrata) como lo he sido con la amenaza de la imputación de un delito a Edwards.

No me gusta poner en tela de juicio los motivos de la fiscalía, pero las extrapolaciones del caso Edwards son inquietantes. A diferencia de la mayoría de los fiscales de la administración Obama, Holding es un vestigio Republicano. Designado para el puesto por George W. Bush, fue ayudante del difunto Senador Republicano Jesse Helms y asistente del magistrado federal Terrence Boyle, otro antiguo ayudante de Helms cuya elevación a la sala de apelaciones fue impedida por... un tal John Edwards, cuando era senador.

El sistema de financiación de campañas está cogido con alfileres, con pozos de dinero no declarado a punto de entrar en la campaña de 2012. ¿Y el Departamento de Justicia dedicando sus energías -- dos años y contando -- a ir a por Edwards mientras tanto? Este uso de los recursos del estado basta, me sorprende decir, para hacerme sentir cierta simpatía hacia él.

Capullo, no un delincuente

En lo que a mí concierne, el ex candidato a vicepresidente John Edwards es como el moho de los pantanos. Que yo sepa, no es un delito
Ruth Marcus
lunes, 30 de mayo de 2011, 07:19 h (CET)
WASHINGTON - .Podemos elucubrar, me parece a mí, acerca de la parte del moho del pantano. El caballero engañaba a su mujer -- y se defendía destacando que el cáncer que sufría ella estaba remitiendo en aquella época. Incluso después de que la aventura saliera a la luz, Edwards mintió en la paternidad de la hija que tenía con la otra. Obligó a un leal becario a reconocer la paternidad, y recurrió a amigos solventes para untar a la mujer.

CAPULLO, NO UN DELINCUENTE<
^Por RUTH MARCUS=
Puedo seguir, pero hablando en serio, ¿queda alguien en América que tenga una pizca de respeto a Edwards? ¿Alguno?

No me lo parece.

Pero ser un capullo, ni siquiera un capullo de la talla Edwardsiana, no es un delito, que es lo que la fiscalía federal lleva más de dos años tratando de imputarle. La teoría original de la acusación dice que Edwards desvió fondos de la campaña para mantener a su amante, Rielle Hunter. Habría sido un gran escándalo, de no ser porque la teoría hacía aguas.

Algunos fiscales se habrían quedado ahí. El fiscal de los 44 condados de Carolina del Norte, George Holding, no es de esos.

La actual acusación que pesa contra Edwards, acusación de la que está a punto de ser condenado, descansa sobre una lectura novel y difusa de lo que constituye donaciones de campaña.

La clave del caso es que durante la campaña de 2008, directamente o a través de terceros, Edwards se puso en contacto con dos de sus donantes económicos más sustanciales, el difunto picapleitos Fred Baron y la heredera Rachel "Bunny" Mellon, para solicitar ayuda económica para mantener a Hunter. Baron y Mellon, motivados en parte por lo menos por el deseo de alimentar la ambición presidencial de Edwards, extendieron talones, de cifras de más de 750.000 dólares.

¿Se trató de una donación a la campaña Edwards, cosa que sería ilegal porque no se declaró como tal y porque superaba los límites permitidos de las donaciones? Eso es una exageración.

El código de financiación de campañas define donación como "cualquier aportación... préstamo, anticipo o depósito de dinero o de cualquier cosa de valor que realiza cualquier particular con el fin de influenciar el resultado de cualquier proceso electoral celebrado para ocupar cualquier cargo público federal". Pero como destaca el Tribunal Supremo, la difusa definición tiene que tener ciertos límites. Si yo presto dinero a mi hija para que pueda ser voluntaria en una campaña política, no es una donación ilegal a la campaña. Si un amigo de una candidata se ofrece a financiar la estancia de su hijo adicto en una clínica de rehabilitación durante la campaña, no es una donación ilegal, ni siquiera si conlleva el beneficio de apartar de la atención de la opinión pública al hijo pródigo.

En un fallo no vinculante del año 2000, la Comisión Electoral Federal llegaba a la conclusión de que un ejecutivo de Washington, D.C. no podía donar cheques de 10.000 dólares a los candidatos de su elección para compensarlos por "las oportunidades laborales en el sector privado a las que están renunciando". Los integrantes de la comisión concluían que "la remuneración por parte de un tercero destinada a los gastos personales de un candidato en campaña se considerará donación por parte de un particular... al candidato, a menos que el pago hubiera de hacerse con independencia de la candidatura". Pero en el caso de Edwards, el dinero no se destinó a la propia candidatura y venía de gente con la que mantenía contacto previo.

Hasta llegando a la conclusión de que los pagos a Hunter constituían donaciones de campaña intolerables, queda la cuestión más grave de si la imputación de un delito criminal es el remedio idóneo. El fallo de una única consulta no vinculante no parece para nada el aval idóneo para meter a Edwards en la cárcel por el dinero desviado a Hunter.

Voy a ser bipartidistamente aprensiva con la tipificación de la política; he sido igual de crítica con el procesamiento del antiguo secretario de la mayoría en la Cámara Tom Delay bajo cargos de lavado de dinero por parte del fiscal del distrito de Texas (Demócrata) como lo he sido con la amenaza de la imputación de un delito a Edwards.

No me gusta poner en tela de juicio los motivos de la fiscalía, pero las extrapolaciones del caso Edwards son inquietantes. A diferencia de la mayoría de los fiscales de la administración Obama, Holding es un vestigio Republicano. Designado para el puesto por George W. Bush, fue ayudante del difunto Senador Republicano Jesse Helms y asistente del magistrado federal Terrence Boyle, otro antiguo ayudante de Helms cuya elevación a la sala de apelaciones fue impedida por... un tal John Edwards, cuando era senador.

El sistema de financiación de campañas está cogido con alfileres, con pozos de dinero no declarado a punto de entrar en la campaña de 2012. ¿Y el Departamento de Justicia dedicando sus energías -- dos años y contando -- a ir a por Edwards mientras tanto? Este uso de los recursos del estado basta, me sorprende decir, para hacerme sentir cierta simpatía hacia él.

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