En el año 63 antes de Cristo, Marco Tulio Cicerón, el famoso orador, se presentó por primera vez a las elecciones a cónsul. Con ocasión de esto, su hermano Quinto, un experto militar, le escribió una carta, ofreciéndole consejos sobre cómo actuar en la campaña electoral.
Las elecciones en la República de Roma
En primer lugar, y de modo algo sorprendente, Quinto invita a su hermano a no olvidar quién es y cual es su objetivo. Por ello, le aconseja que, todos los días, cuando vaya al Foro a intentar convencer al pueblo, se repita a sí mismo: “Soy un advenedizo, quiero ser cónsul y esto es Roma”.
El segundo paso consistiría en que “la gente sepa los muchos y buenos amigos que tienes”. Es decir, hay que ganarse la confianza del “mundo financiero” (la expresión es literal), de los municipios y de las asociaciones (los clubes electorales). Pero, sobre todo, hay que entrar en el círculo de los consulares, es decir, en el círculo de la clase política romana.
Muy importante resultará, también, hacerse con un círculo de partidarios, siempre con gente de toda condición y asegurarse su lealtad tratando de que “todos los que están en deuda contigo, se enteren de que ahora es el momento de devolver tus favores” .
Ganar las elecciones con favores
En fin, para Quinto Cicerón, la campaña electoral requiere de dos tipos de actividades: primero, ganarse el apoyo de los “amigos” y, después, procurarse la voluntad del resto del pueblo.
En cuanto a los amigos, se recomiendan los favores mutuos, la amabilidad constante y no descuidar la relación en ningún momento. Sin embargo, no hay que olvidar que “la palabra amigo tiene un significado especial en política y cualquiera que te muestre simpatía, que te escuche, que frecuente tu casa, debe ser considerado un amigo”.
Es necesario mezclarse con el pueblo
Así pues, hay que preocuparse de caer bien a las personas de tu entorno político. También hay que cuidarse de tener “amigos” de toda condición. Es necesario acercarse a todos los que tengan “nombre y fama”, porque “dan buen lustre al candidato”. Pero, eso sí, nunca hay que dar la espalda al pueblo.
Aunque tiene muchos inconvenientes, continúa Quinto, “una campaña electoral tiene al menos la ventaja de que permite hacer y decir cosas inconcebibles en una situación normal y de que, incluso, está bien visto mezclarse con individuos cuyo trato sería impropio o vergonzoso en cualquier otra situación”.
Los votantes amigos y los otros votantes
Entre los amigos, se encuentran los que se sienten obligados por haber recibido ayudas o favores previos, los que esperan ganar algo con la victoria de su partido en las elecciones y, finalmente, los que apoyan al candidato de forma espontánea (porque sí o porque siempre lo han hecho con anterioridad). De aquí, afirma Quinto, se obtiene la mayoría de los votos.
No obstante, resulta imprescindible mostrar interés por atraerse los votos de los demás, aunque este interés no exista. “Te aseguro que si no lo haces así (y con cuanta más gente, mejor) se pensará que no te tomas en serio las elecciones”. Por tanto, nunca hay que dejar de mostrar buena disposición (sí, buen talante) hacia los contrarios, hay que simular una alta estima hacia el pueblo y tratar de convencerlo de que su apoyo será una buena inversión.
Captar a los líderes y aceptar todas las demandas
Primero hay que procurarse a los Senadores romanos y a los Caballeros. A continuación, conviene ocuparse del “resto de la ciudad”: las asociaciones, los barrios y los distritos. “Si captas a sus líderes, tendrás el favor de las multitudes”. Por lo demás, hay que aceptar todas las demandas del pueblo, aun cuando sepamos que no se pueden cumplir. Porque, “si uno acepta hacerse cargo sólo de lo que piensa que puede realmente abarcar, es claro que su casa nunca rebosará de visitas”.
Hablar mal del adversario político
En cuanto a la publicidad, se le ha de prestar la mayor atención. Las elecciones han de resultar “un gran espectáculo popular, con la mayor brillantez, esplendor y despliegue de medios que esté a tu alcance”. En cualquier caso, siempre “hay que hablar de todo lo infame, ilegal deshonesto o corrupto que pueda haber en la personalidad de tus adversarios”.
Pero, nunca, nunca, hablar de política
En resumen, todo el esfuerzo de la campaña se ha de enfocar a mostrar que el candidato es la esperanza del Estado, pero “evitando al máximo hablar de política, sea en el Senado, sea en los mítines”.
“Esto es Roma”, concluye Quinto, “una ciudad mezcla de razas, que rebosa de insidias, traiciones y toda clase de corrupción y en la que hay que soportar a mucha gente insolente, rebelde, malvada, arrogante, rencorosa e inoportuna”.
Marco Tulio Cicerón, hermano de Quinto, venció en las elecciones, consiguiendo el 100% de los votos de las centurias.
Las elecciones, hoy
Cuando comencé este escrito, pensaba mostrar, punto por punto, cómo el manual electoral escrito por Quinto Cicerón para su hermano se continúa aplicando, casi literalmente, hoy día. Como puede verse, su espíritu, su concepción de la política como arte de engañar al pueblo, goza de plena vigencia en la España de hoy y en las elecciones actuales.
Lo que quieren los ciudadanos
Sin embargo, creo que el asunto resulta evidente y, hoy, me resisto a unirme al coro de políticos y columnistas que se erigen en portavoces de “lo que quieren los ciudadanos”. No se entiende muy bien por qué los ciudadanos iban a esperar a leer un artículo o a escuchar a un político para saber qué es lo que quiere y en qué consiste esto de la política. Ya dijo John Locke que Dios no había esperado a Aristóteles para hacer racionales a los hombres.
Esto es España
Esto es España, con ciudadanos sujetos a obligaciones laborales, obligaciones familiares, incluso a obligaciones de ocio y, algunos, a obligaciones religiosas. Pocos saben algo de teoría política o de economía; aunque es dudoso que este conocimiento fuera muy útil en el contexto de una política española tan confusa y con tan poco altura y definición.
Yo no sé qué es “lo que los ciudadanos quieren”, o “lo que los ciudadanos demandan”. Cuando se pronuncia o se escribe esta expresión, hay que entender “lo que los ciudadanos deberían querer o demandar si fueran tan inteligentes o tuvieran tanto cultura y formación” como el que lo dice.
La campaña electoral
Quizá los ciudadanos no sabemos lo que queremos, en lo que respecta a cuestiones nacionales, o colectivas en general. O quizá queremos, o la mayoría quiere, algo perjudicial para nosotros como colectivo. No lo sabemos. En cualquier caso, la campaña electoral no nos está ayudando, en nada, a saberlo.
Los señores políticos, bien harían en repetirse: “Soy un advenedizo, esto es España y quiero trabajar por ella”.
Y obrar en consecuencia. Eso es todo.