Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | La parte por el todo
La homogeneidad que eliminó la diferencia

En general

|

No solamente los nacionalismos se apropian por la fuerza de los símbolos identitarios de una colectividad. Cualquier entidad que pretenda agrupar un todo social bajo su manto ve en el símbolo nacional un aliado impagable.

Los símbolos, creaciones humanas, se estampan en las camisetas de los equipos deportivos sumando a éstos un valor que sobrepasa lo meramente lúdico. Los símbolos demuestran la adhesión cultural-identitaria del equipo, del jugador, de los seguidores.

Tanto es así que en situaciones extremas, un equipo puede hacerse abanderado (literalmente) de una comunidad y presentarse como defensor del territorio o adalid de la reconquista ideológica representada en la coreografía sobre el terreno de juego. Como si de una cuidada dramatización litúrgica se tratara, como si nos encontráramos ante una lucha mítica que devuelve a la tierra el escenario final de la lucha entre el bien y el mal.

Cada bando, claro, piensa que él mismo sustenta el cetro del bien y son siempre los otros la encarnación del mal.

Quizás dentro de lo trepidante del momento emocional no accede uno a las perversiones de la generalización, y aunque un partido de fútbol sea simbólicamente más que un partido de fútbol, un equipo no es un territorio.

Puede que, como todo símbolo, pretenda afianzarse territorialmente y dominar las áreas terrenas sobre las que en principio se extiende. El dominio del pensamiento se queda en nada si no se traduce en dominio de la tierra i de quienes la habitan. Pero el territorio conoce diversidades que la exigencia de homogeneidad pasa por alto. La generalización incorpora lo que le es extraño y avanza, pues, hacia la unidad inamovible y estática.

Pretende la foto fija de un determinado caudal social que, por definición, no puede sino fluir.

En general

La homogeneidad que eliminó la diferencia
Óscar Arce
miércoles, 11 de mayo de 2011, 06:54 h (CET)
No solamente los nacionalismos se apropian por la fuerza de los símbolos identitarios de una colectividad. Cualquier entidad que pretenda agrupar un todo social bajo su manto ve en el símbolo nacional un aliado impagable.

Los símbolos, creaciones humanas, se estampan en las camisetas de los equipos deportivos sumando a éstos un valor que sobrepasa lo meramente lúdico. Los símbolos demuestran la adhesión cultural-identitaria del equipo, del jugador, de los seguidores.

Tanto es así que en situaciones extremas, un equipo puede hacerse abanderado (literalmente) de una comunidad y presentarse como defensor del territorio o adalid de la reconquista ideológica representada en la coreografía sobre el terreno de juego. Como si de una cuidada dramatización litúrgica se tratara, como si nos encontráramos ante una lucha mítica que devuelve a la tierra el escenario final de la lucha entre el bien y el mal.

Cada bando, claro, piensa que él mismo sustenta el cetro del bien y son siempre los otros la encarnación del mal.

Quizás dentro de lo trepidante del momento emocional no accede uno a las perversiones de la generalización, y aunque un partido de fútbol sea simbólicamente más que un partido de fútbol, un equipo no es un territorio.

Puede que, como todo símbolo, pretenda afianzarse territorialmente y dominar las áreas terrenas sobre las que en principio se extiende. El dominio del pensamiento se queda en nada si no se traduce en dominio de la tierra i de quienes la habitan. Pero el territorio conoce diversidades que la exigencia de homogeneidad pasa por alto. La generalización incorpora lo que le es extraño y avanza, pues, hacia la unidad inamovible y estática.

Pretende la foto fija de un determinado caudal social que, por definición, no puede sino fluir.

Noticias relacionadas

Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto