WASHINGTON - Por derecho a comportarse, me refiero al evidente convencimiento de demasiadas figuras políticas -- mejor demasiadas figuras políticas masculinas - de que las normas cotidianas de conducta aceptable no van con ellos. Las pruebas A, B y C de la acusación van a ser el ex director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn; el ex gobernador de California, Arnold Schwarzenegger; y el ex senador de Nevada, John Ensign.
Sus acciones presuntamente cometidas difieren entre sí, pero estos episodios están relacionados por algo más que ciertas actividades sexuales impropias. Estos caballeros parecen haber creído poder salir impunes con su comportamiento -- no a pesar de su fama o de su poder sino, en parte por lo menos, gracias a él.
Strauss-Kahn merece la presunción de inocencia pero no el beneficio de la ceguera voluntaria ante su reputación de agresividad sexual. Cuando el "Gran Seductor" fue elegido para ocupar el puesto del Fondo Monetario Internacional en el año 2007, el periodista galo Jean Quatremer escribió en su blog, "El único problema real que reviste la elección de Strauss-Kahn es su relación con las mujeres. Impetuoso en exceso, a veces ronda el acoso. Es un defecto conocido entre los medios, pero nadie habla de ello abiertamente (estamos en Francia)".
Unos años más tarde, una economista del Fondo manifestó haberse sentido presionada para mantener una aventura con el director gerente, diciendo por escrito a los detectives que "este caballero tiene un problema que, tal vez, le incapacite para dirigir una institución en la que trabajan mujeres a sus órdenes". El Fondo reprendió a Strauss-Kahn por un error grave de juicio pero no impuso ninguna otra sanción. No sorprenderá a nadie que Strauss-Kahn saliera de rositas del episodio, que saliera de rositas con estas tácticas de presión, que quedara exento de aceptar que non significa non. La permisividad es la doncella del derecho.
La defensa de Strauss-Kahn ha insinuado que cualquier relación sexual fue consentida, pero la noción de consentimiento en estas circunstancias es estremecedora: ¿una doncella inmigrante que limpiando una suite de hotel se ve tan cautivada por el aura del poderoso huésped que accede encantada a practicar sexo oral? Certainement, monsieur. A votre service. ¿Dejo un bombón sobre su almohada?
Los pecados de Schwarzenegger pertenecen a un orden distinto. La aventura y posterior embarazo tuvo lugar antes de ocupar él un cargo público; la lesión más grave es causada a la esposa y la familia a los que engañó, no al estado que gobernó en tiempos. Las acusaciones contra Strauss-Kahn son más graves, pero desde el punto de vista marital, la traición de Schwarzenegger - que tuvo lugar en el propio domicilio y que se prolongó durante muchos años -- parece más imperdonable.
Pero aún así están presentes los elementos familiares del derecho y la permisividad -- no menos gracias a la mujer de Schwarzenegger, María Shriver - también en el caso Schwarzenegger. Durante la campaña de 2003 a la gobernación, cuando Schwarzenegger fue acusado de haber magreado a más de una docena de mujeres, Shriver se despachó contra "tal periodismo de alcantarilla" y anunció: "Yo no estaría aquí hoy... si mi marido no fuera ser humano sobresaliente". No pretendo ser cruel, pero en perspectiva parece haber en juego algún tipo de inflación en las calificaciones. En aquella época, el chaval que Schwarzenegger tenía con la doncella de la pareja tenía seis años de edad.
La situación de Ensign es en cierto sentido la más preocupante porque combina el uso indebido de un cargo público con la imperdonable traición personal. Según el informe difundido por el Comité Deontológico del Senado, el legislador Republicano de Nevada mantuvo una aventura con la mejor amiga de su mujer, que a la sazón era también la esposa del mejor amigo del senador.
La mujer, Cynthia Hampton, también fue la tesorera de la campaña de Ensign; su marido, Doug Hampton, fue el asesor de confianza del senador. El informe describe a Cynthia Hampton sintiéndose presionada para tener una aventura y temerosa de perder su empleo si rompía. Una vez que Doug Hampton descubrió la aventura, Ensign hizo los preparativos -- y, según el informe del Comité, mintió acerca de ellos a la Comisión Electoral Federal -- para Desembolsar una indemnización de casi 100.000 dólares.
Lo que es más preocupante, el senador facilitó la vulneración por parte de Doug Hampton de la prohibición de un año a las actividades de presión política tras haber ejercido un cargo público "presionando a donantes y electores para que contrataran al Sr. Hampton a pesar de carecer de experiencia legislativa y de valor como lobista, aparte de tener acceso al senador y su gabinete". Cuando un elector de Nevada se negó a contratar a Hampton, Ensign dijo a un ayudante "Hazle saber quién manda (al elector) y dile que ha dejado de tener cualquier relación con el gabinete".
El problema de los derechos sociales que implica simplemente el gasto público desbocado va a ser bastante difícil de solucionar. El problema reflejo de nuestra desbocada naturaleza humana lo será aún más.