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Etiquetas | libertad | Europa
En 1942, en una Europa asediada por el laudado nazismo, en coalición con el fascismo italiano, un poeta francés, Paul Éluard, salió de la cobardía para tejer con la belleza de la valentía el poema “Yo te nombro, Libertad”

Yo te nombro, Libertad

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Desde 1942, Europa ha cambiado mucho. El antifascismo logró derrotar al totalitarismo. En España hubimos de esperar unas decenas más de años para que se instaurara la democracia. En 1977, con el PCE legalizado, la fragancia de las elecciones generales aproximándose y un boceto de Constitución en lontananza, venció la Libertad a la que nombraba Éluard. Transcurrieron los años, con sus luces y sus sombras, su arena y su cal… Y llegamos a la coloquialmente conocida como “ley Mordaza”, del ejecutivo de Mariano Rajoy, que recabó la oposición de todos los lados del tablero político. Más tarde, con la Libertad ondeando, aterrizamos en las últimas semanas de marzo, albores de la primavera. La Audiencia Nacional condenaba a una estudiante a un año de cárcel. El motivo: ¿un robo, una estafa, unas amenazas…? No. El motivo: escribir unos chistes negros de mal gusto en la red social twitter. Efectivamente, un año de cárcel por escribir.

La pena esgrimida, “humillación a las víctimas”. La nieta de aquel presidente franquista calificaba de “disparate” los años de cárcel que pedía la Fiscalía. ¿Dónde está, pues, la humillación? Sin embargo, la Fiscalía no encontró conato alguno de “humillación a las víctimas” cuando Rafael Hernando señaló que “eso de estar todos los días con los muertos para arriba y para abajo” es “el entretenimiento de algunos”. Tampoco se personó la Fiscalía con los muchos e hirientes tweets cargados de odio que se reían de la muerte de Bimba Bosé.

Cassandra, que así se llama la tuitera, ha hecho acopio de su extravagante y necrófilo humor a lo largo de su perfil. Otra tuitera rescataba un tweet en el que Cassandra deseaba la muerte de Cristina Cifuentes tras su accidente con la moto. Evidentemente, esos mensajes son deleznables y no hablan bien de su autora.

La libertad de expresión permite que no exista censura alguna. Así de claro: que cada uno diga lo que quiera. El que diga tonterías, tendrá derecho a ser denominado tonto; el que crea, tendrá derecho a ser denominado creativo; el que emita barbaridades, tendrá derecho a ser denominado bárbaro; el que utilice el intelecto, tendrá derecho a ser denominado intelectual; el que dispare gilipolleces, tendrá derecho a ser denominado gilipollas… Pero nadie tiene derecho a encerrar a nadie en prisión por escribir. Las rejas por escribir son más propios de otra época, de Torquemada y la censura. Prueba de ello han sido las reacciones de reputados diarios extranjeros, en Alemania, Bélgica, Portugal, Argentina o Estados Unidos.

Hoy, los usuarios de twitter hemos de reflexionar sobre la trascendencia de nuestras misivas virtuales. Es una desgracia que la Fiscalía trate de escudriñar según que tuits. Pero allende de la Fiscalía, es un buen momento para pensar en el uso que hacemos de esta red. También es un buen momento para meditar si queremos parecernos a esos países en los que los tribuales son colmados de corruptos o esos países en los que los tribunales son habitados por tuiteros. Es importante frenar.

Desde mi libertad, Cassandra, asegurando que nunca desearé la muerte de nadie y que no haré chanzas con la muerte de nadie, creo que eres inocente. No obstante, lo que has escrito se merece toda la repulsa. Espero que la vorágine mediática que ha estallado se apacigüe, y puedas volver a tu oriunda Murcia sin herir nunca más con tus caracteres a nadie.

“Te nombro en nombre de todos por tu nombre verdadero. Te nombro cuando oscurece, cuando nadie me ve”.

Yo te nombro, Libertad

En 1942, en una Europa asediada por el laudado nazismo, en coalición con el fascismo italiano, un poeta francés, Paul Éluard, salió de la cobardía para tejer con la belleza de la valentía el poema “Yo te nombro, Libertad”
Marcos Carrascal Castillo
sábado, 1 de abril de 2017, 11:52 h (CET)
Desde 1942, Europa ha cambiado mucho. El antifascismo logró derrotar al totalitarismo. En España hubimos de esperar unas decenas más de años para que se instaurara la democracia. En 1977, con el PCE legalizado, la fragancia de las elecciones generales aproximándose y un boceto de Constitución en lontananza, venció la Libertad a la que nombraba Éluard. Transcurrieron los años, con sus luces y sus sombras, su arena y su cal… Y llegamos a la coloquialmente conocida como “ley Mordaza”, del ejecutivo de Mariano Rajoy, que recabó la oposición de todos los lados del tablero político. Más tarde, con la Libertad ondeando, aterrizamos en las últimas semanas de marzo, albores de la primavera. La Audiencia Nacional condenaba a una estudiante a un año de cárcel. El motivo: ¿un robo, una estafa, unas amenazas…? No. El motivo: escribir unos chistes negros de mal gusto en la red social twitter. Efectivamente, un año de cárcel por escribir.

La pena esgrimida, “humillación a las víctimas”. La nieta de aquel presidente franquista calificaba de “disparate” los años de cárcel que pedía la Fiscalía. ¿Dónde está, pues, la humillación? Sin embargo, la Fiscalía no encontró conato alguno de “humillación a las víctimas” cuando Rafael Hernando señaló que “eso de estar todos los días con los muertos para arriba y para abajo” es “el entretenimiento de algunos”. Tampoco se personó la Fiscalía con los muchos e hirientes tweets cargados de odio que se reían de la muerte de Bimba Bosé.

Cassandra, que así se llama la tuitera, ha hecho acopio de su extravagante y necrófilo humor a lo largo de su perfil. Otra tuitera rescataba un tweet en el que Cassandra deseaba la muerte de Cristina Cifuentes tras su accidente con la moto. Evidentemente, esos mensajes son deleznables y no hablan bien de su autora.

La libertad de expresión permite que no exista censura alguna. Así de claro: que cada uno diga lo que quiera. El que diga tonterías, tendrá derecho a ser denominado tonto; el que crea, tendrá derecho a ser denominado creativo; el que emita barbaridades, tendrá derecho a ser denominado bárbaro; el que utilice el intelecto, tendrá derecho a ser denominado intelectual; el que dispare gilipolleces, tendrá derecho a ser denominado gilipollas… Pero nadie tiene derecho a encerrar a nadie en prisión por escribir. Las rejas por escribir son más propios de otra época, de Torquemada y la censura. Prueba de ello han sido las reacciones de reputados diarios extranjeros, en Alemania, Bélgica, Portugal, Argentina o Estados Unidos.

Hoy, los usuarios de twitter hemos de reflexionar sobre la trascendencia de nuestras misivas virtuales. Es una desgracia que la Fiscalía trate de escudriñar según que tuits. Pero allende de la Fiscalía, es un buen momento para pensar en el uso que hacemos de esta red. También es un buen momento para meditar si queremos parecernos a esos países en los que los tribuales son colmados de corruptos o esos países en los que los tribunales son habitados por tuiteros. Es importante frenar.

Desde mi libertad, Cassandra, asegurando que nunca desearé la muerte de nadie y que no haré chanzas con la muerte de nadie, creo que eres inocente. No obstante, lo que has escrito se merece toda la repulsa. Espero que la vorágine mediática que ha estallado se apacigüe, y puedas volver a tu oriunda Murcia sin herir nunca más con tus caracteres a nadie.

“Te nombro en nombre de todos por tu nombre verdadero. Te nombro cuando oscurece, cuando nadie me ve”.

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