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Discurso del presidente de la Cámara de Representantes en el Club Económico de Nueva York

El contacto con la ficción de Boehner

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WASHINGTON - El notición del discurso del presidente de la Cámara de Representantes John Boehner al Club Económico de Nueva York fue su reivindicación de "recortar billones, no sólo miles de millones" antes de poder elevarse el umbral de la deuda. No sólo unos objetivos amplios de reducción del déficit, insistía el Republicano de Ohio, sino "recortes reales y reforma de los programas".

Eso es alarmante de por sí. Es totalmente imposible hacer esto en el tiempo que queda. Desde luego no puede lograrse dentro de los márgenes inflexibles de Boehner, que impiden promulgar impuestos nuevos. Y si el presidente de la Cámara está realmente convencido de que sería "más irresponsable" elevar el umbral de la deuda instituyendo medidas de reducción del déficit que no elevarlo en absoluto, es que estamos hasta el cuello.

Lo que resulta aún más alarmante, dado que tiene repercusión más allá del debate del umbral de endeudamiento, es la filosofía política incoherente e impermeable a los hechos que se ajusta a la intervención de Boehner.

La prensa tiende naturalmente a ignorar este repertorio. Periodísticamente, tiene sentido. La intervención económica de Boehner no tiene nada de nuevo. Refleja en realidad lo que se ha convertido en el pensamiento de referencia dentro del Partido Republicano. Pero ése es precisamente el problema. Nos hemos acostumbrado tanto a esta forma de pensar que dejamos de señalar lo equivocada que está.

Mi intercambio con Boehner no se limita a lo que él piensa que es un papel más limitado para la administración pública del que yo concibo, que sea más escéptico con las intervenciones y la regulación pública que yo, ni que él esté preocupado por las implicaciones económicas asfixiantes de las subidas tributarias. Ésas son diferencias ideológicas legítimas. La política estadounidense sale mejor parada con ellas.

Estoy hablando de intervenciones que son simplemente falsas

"El reciente gasto del estímulo fue nocivo para nuestra economía y obstaculizó la creación de empleo en el sector privado en América".

Los economistas razonables pueden discrepar en la eficacia del gasto de estímulo o en si tuvo valor el peso de la deuda adicional, pero ningún economista razonable va a defender que a corto plazo, perjudicó a la economía.

La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que el estímulo añadió, de media, alrededor de un punto porcentual por ejercicio al crecimiento económico y contrajo el paro medio punto porcentual entre 2009 y 2011. Y esa es la estimación pesimista. Las cifras optimistas muestran que el gasto del estímulo añadió 2,7 puntos porcentuales por ejercicio al crecimiento económico y redujo el paro 1,2 puntos porcentuales.

La Oficina Presupuestaria del Congreso no es la única en hacer esos cálculos. Los economistas Alan Blinder y Mark Zandi calcularon en un estudio de julio de 2010 que sin los gastos del estímulo, el paro sería 1,5 puntos porcentuales más elevado.

"El endeudamiento y gasto público acometidos por el Departamento del Tesoro saturaron la inversión privada de las empresas estadounidenses de todos los tamaños".

La competencia entre sectores tiene lugar cuando el gasto público eleva los tipos de interés y hace que el endeudamiento deje de ser atractivo para el sector privado. Como explica el economista Joseph Minarik, del Comité de Desarrollo Económico, "Cuando los tipos de interés están próximos a cero, no se puede decir que el endeudamiento público federal esté desplazando la inversión privada". El clima mediocre de la inversión es reflejo de la escasa demanda y de la capacidad infrautilizada.

"La verdad es que nunca vamos a equilibrar los presupuestos y liberar a nuestros hijos de la deuda a menos que recortemos el gasto público y registremos un verdadero crecimiento económico. Y nunca vamos a tener un verdadero crecimiento económico si subimos los impuestos a los que están creando empleo en América".

¿Nunca? Con el Presidente Clinton se subieron los impuestos, a las rentas altas sobre todo. Durante los ocho años de su administración, la economía creció una media próxima al 4%.

"Me presenté al Congreso en 1990, el año en que los líderes de nuestra nación alcanzaron un presunto acuerdo que subía los impuestos en el marco de un plan bipartidista para equilibrar los presupuestos. El resultado de dicho acuerdo fue la recesión de principios de los años 90. No fue hasta que la economía volvió a sus cauces hacia el final de esa década que alcanzamos unos presupuestos equilibrados".

Boehner culpa al acuerdo presupuestario de echar a perder la economía, pero la recesión comenzó realmente en julio de 1990, 2 meses antes de alcanzarse el acuerdo.

"Una subida tributaria causaría estragos no sólo en la capacidad de nuestra economía para crear empleo en el sector privado, sino también en nuestra capacidad de afrontar la deuda nacional".

Durante los primeros años de la década de los 80, se bajaron los impuestos y la deuda pública se disparó, del 26% del PIB en 1980 al 40% en 1986. En 1993 se subieron los impuestos (y se rebajó el gasto público); la deuda como porcentaje de la economía bajó del 49% al 33%. En 2001 y 2003 se bajaron los impuestos. Para cuando el Presidente Obama encabezaba la administración, la deuda había alcanzado el 40% del PIB.

Escuchando a Boehner, empecé a pensar que el país adolece de dos déficits: la brecha entre recaudación pública y gasto público, y la que hay entre realidad e ideología. La primera no se podrá solucionar hasta que encontremos alguna forma de cerrar la segunda.

El contacto con la ficción de Boehner

Discurso del presidente de la Cámara de Representantes en el Club Económico de Nueva York
Ruth Marcus
jueves, 12 de mayo de 2011, 08:35 h (CET)
WASHINGTON - El notición del discurso del presidente de la Cámara de Representantes John Boehner al Club Económico de Nueva York fue su reivindicación de "recortar billones, no sólo miles de millones" antes de poder elevarse el umbral de la deuda. No sólo unos objetivos amplios de reducción del déficit, insistía el Republicano de Ohio, sino "recortes reales y reforma de los programas".

Eso es alarmante de por sí. Es totalmente imposible hacer esto en el tiempo que queda. Desde luego no puede lograrse dentro de los márgenes inflexibles de Boehner, que impiden promulgar impuestos nuevos. Y si el presidente de la Cámara está realmente convencido de que sería "más irresponsable" elevar el umbral de la deuda instituyendo medidas de reducción del déficit que no elevarlo en absoluto, es que estamos hasta el cuello.

Lo que resulta aún más alarmante, dado que tiene repercusión más allá del debate del umbral de endeudamiento, es la filosofía política incoherente e impermeable a los hechos que se ajusta a la intervención de Boehner.

La prensa tiende naturalmente a ignorar este repertorio. Periodísticamente, tiene sentido. La intervención económica de Boehner no tiene nada de nuevo. Refleja en realidad lo que se ha convertido en el pensamiento de referencia dentro del Partido Republicano. Pero ése es precisamente el problema. Nos hemos acostumbrado tanto a esta forma de pensar que dejamos de señalar lo equivocada que está.

Mi intercambio con Boehner no se limita a lo que él piensa que es un papel más limitado para la administración pública del que yo concibo, que sea más escéptico con las intervenciones y la regulación pública que yo, ni que él esté preocupado por las implicaciones económicas asfixiantes de las subidas tributarias. Ésas son diferencias ideológicas legítimas. La política estadounidense sale mejor parada con ellas.

Estoy hablando de intervenciones que son simplemente falsas

"El reciente gasto del estímulo fue nocivo para nuestra economía y obstaculizó la creación de empleo en el sector privado en América".

Los economistas razonables pueden discrepar en la eficacia del gasto de estímulo o en si tuvo valor el peso de la deuda adicional, pero ningún economista razonable va a defender que a corto plazo, perjudicó a la economía.

La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que el estímulo añadió, de media, alrededor de un punto porcentual por ejercicio al crecimiento económico y contrajo el paro medio punto porcentual entre 2009 y 2011. Y esa es la estimación pesimista. Las cifras optimistas muestran que el gasto del estímulo añadió 2,7 puntos porcentuales por ejercicio al crecimiento económico y redujo el paro 1,2 puntos porcentuales.

La Oficina Presupuestaria del Congreso no es la única en hacer esos cálculos. Los economistas Alan Blinder y Mark Zandi calcularon en un estudio de julio de 2010 que sin los gastos del estímulo, el paro sería 1,5 puntos porcentuales más elevado.

"El endeudamiento y gasto público acometidos por el Departamento del Tesoro saturaron la inversión privada de las empresas estadounidenses de todos los tamaños".

La competencia entre sectores tiene lugar cuando el gasto público eleva los tipos de interés y hace que el endeudamiento deje de ser atractivo para el sector privado. Como explica el economista Joseph Minarik, del Comité de Desarrollo Económico, "Cuando los tipos de interés están próximos a cero, no se puede decir que el endeudamiento público federal esté desplazando la inversión privada". El clima mediocre de la inversión es reflejo de la escasa demanda y de la capacidad infrautilizada.

"La verdad es que nunca vamos a equilibrar los presupuestos y liberar a nuestros hijos de la deuda a menos que recortemos el gasto público y registremos un verdadero crecimiento económico. Y nunca vamos a tener un verdadero crecimiento económico si subimos los impuestos a los que están creando empleo en América".

¿Nunca? Con el Presidente Clinton se subieron los impuestos, a las rentas altas sobre todo. Durante los ocho años de su administración, la economía creció una media próxima al 4%.

"Me presenté al Congreso en 1990, el año en que los líderes de nuestra nación alcanzaron un presunto acuerdo que subía los impuestos en el marco de un plan bipartidista para equilibrar los presupuestos. El resultado de dicho acuerdo fue la recesión de principios de los años 90. No fue hasta que la economía volvió a sus cauces hacia el final de esa década que alcanzamos unos presupuestos equilibrados".

Boehner culpa al acuerdo presupuestario de echar a perder la economía, pero la recesión comenzó realmente en julio de 1990, 2 meses antes de alcanzarse el acuerdo.

"Una subida tributaria causaría estragos no sólo en la capacidad de nuestra economía para crear empleo en el sector privado, sino también en nuestra capacidad de afrontar la deuda nacional".

Durante los primeros años de la década de los 80, se bajaron los impuestos y la deuda pública se disparó, del 26% del PIB en 1980 al 40% en 1986. En 1993 se subieron los impuestos (y se rebajó el gasto público); la deuda como porcentaje de la economía bajó del 49% al 33%. En 2001 y 2003 se bajaron los impuestos. Para cuando el Presidente Obama encabezaba la administración, la deuda había alcanzado el 40% del PIB.

Escuchando a Boehner, empecé a pensar que el país adolece de dos déficits: la brecha entre recaudación pública y gasto público, y la que hay entre realidad e ideología. La primera no se podrá solucionar hasta que encontremos alguna forma de cerrar la segunda.

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