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Me abruman las dudas. Las dudas morales que normalmente me sobrevienen cuando se lee y se escucha cierta información, en este caso: la muerte de Osama Bin Laden

¡Gerónimo, cuántas dudas!

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Occidente está contento. Obama acaba de dar un significado a su elección tras su predecesor George W. Bush y acaba de firmar su continuidad en el gobierno. Todos estos años de lucha contra un ser a veces dado por muerto, a veces dado por invencible, cobran sentido. Sin embargo, pronuncio Obama y recuerdo el Premio Nobel de la Paz que se le otorgó en el año 2009. Premio cuestionado, por el hecho de que coloca en el mismo nivel a Kofi Annan, Mandela, Rigoberta Menchú o el mismo Dalái Lama… ¿En qué se parecen estas personas? Todas mantienen una relación, sin embargo, a Obama no sé cómo encajarlo.

¿Hasta qué punto el fin justifica los medios? Creo que no hay manera objetiva de dar respuesta a esta pregunta. En este caso, a pesar de que se haya acabado con el instigador de grandes matanzas, de crímenes contra la humanidad, de catástrofes a lo largo y ancho del globo terráqueo… a pesar de que se trate de una acción legal por ser acto de guerra, a pesar de que sea el reconforte que miles de familias necesitan… ¿En qué momento se rompen las normas preconcebidas de captura y juicio? ¿En qué momento no se da el derecho a la réplica, no se escucha su alegato, no se siguen los cauces normales de la democracia en la que vivimos y tanto instamos?

Además se escuchan justificaciones como “se le iba a atrapar pero intentó defenderse”, siempre señalando que “no iba armado”… ¿Cómo un hombre desarmado puede resultar una amenaza para todo el grupo que entró en Bilal Town? ¿Hasta qué punto es necesario ver como ahora se suceden piezas informativas que levantan sospechas contra los Seals, por su supuesto maltrato a los niños y mujeres que vivían en la casa? Cuando se actúa correctamente, sobran las explicaciones, van intrínsecas al propio acto.

Si con la muerte de Bin Laden se terminase con el terrorismo, si él fuera el fin y los medios, si este hecho no conllevara una serie de amenazas que desconocemos hasta qué punto van a verse cumplidas… entonces, y con reservas, podría calmar un poco más la moral.

En cambio, no dejo de imaginar la atrocidad que para sus seguidores puede ser que asesinen a su guía –considerado ahora mártir-, no dejo de imaginar la venganza que pueden organizar los islamistas radicales, no dejo de intentar razonar el porqué de la humillación en su “entierro” –teniendo en cuenta el deseo de que no haya un centro de peregrinación en el lugar donde se sitúe su tumba-, y sobre todo, no dejo de pensar en porqué a un terrorista de ETA se le juzga, a los grandes dictadores, se les juzga –no olvidemos el final de Sadam Hussein-, a los antiguos miembros del IRA, se les juzga…

Y todo lo construido, se va a pique tras este asesinato. Perfecto que haya sido capturado,
genial por no rendirse ante esta la lucha contra estos movimientos radicales, enhorabuena por buscar un mundo en paz… pero veamos qué ocurre cuando los patrones y los estándares que usamos e imponemos se quebrantan.

Grandes los Seals, pero ¿hasta qué punto es legal dotar de todo poder a un grupo militar? En el amor y en la guerra no hay normas, se suele decir; en cambio, debería puntualizarse que es en las unidades especiales donde no las hay. Ellos son los que pueden hacer todo aquello prohibido en las guerras convencionales. ¿Y cuál es su mayor fuerza? Que atacan como los terroristas. Complicada decisión, el poder sin control puede causar estragos.

Por ahora, lo que vemos es que a los políticos, a la gente de la esfera institucional, a los iguales de Obama les cuesta argumentar, les cuenta mantener una postura sólida, y lo más importante, a los grandes pensadores les abruman las dudas y las contradicciones entre ellos. Por ello, la solución será dar tiempo al tiempo, que es él quien pone a cada uno en su lugar.

¡Gerónimo, cuántas dudas!

Me abruman las dudas. Las dudas morales que normalmente me sobrevienen cuando se lee y se escucha cierta información, en este caso: la muerte de Osama Bin Laden
Jennifer García
jueves, 5 de mayo de 2011, 06:56 h (CET)
Occidente está contento. Obama acaba de dar un significado a su elección tras su predecesor George W. Bush y acaba de firmar su continuidad en el gobierno. Todos estos años de lucha contra un ser a veces dado por muerto, a veces dado por invencible, cobran sentido. Sin embargo, pronuncio Obama y recuerdo el Premio Nobel de la Paz que se le otorgó en el año 2009. Premio cuestionado, por el hecho de que coloca en el mismo nivel a Kofi Annan, Mandela, Rigoberta Menchú o el mismo Dalái Lama… ¿En qué se parecen estas personas? Todas mantienen una relación, sin embargo, a Obama no sé cómo encajarlo.

¿Hasta qué punto el fin justifica los medios? Creo que no hay manera objetiva de dar respuesta a esta pregunta. En este caso, a pesar de que se haya acabado con el instigador de grandes matanzas, de crímenes contra la humanidad, de catástrofes a lo largo y ancho del globo terráqueo… a pesar de que se trate de una acción legal por ser acto de guerra, a pesar de que sea el reconforte que miles de familias necesitan… ¿En qué momento se rompen las normas preconcebidas de captura y juicio? ¿En qué momento no se da el derecho a la réplica, no se escucha su alegato, no se siguen los cauces normales de la democracia en la que vivimos y tanto instamos?

Además se escuchan justificaciones como “se le iba a atrapar pero intentó defenderse”, siempre señalando que “no iba armado”… ¿Cómo un hombre desarmado puede resultar una amenaza para todo el grupo que entró en Bilal Town? ¿Hasta qué punto es necesario ver como ahora se suceden piezas informativas que levantan sospechas contra los Seals, por su supuesto maltrato a los niños y mujeres que vivían en la casa? Cuando se actúa correctamente, sobran las explicaciones, van intrínsecas al propio acto.

Si con la muerte de Bin Laden se terminase con el terrorismo, si él fuera el fin y los medios, si este hecho no conllevara una serie de amenazas que desconocemos hasta qué punto van a verse cumplidas… entonces, y con reservas, podría calmar un poco más la moral.

En cambio, no dejo de imaginar la atrocidad que para sus seguidores puede ser que asesinen a su guía –considerado ahora mártir-, no dejo de imaginar la venganza que pueden organizar los islamistas radicales, no dejo de intentar razonar el porqué de la humillación en su “entierro” –teniendo en cuenta el deseo de que no haya un centro de peregrinación en el lugar donde se sitúe su tumba-, y sobre todo, no dejo de pensar en porqué a un terrorista de ETA se le juzga, a los grandes dictadores, se les juzga –no olvidemos el final de Sadam Hussein-, a los antiguos miembros del IRA, se les juzga…

Y todo lo construido, se va a pique tras este asesinato. Perfecto que haya sido capturado,
genial por no rendirse ante esta la lucha contra estos movimientos radicales, enhorabuena por buscar un mundo en paz… pero veamos qué ocurre cuando los patrones y los estándares que usamos e imponemos se quebrantan.

Grandes los Seals, pero ¿hasta qué punto es legal dotar de todo poder a un grupo militar? En el amor y en la guerra no hay normas, se suele decir; en cambio, debería puntualizarse que es en las unidades especiales donde no las hay. Ellos son los que pueden hacer todo aquello prohibido en las guerras convencionales. ¿Y cuál es su mayor fuerza? Que atacan como los terroristas. Complicada decisión, el poder sin control puede causar estragos.

Por ahora, lo que vemos es que a los políticos, a la gente de la esfera institucional, a los iguales de Obama les cuesta argumentar, les cuenta mantener una postura sólida, y lo más importante, a los grandes pensadores les abruman las dudas y las contradicciones entre ellos. Por ello, la solución será dar tiempo al tiempo, que es él quien pone a cada uno en su lugar.

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