Llegamos a las calles del principado y en el plano técnico no hay mucho que añadir, ya que generalmente los coches que corrieron en Barcelona serán los que veamos en el principado. La diferencia radicará principalmente en la configuración especial que se necesita, pero si hay un trazado donde el piloto marca la diferencia es este sin duda.
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Circuito de Mónaco.
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Pablo García Fariña / SIGLO XXIMonoplaza neutro
Para ganar en Mónaco se necesita tener un monoplaza de respuesta extremadamente ágil: Aquí no vale el subviraje, ni el sobreviraje. Necesitamos tener un coche neutro, blando de suspensiones para poder asimilar las irregularidades del asfalto callejero y con una gran capacidad de tracción.
La aerodinámica es secundaria, ya que no abundan las curvas rápidas y solo el Casino, y la Piscina necesitaran un alto downforce. No obstante la carga que pondremos será alta, ya que el desarrollo del cambio es el más corto del campeonato con lo que la incidencia de esta en la velocidad máxima no nos afectará.
Necesitamos una refrigeración especial para los frenos que, aunque no soportan una gran fatiga no tienen tiempo para refrigerarse en toda la vuelta, lo que provoca un sobrecalentamiento. El frío asfalto monegasco suele ser benevolente con las gomas, así que el desgaste será menor y se estima una media de dos paradas el domingo
Pirelli estrena este fin de semana el superblando, un compuesto que vendrá bien a los equipos con dificultad para calentar las gomas y que pondrá más salsa a una carrera que históricamente carece de adelantamientos.
Entrar en la historia.
Con Red Bull ejerciendo su autoridad y Mclaren como única alternativa. Mónaco ofrece a los pilotos capaces de rodar al límite, una oportunidad para enseñar las uñas. Aquí el binomio coche-piloto es más equilibrado. Los reflejos, la sangre fría, las ansias de victoria y la capacidad para exprimir hasta la última gota de velocidad del coche son lo que diferencia a los buenos pilotos de las leyendas, y eso es lo que las calles del principado encierran en sus míticos virajes. Si Barcelona era la prueba definitiva de los monoplazas, Mónaco lo es de los pilotos. Coronarse aquí otorga prestigio y reconocimiento. Ganar en Mónaco es la manera de entrar el recuerdo y en la memoria de los aficionados.