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Segundos Fuera

Operación Chamartín (XVI)

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Fotonoticia 20170314105224 640

Socha (Firma colectiva)

Pero no se van. Seguirán lo que haga falta. Y no desde una esquina, porque la ‘refriega’ no se disputa en un cuadrilátero de boxeo o en un octógono de lucha libre, sino en el ring de unas mesas de negociación secretas (técnicas y políticas) montadas en torno a la Operación Chamartín. En ellas participan el Ayuntamiento de Madrid, la Administración de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) y Distrito Castellana Norte (DCN). En una especie de riña compleja que no es a patadas ni a puñetazos, sino con mamporros de otro tipo. Y con unos segundos que no están para curar heridas, limpiar sangre o maquillar moratones sino para convertirse en actores, que encarnan (sin suplantar) a los que manejan un cotarro en el que, entre ofertas e inquietudes, se deciden repartos bajo el disfraz de ‘acuerdos’. Unos acuerdos que explican, cada uno como quiere, para persuadir a todos de que se busca el beneficio general y no las pretensiones de los que negocian.

En esta situación, parece que los segundos son más útiles que los primeros, los que cortan el bacalao sin que nadie se entere de que lo cortan. Estos quedan inmaculados frente a los tinglados económicos que se manejan, los beneficios que se reparten y los intereses (personales y de otro tipo) que se pactan. Se consigue así una división de temas: Unos, angelicalmente etéreos y dedicados al bien común, de los que se ocupan todos, aparezcan o no ante focos y pantallas. Y los más tangibles y materiales, de los que sólo se encargan los que aparecen con nombres y apellidos, cargo y encargo; sobre todo con encargo.

Nombres, apellidos y cargos. Conviene recordarlos; y, usando la lógica, tratar de centrarse en los encargos hechos a los que ocupan la primera línea de atención; y de pantalla. Aparece así el trío BBC, o Bravo, Béjar y Calvo, que referimos en Operación Chamartín (IV), con las titulaciones y ocupaciones que mostramos en Operación Chamartín (V). Y con los cargos que ocupa cada uno al sentarse a la mesa, que expusimos en Operación Chamartín (VIII).

Pero en una situación como la presente, de silencio interesado, parece oportuno entrar en el proceloso mundo de los encargos y de quien los hace. Unos encargos que pueden dividirse en dos clases: Los fáciles de entrever, en Ayuntamiento de Madrid y DCN, porque se conoce lo que hay alrededor de ellos. Y el difícil, en un ADIF hermético en el que hay que tener en cuenta las circunstancias e intereses (de personas y clanes) que determinan resultados.

Repasemos los primeros:

En el Ayuntamiento de Madrid, es el concejal Calvo, quien, como delegado del Área de Desarrollo Urbano Sostenible, tiene el encargo de hacer lo que corresponde. Es lo que hace, con el afán de salvar las figuras de la alcaldesa y de sus asesores urbanísticos; y de forzar una solución según la propuesta de la llamada ‘arquitectura de la izquierda’, sólo esbozada. Por lo visto, eso se concreta en el ánimo de impedir que la Operación se desarrolle según el concurso que adjudicó RENFE, obviando las responsabilidades y circunstancias que existen. Pero eso, ahora, no es motivo de negociación, ya que, dicen, aquello ‘está muerto’ (Expresión literal) y obliga a prescindir del ‘Proyecto cadáver’ (del decano del Colegio de Arquitectos Ezquiaga) que lo desarrolló para buscar una salida (impuesta por el Ayuntamiento) en la que no se sabe si, como parte del encargo, el concejal Calvo ha tenido en cuenta (llevando a las mesas de negociación) los efectos de una pretensión que, de consumarse, tendría consecuencias en aspectos tan relevantes como indemnizaciones, financiación, paralizaciones y litigios.

En DCN, el encargo hecho a su Presidente, Antonio Béjar, no puede tener otro origen que la cúpula del BBVA para quien trabaja. En ese encargo, por lógica, han de estar los hechos, normas e intereses por los que se rige la entidad mercantil. Entre ellos, aunque no en orden de importancia, cabe citar: El prestigio de DCN, que afecta a sus dueños, especialmente a BBVA que es socio mayoritario. El beneficio económico. Los derechos adquiridos en la licitación en la que resultó adjudicatario. La relación entre los socios (BBVA y Constructora San José). La proyección que la solución reporte: positiva si llega a buen término; o gravosa si fracasa y se pierden inversiones y derechos del concurso. La imagen de futuro. Y las líneas de negocio que en la negociación deben aparecer convertidas en motivos de trueque, señuelo o meta.

Y adentrémonos en el último de los encargos, el que anima (o paraliza) la actividad en ADIF:

Como cuestión previa, advirtamos que ADIF depende del Ministerio de Fomento, que es sucesor y heredero de RENFE (desde 2005), y que, como tal, es responsable de los compromisos que RENFE contrajo, entre ellos los que existen en la Operación Chamartín. Añadamos, también, que ADIF es una empresa pública con capacidad para marcar directrices y tomar decisiones.

Pero, aunque se sepan los recovecos por los que discurren la acción y decisiones en el Ministerio de Fomento, no es fácil precisar en qué persona se concentra la capacidad para ‘hacer el encargo’ con que acudir a la mesa de negociación, ya que, aunque el silencio no sea absoluto, los que se atreven a opinar no precisan lo que importa: ¿Quién da las órdenes para acudir a las negociaciones? ¿Qué capacidades tienen para actuar el ministro de Fomento y el Presidente de ADIF? ¿Hasta qué punto las decisiones obedecen a intereses públicos (estatales, autonómicos o locales) y privados (de partido, clanes o personas)?.

Existe un organigrama en el Ministerio de Fomento con competencias explícitas (aunque no en todos los casos). Por eso, a priori, se han tenido por sentadas la relación del ministro con el presidente de Adif y la escala de mando en el organigrama. Sin embargo, la importancia de la Operación Chamartín y las circunstancias políticas que hay alrededor aconsejan evitar apriorismos y fijar la atención en las facetas decisivas para quien decide lo que ADIF lleva a las mesas de negociación. Eso obliga a fijarse en quién está en cada puesto y qué trascendencia tiene su acción en la Operación. También conviene no olvidar quien hizo los nombramientos (es conocido) y por qué y para que fueron hechos (sólo intuido, ha de quedar a consideración de cada uno).

Llegamos así a dos personas: Ministro de Fomento y Presidente de ADIF.

El primero, Iñigo de la Serna, sucede en el Ministerio a Ana Pastor y Rafael Catalá, la primera con peso propio por su proximidad a Rajoy y el segundo con solvencia por su vinculación con personajes importantes en el PP (Arenas, Aznar, Ana Pastor, Sáenz de Santamaría...). La trascendencia de su acción podría ser la que corresponde al titular de la cartera de Fomento. Sin embargo, es tal la importancia de Operación Chamartín que, por lo que apuntan en varias fuentes (ministerio, parlamento y PP), no parece acertado colocarle en la cúspide de unas decisiones que, por lógica, deben ser conocidas, acaso consentidas o tomadas por sus superiores en el Gobierno (Rajoy en último caso, o la Vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, en el resto) y en el PP (Rajoy, Secretaría General, Cristina Cifuentes), según corresponda.

El Segundo, Juan Bravo, preside ADIF subordinado al ministro después de una carrera política en las áreas local (ayuntamiento de Madrid), autonómica (CAM) y estatal (Subsecretaría de Justicia) y a la vera de Alberto Ruiz Gallardón. La trascendencia de su acción podría ser la que corresponde al Presidente de ADIF. Sin embargo, su proximidad a Ruiz Gallardón, ahora vinculado a una empresa constructora francesa tras pasar el periodo de incompatibilidad de su cargo de ministro, hace que merezcan atención las noticias, de estos días, que recuerdan la sintonía entre ambos, la posición de Ruiz Gallardón (En círculos de influencia empresariales y políticos), la posibilidad de que en lo relacionado con la Operación Chamartín Bravo sirva a Gallardón o se sirva de él, y alguna maledicencia rotunda no contrastada que no es justo (ni prudente) reproducir.

Bravo, Béjar y Calvo. En este orden, o en otro. Son los responsables de impulsar la Operación Chamartín. Pueden ser (son) los segundos (de ADIF, DCN y Ayuntamiento de Madrid) en una gestión oculta y muy lenta que provoca un deseo en los ciudadanos que esperan soluciones: Segundos fuera.

Pero no se van. Seguirán lo que haga falta. Y no desde una esquina.

Operación Chamartín (XVI)

Segundos Fuera
Redacción
sábado, 1 de abril de 2017, 11:55 h (CET)

Fotonoticia 20170314105224 640

Socha (Firma colectiva)

Pero no se van. Seguirán lo que haga falta. Y no desde una esquina, porque la ‘refriega’ no se disputa en un cuadrilátero de boxeo o en un octógono de lucha libre, sino en el ring de unas mesas de negociación secretas (técnicas y políticas) montadas en torno a la Operación Chamartín. En ellas participan el Ayuntamiento de Madrid, la Administración de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) y Distrito Castellana Norte (DCN). En una especie de riña compleja que no es a patadas ni a puñetazos, sino con mamporros de otro tipo. Y con unos segundos que no están para curar heridas, limpiar sangre o maquillar moratones sino para convertirse en actores, que encarnan (sin suplantar) a los que manejan un cotarro en el que, entre ofertas e inquietudes, se deciden repartos bajo el disfraz de ‘acuerdos’. Unos acuerdos que explican, cada uno como quiere, para persuadir a todos de que se busca el beneficio general y no las pretensiones de los que negocian.

En esta situación, parece que los segundos son más útiles que los primeros, los que cortan el bacalao sin que nadie se entere de que lo cortan. Estos quedan inmaculados frente a los tinglados económicos que se manejan, los beneficios que se reparten y los intereses (personales y de otro tipo) que se pactan. Se consigue así una división de temas: Unos, angelicalmente etéreos y dedicados al bien común, de los que se ocupan todos, aparezcan o no ante focos y pantallas. Y los más tangibles y materiales, de los que sólo se encargan los que aparecen con nombres y apellidos, cargo y encargo; sobre todo con encargo.

Nombres, apellidos y cargos. Conviene recordarlos; y, usando la lógica, tratar de centrarse en los encargos hechos a los que ocupan la primera línea de atención; y de pantalla. Aparece así el trío BBC, o Bravo, Béjar y Calvo, que referimos en Operación Chamartín (IV), con las titulaciones y ocupaciones que mostramos en Operación Chamartín (V). Y con los cargos que ocupa cada uno al sentarse a la mesa, que expusimos en Operación Chamartín (VIII).

Pero en una situación como la presente, de silencio interesado, parece oportuno entrar en el proceloso mundo de los encargos y de quien los hace. Unos encargos que pueden dividirse en dos clases: Los fáciles de entrever, en Ayuntamiento de Madrid y DCN, porque se conoce lo que hay alrededor de ellos. Y el difícil, en un ADIF hermético en el que hay que tener en cuenta las circunstancias e intereses (de personas y clanes) que determinan resultados.

Repasemos los primeros:

En el Ayuntamiento de Madrid, es el concejal Calvo, quien, como delegado del Área de Desarrollo Urbano Sostenible, tiene el encargo de hacer lo que corresponde. Es lo que hace, con el afán de salvar las figuras de la alcaldesa y de sus asesores urbanísticos; y de forzar una solución según la propuesta de la llamada ‘arquitectura de la izquierda’, sólo esbozada. Por lo visto, eso se concreta en el ánimo de impedir que la Operación se desarrolle según el concurso que adjudicó RENFE, obviando las responsabilidades y circunstancias que existen. Pero eso, ahora, no es motivo de negociación, ya que, dicen, aquello ‘está muerto’ (Expresión literal) y obliga a prescindir del ‘Proyecto cadáver’ (del decano del Colegio de Arquitectos Ezquiaga) que lo desarrolló para buscar una salida (impuesta por el Ayuntamiento) en la que no se sabe si, como parte del encargo, el concejal Calvo ha tenido en cuenta (llevando a las mesas de negociación) los efectos de una pretensión que, de consumarse, tendría consecuencias en aspectos tan relevantes como indemnizaciones, financiación, paralizaciones y litigios.

En DCN, el encargo hecho a su Presidente, Antonio Béjar, no puede tener otro origen que la cúpula del BBVA para quien trabaja. En ese encargo, por lógica, han de estar los hechos, normas e intereses por los que se rige la entidad mercantil. Entre ellos, aunque no en orden de importancia, cabe citar: El prestigio de DCN, que afecta a sus dueños, especialmente a BBVA que es socio mayoritario. El beneficio económico. Los derechos adquiridos en la licitación en la que resultó adjudicatario. La relación entre los socios (BBVA y Constructora San José). La proyección que la solución reporte: positiva si llega a buen término; o gravosa si fracasa y se pierden inversiones y derechos del concurso. La imagen de futuro. Y las líneas de negocio que en la negociación deben aparecer convertidas en motivos de trueque, señuelo o meta.

Y adentrémonos en el último de los encargos, el que anima (o paraliza) la actividad en ADIF:

Como cuestión previa, advirtamos que ADIF depende del Ministerio de Fomento, que es sucesor y heredero de RENFE (desde 2005), y que, como tal, es responsable de los compromisos que RENFE contrajo, entre ellos los que existen en la Operación Chamartín. Añadamos, también, que ADIF es una empresa pública con capacidad para marcar directrices y tomar decisiones.

Pero, aunque se sepan los recovecos por los que discurren la acción y decisiones en el Ministerio de Fomento, no es fácil precisar en qué persona se concentra la capacidad para ‘hacer el encargo’ con que acudir a la mesa de negociación, ya que, aunque el silencio no sea absoluto, los que se atreven a opinar no precisan lo que importa: ¿Quién da las órdenes para acudir a las negociaciones? ¿Qué capacidades tienen para actuar el ministro de Fomento y el Presidente de ADIF? ¿Hasta qué punto las decisiones obedecen a intereses públicos (estatales, autonómicos o locales) y privados (de partido, clanes o personas)?.

Existe un organigrama en el Ministerio de Fomento con competencias explícitas (aunque no en todos los casos). Por eso, a priori, se han tenido por sentadas la relación del ministro con el presidente de Adif y la escala de mando en el organigrama. Sin embargo, la importancia de la Operación Chamartín y las circunstancias políticas que hay alrededor aconsejan evitar apriorismos y fijar la atención en las facetas decisivas para quien decide lo que ADIF lleva a las mesas de negociación. Eso obliga a fijarse en quién está en cada puesto y qué trascendencia tiene su acción en la Operación. También conviene no olvidar quien hizo los nombramientos (es conocido) y por qué y para que fueron hechos (sólo intuido, ha de quedar a consideración de cada uno).

Llegamos así a dos personas: Ministro de Fomento y Presidente de ADIF.

El primero, Iñigo de la Serna, sucede en el Ministerio a Ana Pastor y Rafael Catalá, la primera con peso propio por su proximidad a Rajoy y el segundo con solvencia por su vinculación con personajes importantes en el PP (Arenas, Aznar, Ana Pastor, Sáenz de Santamaría...). La trascendencia de su acción podría ser la que corresponde al titular de la cartera de Fomento. Sin embargo, es tal la importancia de Operación Chamartín que, por lo que apuntan en varias fuentes (ministerio, parlamento y PP), no parece acertado colocarle en la cúspide de unas decisiones que, por lógica, deben ser conocidas, acaso consentidas o tomadas por sus superiores en el Gobierno (Rajoy en último caso, o la Vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, en el resto) y en el PP (Rajoy, Secretaría General, Cristina Cifuentes), según corresponda.

El Segundo, Juan Bravo, preside ADIF subordinado al ministro después de una carrera política en las áreas local (ayuntamiento de Madrid), autonómica (CAM) y estatal (Subsecretaría de Justicia) y a la vera de Alberto Ruiz Gallardón. La trascendencia de su acción podría ser la que corresponde al Presidente de ADIF. Sin embargo, su proximidad a Ruiz Gallardón, ahora vinculado a una empresa constructora francesa tras pasar el periodo de incompatibilidad de su cargo de ministro, hace que merezcan atención las noticias, de estos días, que recuerdan la sintonía entre ambos, la posición de Ruiz Gallardón (En círculos de influencia empresariales y políticos), la posibilidad de que en lo relacionado con la Operación Chamartín Bravo sirva a Gallardón o se sirva de él, y alguna maledicencia rotunda no contrastada que no es justo (ni prudente) reproducir.

Bravo, Béjar y Calvo. En este orden, o en otro. Son los responsables de impulsar la Operación Chamartín. Pueden ser (son) los segundos (de ADIF, DCN y Ayuntamiento de Madrid) en una gestión oculta y muy lenta que provoca un deseo en los ciudadanos que esperan soluciones: Segundos fuera.

Pero no se van. Seguirán lo que haga falta. Y no desde una esquina.

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