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“Para el pueblo inglés hay dos grandes razas en el mundo; ni menos ni más: la raza humana y la raza inglesa; abyecta la primera, nobilísima la segunda.” Donoso Corté

Los viejos lores ingleses sueñan en su perdido imperio

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En este mundo hay muchas maneras de hacer el ridículo y una de ellas, sin duda alguna, es la que están protagonizando, estos días, los ingleses nostálgicos de aquella época en la que eran los dueños del mundo, gracias a su gran facilidad para abusar de la fuerza y convertir en sus esclavos a los habitantes de aquellos países lejanos sobre los que ejercieron su omnímodo poder. Algunos de estos viejos engreídos se han llegado a creer que fueron ellos los que ganaron las dos guerras mundiales: la de 1914 y la de 1939, cuando, en ambas ocasiones, estuvieron a punto de ser barridos del mapa con toda su flema y superioridad, por los ejércitos alemanes, si no hubiera sido por la ayuda desinteresada que le prestaron los EE.UU y por los cientos de miles de soldados, de sus antiguas colonias, enviados a los frentes para convertirse en víctimas propiciatorias de su madre putativa, la Gran Bretaña del señor Herbert Henry Asquith del partido liberal, como primer ministro en 1914 y el señor Wiston Churchill de los tories en 1939.

El que una serie de viejos lores, momias resecas que sueñan con pasadas glorias del desaparecido imperio británico, se crean que, todavía, siguen siendo los amos de la tierra, se expresen con la ampulosidad y desenfado de los viejos oficiales, que trataban a patadas a los cipayos del ejército de la Compañía Británica de las Indias Orientales o de aquellos otros que disparaban impunemente, en la India, contra las multitudes de civiles, en los tiempos de Mahatma Gandhi, en aquellos épocas en las que el dominio británico tuvo que ir cediendo ante, la evidente intención de aquellos países, sobre los que dominaban, de sacudirse de aquellas pesas cadenas a las que estuvieron sometidos durante la ocupación inglesa; no pueden atemorizar más que a los pusilánimes. Ni Inglaterra es la gran potencia que se imaginan ni España, señores, tiene nada que ver con aquellas inermes Malvinas, sobre las que la armada inglesa, en una demostración desproporcionada de potencia, descargó sus iras sin tener enfrente de ella más que a un puñado de soldados argentinos indefensos. Aun así, se supo posteriormente, que la desorganización y los errores garrafales cometidos por los militares ingleses estuvieron a punto de costarles un serio disgusto a aquellas tropas expedicionarias.

El RU acaba de pedir oficialmente abandonar la UE. Esto significa, como muy bien le han recordado desde Bruselas, que aquellos privilegios, aquellas facultades de opinar y aquellos beneficios y deberes que tenía contraídos con la UE que no con la CE, van a tener que desaparecer y, todo ello, va a suponer que durante un tiempo las negociaciones sobre cómo van a pagar los ingleses los 60.000 millones de euros que le deben a Europa, como se van a poner en solfa sus actuales participaciones en la serie de organismo en los que vienen ocupando puestos representativos o, incluso, cuál va a ser su participación en la OTAN y qué tipo de relación va a seguir manteniendo en la defensa del continente frente a posibles ataques que pongan en peligro, no sólo a la Europa comunitaria de los 26, sino respecto a las obligaciones de la OTAN en el caso de que la agredida fuera la GB.

En realidad, la señora May está atrapada entre los de su propio partido, que no son partidarios del Brexit y los habitantes de Escocia, mayoritariamente defensores de continuar en Europa, que ya han solicitado, de nuevo, un referéndum para pedir de nuevo la independencia y seguir perteneciendo a Europa, algo que, como es sabido, les va a resultar muy difícil de conseguir, aunque hubo un tiempo, el de los Estuardos, en el que fueron una nación independiente, dentro de la GB. ¿Si los ingleses decidieran intervenir militarmente en España, cuál iba a ser la reacción inmediata de la OTAN?, ¿Acaso nos dejarían desprotegidos ante la petulancia y el atrevimiento de los ingleses, que pretenden abandonar Europa, o reaccionarían poniendo en alerta el potencial militar europeo para acudir en nuestro auxilio? En realidad, desde Bruselas ( y esto es lo que ha irritado soberanamente a los británicos) ya se les ha informado a los ingleses de que, si existiera un conflicto con los habitantes de Gibraltar debería resolverse entre Inglaterra y España; lo que marca el destino de los 30.000 “llanitos” de la colonia inglesa en España que, como es evidente,66 van a seguir en su espantada a su patria de adopción, en virtud del tratado de Utrecht; dejando de pertenecer a la UE, lo que supone, lo mismo que les pasaría a los catalanes, no poder gozar de ninguno de los privilegios, crediticios, comerciales, económicos y sociales, incluido los del tratado de Schengen de libre circulación entre los países de la comunidad europea.

Los ingleses deberán de empezar a acostumbrarse en que no van a tener los derechos, la influencia, las posibilidades de imponer su voluntad ni de beneficiarse, como antes, de los privilegios de los que gozaban hasta ahora por el sólo hecho de pertenecer a la UE. No van a seguir creyendo que, si no quieren participar en las cargas, si no desean aceptar la cuota de inmigrantes que les corresponden, si pretenden que, con su chulería, su esnobismo, su pretendida superioridad y lo encantados que están con su propia imagen, van a conseguir achantarnos, amedrentándonos o humillándonos; en esta caso pueden empezar a cambiar de planes porque, a esta raza, a estos sureños a los que ellos miran con tanta displicencia, basta que se nos toquen las narices, que se intente imponernos algo a la fuerza o que alguien quiera darnos lecciones sobre cuál ha debe ser nuestro comportamiento, para que nos hinchen las gónadas y seamos capaces de crear problemas, incluso a aquellos que se creen que basta con amenazarnos para que corramos a escondernos como un perro faldero.

Recomendamos, a los vejestorios del club de los lores ingleses, que sigan tomando el té de las cinco, que se fumen sus puros, que empiecen a ver lo que ocurre en el mundo lejos de la niebla sempiterna de las calles de Londres, que lean la prensa y que consulten sus ostentosos y victorianos relojes de refulgentes cadenas de oro, para no quedarse anclados en los sueños de sus viejas conquistas militares y aterricen, si es que se lo puede llamar así, en este siglo XXI, y aparten las cortinas de ganchillo de su salón de fumar, para que se puedan enterar de que, la todopoderosa libra, ya ha bajado un 20% de su valor de mercado desde que, en su gran egolatría y sentimiento de superioridad, pretendieron hacer temblar a Europa, anunciando que ellos solos se bastaban y sobraban para continuar siendo los eternos bocazas de sus pasados fastos que, si me apuran, han quedado reducidos a la magnífica música de Edward Elgar, Op.39 “Pompa y circunstancia” y poco más.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, si tuviéramos que aconsejar a estos soliviantados hijos de la Gran Bretaña, lo haríamos recomendándoles que no pierdan la flema porque, si empiezan a dilapidar su compostura, corromper su lenguaje cuidado y malgastar sus neuronas, en un intento de reproducir aquellas viejas glorias y grandes empresas llevadas a cabo en el pasado; para adoptar un aire guerrero por la posesión de un pequeño peñón, ubicado en el extremo meridional de España, y amenazar a los españoles con enviar su escuadra, sus submarinos atómicos o sus portaviones para mantener en la Roca a una serie de contrabandistas, funcionarios, mafiosos, vividores y políticos trasnochados, como el señor Fabián Picardo, y especuladores, junto a unos pocos soldados aburridos que no tienen otra cosa que hacer que jugar con los monos ( me refiero a los que se pasean, tan tranquilamente, esperando que los turistas los alimenten con cacahuetes) por los que parecen decididos a utilizar todo su poder militar; deberemos reconocer que lo único que se nos ocurre, ante semejante muestra de necedad, es que el conocido sentido práctico de los británicos, siervos de SM. La Reina, parece que se ha perdido para dejar paso a unos simples isleños, pueblerinos y paletos, que lo que, en realidad, precisarían es que se les diera una buena dosis de modernidad y otra de autocrítica, de las que, por lo visto, tan necesitados se encuentran, para espabilarlos de una vez y hacerles ver que andan equivocados y que, en esta época de la Historia, ya no se puede pretender mantener privilegios en tierra de los demás.

Los viejos lores ingleses sueñan en su perdido imperio

“Para el pueblo inglés hay dos grandes razas en el mundo; ni menos ni más: la raza humana y la raza inglesa; abyecta la primera, nobilísima la segunda.” Donoso Corté
Miguel Massanet
miércoles, 5 de abril de 2017, 00:01 h (CET)
En este mundo hay muchas maneras de hacer el ridículo y una de ellas, sin duda alguna, es la que están protagonizando, estos días, los ingleses nostálgicos de aquella época en la que eran los dueños del mundo, gracias a su gran facilidad para abusar de la fuerza y convertir en sus esclavos a los habitantes de aquellos países lejanos sobre los que ejercieron su omnímodo poder. Algunos de estos viejos engreídos se han llegado a creer que fueron ellos los que ganaron las dos guerras mundiales: la de 1914 y la de 1939, cuando, en ambas ocasiones, estuvieron a punto de ser barridos del mapa con toda su flema y superioridad, por los ejércitos alemanes, si no hubiera sido por la ayuda desinteresada que le prestaron los EE.UU y por los cientos de miles de soldados, de sus antiguas colonias, enviados a los frentes para convertirse en víctimas propiciatorias de su madre putativa, la Gran Bretaña del señor Herbert Henry Asquith del partido liberal, como primer ministro en 1914 y el señor Wiston Churchill de los tories en 1939.

El que una serie de viejos lores, momias resecas que sueñan con pasadas glorias del desaparecido imperio británico, se crean que, todavía, siguen siendo los amos de la tierra, se expresen con la ampulosidad y desenfado de los viejos oficiales, que trataban a patadas a los cipayos del ejército de la Compañía Británica de las Indias Orientales o de aquellos otros que disparaban impunemente, en la India, contra las multitudes de civiles, en los tiempos de Mahatma Gandhi, en aquellos épocas en las que el dominio británico tuvo que ir cediendo ante, la evidente intención de aquellos países, sobre los que dominaban, de sacudirse de aquellas pesas cadenas a las que estuvieron sometidos durante la ocupación inglesa; no pueden atemorizar más que a los pusilánimes. Ni Inglaterra es la gran potencia que se imaginan ni España, señores, tiene nada que ver con aquellas inermes Malvinas, sobre las que la armada inglesa, en una demostración desproporcionada de potencia, descargó sus iras sin tener enfrente de ella más que a un puñado de soldados argentinos indefensos. Aun así, se supo posteriormente, que la desorganización y los errores garrafales cometidos por los militares ingleses estuvieron a punto de costarles un serio disgusto a aquellas tropas expedicionarias.

El RU acaba de pedir oficialmente abandonar la UE. Esto significa, como muy bien le han recordado desde Bruselas, que aquellos privilegios, aquellas facultades de opinar y aquellos beneficios y deberes que tenía contraídos con la UE que no con la CE, van a tener que desaparecer y, todo ello, va a suponer que durante un tiempo las negociaciones sobre cómo van a pagar los ingleses los 60.000 millones de euros que le deben a Europa, como se van a poner en solfa sus actuales participaciones en la serie de organismo en los que vienen ocupando puestos representativos o, incluso, cuál va a ser su participación en la OTAN y qué tipo de relación va a seguir manteniendo en la defensa del continente frente a posibles ataques que pongan en peligro, no sólo a la Europa comunitaria de los 26, sino respecto a las obligaciones de la OTAN en el caso de que la agredida fuera la GB.

En realidad, la señora May está atrapada entre los de su propio partido, que no son partidarios del Brexit y los habitantes de Escocia, mayoritariamente defensores de continuar en Europa, que ya han solicitado, de nuevo, un referéndum para pedir de nuevo la independencia y seguir perteneciendo a Europa, algo que, como es sabido, les va a resultar muy difícil de conseguir, aunque hubo un tiempo, el de los Estuardos, en el que fueron una nación independiente, dentro de la GB. ¿Si los ingleses decidieran intervenir militarmente en España, cuál iba a ser la reacción inmediata de la OTAN?, ¿Acaso nos dejarían desprotegidos ante la petulancia y el atrevimiento de los ingleses, que pretenden abandonar Europa, o reaccionarían poniendo en alerta el potencial militar europeo para acudir en nuestro auxilio? En realidad, desde Bruselas ( y esto es lo que ha irritado soberanamente a los británicos) ya se les ha informado a los ingleses de que, si existiera un conflicto con los habitantes de Gibraltar debería resolverse entre Inglaterra y España; lo que marca el destino de los 30.000 “llanitos” de la colonia inglesa en España que, como es evidente,66 van a seguir en su espantada a su patria de adopción, en virtud del tratado de Utrecht; dejando de pertenecer a la UE, lo que supone, lo mismo que les pasaría a los catalanes, no poder gozar de ninguno de los privilegios, crediticios, comerciales, económicos y sociales, incluido los del tratado de Schengen de libre circulación entre los países de la comunidad europea.

Los ingleses deberán de empezar a acostumbrarse en que no van a tener los derechos, la influencia, las posibilidades de imponer su voluntad ni de beneficiarse, como antes, de los privilegios de los que gozaban hasta ahora por el sólo hecho de pertenecer a la UE. No van a seguir creyendo que, si no quieren participar en las cargas, si no desean aceptar la cuota de inmigrantes que les corresponden, si pretenden que, con su chulería, su esnobismo, su pretendida superioridad y lo encantados que están con su propia imagen, van a conseguir achantarnos, amedrentándonos o humillándonos; en esta caso pueden empezar a cambiar de planes porque, a esta raza, a estos sureños a los que ellos miran con tanta displicencia, basta que se nos toquen las narices, que se intente imponernos algo a la fuerza o que alguien quiera darnos lecciones sobre cuál ha debe ser nuestro comportamiento, para que nos hinchen las gónadas y seamos capaces de crear problemas, incluso a aquellos que se creen que basta con amenazarnos para que corramos a escondernos como un perro faldero.

Recomendamos, a los vejestorios del club de los lores ingleses, que sigan tomando el té de las cinco, que se fumen sus puros, que empiecen a ver lo que ocurre en el mundo lejos de la niebla sempiterna de las calles de Londres, que lean la prensa y que consulten sus ostentosos y victorianos relojes de refulgentes cadenas de oro, para no quedarse anclados en los sueños de sus viejas conquistas militares y aterricen, si es que se lo puede llamar así, en este siglo XXI, y aparten las cortinas de ganchillo de su salón de fumar, para que se puedan enterar de que, la todopoderosa libra, ya ha bajado un 20% de su valor de mercado desde que, en su gran egolatría y sentimiento de superioridad, pretendieron hacer temblar a Europa, anunciando que ellos solos se bastaban y sobraban para continuar siendo los eternos bocazas de sus pasados fastos que, si me apuran, han quedado reducidos a la magnífica música de Edward Elgar, Op.39 “Pompa y circunstancia” y poco más.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, si tuviéramos que aconsejar a estos soliviantados hijos de la Gran Bretaña, lo haríamos recomendándoles que no pierdan la flema porque, si empiezan a dilapidar su compostura, corromper su lenguaje cuidado y malgastar sus neuronas, en un intento de reproducir aquellas viejas glorias y grandes empresas llevadas a cabo en el pasado; para adoptar un aire guerrero por la posesión de un pequeño peñón, ubicado en el extremo meridional de España, y amenazar a los españoles con enviar su escuadra, sus submarinos atómicos o sus portaviones para mantener en la Roca a una serie de contrabandistas, funcionarios, mafiosos, vividores y políticos trasnochados, como el señor Fabián Picardo, y especuladores, junto a unos pocos soldados aburridos que no tienen otra cosa que hacer que jugar con los monos ( me refiero a los que se pasean, tan tranquilamente, esperando que los turistas los alimenten con cacahuetes) por los que parecen decididos a utilizar todo su poder militar; deberemos reconocer que lo único que se nos ocurre, ante semejante muestra de necedad, es que el conocido sentido práctico de los británicos, siervos de SM. La Reina, parece que se ha perdido para dejar paso a unos simples isleños, pueblerinos y paletos, que lo que, en realidad, precisarían es que se les diera una buena dosis de modernidad y otra de autocrítica, de las que, por lo visto, tan necesitados se encuentran, para espabilarlos de una vez y hacerles ver que andan equivocados y que, en esta época de la Historia, ya no se puede pretender mantener privilegios en tierra de los demás.

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