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Etiquetas | Paraguay | Política
David Rockefeller ya tenía veinte años cuando paraguayos y bolivianos se masacraban en el infierno del Chaco, sólo para decidir si Deterding o la Standard Oil se quedaban con el petróleo

Los viudos paraguayos de Rockefeller

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En la madrugada del 9 de julio de 1938, un acuerdo secreto para que Bolivia y por su intermedio, la Standard Oil company, preservaran la zona petrolífera del Chaco, fue firmado en Buenos Aires.

El territorio había sido arrebatado por el Paraguay en la guerra que enfrentó a paraguayos y bolivianos entre 1932 y 1935, una matanza inspirada y sufragada por los intereses de la empresa de Rockefeller, según lo denunciara -antes de ser asesinado- el senador Huey Long en el Congreso de Washington.

El documento secreto se salvó para la historia porque el secretario de la embajada norteamericana en Buenos Aires, Allen Haden, envió una copia a sus superiores del Departamento de Estado. Años después, el historiador Leslie Rout lo publicó en su Tesis presentada en la Universidad de Michigan, y la obra terminó editada en Texas.

De esta manera los paraguayos se enteraron, varias décadas después de los hechos, que los pozos petrolíferos que habían arrebatado a su ocasional enemigo en una guerra a un alto costo de sangre y muerte, había quedado finalmente en manos de la misma empresa que pagara con créditos la movilización bélica boliviana.

Como todo había quedado en la penumbra, el protagonismo de los Rockefeller en la matanza no sembró rencores en Paraguay. Lo demuestra la hospitalidad con la que el 19 de junio de 1969 fue recibido en Paraguay el entonces gobernador de New York Nelson Rockefeller. Al día siguiente el dictador Stroessner lo recibió con los brazos abiertos en el Palacio de López.

De la entrevista brotaron negaciones transnacionales de gran magnitud.

Quedó conformado el vínculo corporativo entre el Chase Manhattan Bank-Exxon con sus firmas vinculadas por un lado, y Repsa-Refco-Navipar con el Banco de Asunción por el otro, gigantesco pulpo cuya principalísima actividad radicó en el desvío y transferencia de dinero mal habido al exterior. Por esos vasos comunicantes pasaron sobrefacturaciones y comisiones derivadas del esquema del petróleo (compra, transporte, seguro, almacenamiento, refinación, distribución y anexos), parte de las enormes ganancias secretas de rubos como la construcción y equipamiento de la hidroeléctrica de Itaipú, así como comisiones por los préstamos contratados por el gobierno de Paraguay con gobiernos y organismos multilaterales de crédito.

Luego de incubar tales negociados con el dictador sudamericano, Rockefeller se despidió con una conferencia de prensa donde prodigó encendidos elogios a la labor de su amigo y nuevo socio: "El presidente Stroessner hizo más por el Paraguay de lo que se hizo en 50 años" sentenció.

Uno de los hechos anecdóticos de aquella visita fue el repudio que exteriorizaron medio centenar de jóvenes apostados en una calle por donde pasó la caravana del magnate-gobernador. Posteriormente los mismos revoltosos realizaron una tribuna libre en la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica, donde quemaron una bandera norteamericana.

El sábado 21 de junio se produjo una nueva concentración estudiantil, que acabó en un brutal apaleamiento. Varios dirigentes estudiantiles fueron apresados y procesados como subversivos.

Se llegaron a tomar iglesias y pararon las clases buscando la libertad de los detenidos, entre quienes se contaban Guido Rodríguez Alcalá, Juan Félix Bogado Gondra, Alfredo Carrillo Iramain, Alberto Friedman, Miguel Angel Almada, Jorge Lara Castro, Carlos Vivieres, Ticio Escobar. Estos furibundos anti-imperialistas de 1969 luego se volvieron grandes beneficiarios del dinero imperialista distribuído por USAID y otras fundaciones entre las ONGs, utilizadas como mampara para encubrir partidos y movimientos políticos que responden a la embajada norteamericana de Asunción. Cosa de no quedar anclados en el pasado.

El principal detonante de aquellas protestas había sido la conciencia histórica del estamento estudiantil, que tomó como un agravio a la memoria de los treinta mil paraguayos muertos en la guerra del Chaco la designación de un Rockefeller como emisario de los Estados Unidos. La designación era inoportuna, considerando que todavía vivían muchos paraguayos que participaron de la guerra del Chaco que en la década de 1930 enfrentó a los ejércitos de Bolivia y Paraguay por la posesión del subsuelo de dicha región, entonces disputado por la Shell y la Standard Oil Company, que desataron la guerra prometiendo financiación y jugosas ganancias por su apoyo para la aventura bélica al presidente boliviano Daniel Salamanca

Durante la presidencia de Juan Carlos Wasmosy, el gobierno paraguayo no sólo recibió con honores sino que también entregó una condecoración al recientemente fallecido David Rockefeller.

Rockefeller había sido invitado por un connotado miembro de la distinguida Sociedad de Las Américas (The Americas Society), "institución sin fines de lucro dedicada a informar a la gente de Estados Unidos sobre las sociedades y culturas del Hemisferio Occidental". En esta sociedad departen entre otros los chilenos Agustín Ewards, Alvaro Saieh, Fernando Léniz, Edgardo Boenninger, el venezolano Eugenio A. Mendoza -de la segunda familia más millonaria de ese país y la tercera continental-, el brasileño José Ermírio de Moraes, de la cuarta familia latinoamericana; la multimillonaria argentina Amalia Lacroze de Fortabat, el estadounidense David Rockefeller, Gustavo Cisneros, entre otros grandes multimillonarios e influyentes políticos del continente.

El anfitrión, el paraguayo Conrado Pappalardo, era entonces un influyente diputado oficialista, antes de bajar el perfil a raíz de las investigaciones que se le abrieron por el asesinato del vice-presidente Luis María Argaña en marzo de 1999. Estamos hablando de la misma persona que, desempeñándose como jefe de Protocolo de Alfredo Stroessner, en julio de 1976 presionó a George Landau, el embajador de Estados Unidos de la época -invocando "un favor" solicitado a Stroessner por su colega Augusto Pinochet-, para que obtuviera sendas visas en dos pasaportes paraguayos falsos a dos supuestos empresarios cuyos nombres eran Juan William Rose y Alejandro Romeral.

El verdadero "negocio" de estos hombres, cuyos verdaderos nombres eran Michael Vernon, Townley y Armando Fernández Larios, era asesinar a Orlando Letelier en Washinton el 21 de Septiembre de ese año, tema prohibido en la prensa paraguaya dado que Pappalardo es cuñado del dueño de ABC color y de la opinión de sus periodistas, el inefable Aldo Zuccolillo.

Precisamente, Zuccolillo y sus acólitos han montado un verdadero equipo de escribientes a sueldo con la misión de exculpar a Rockefeller de toda responsabilidad en la historia de la guerra del Chaco. Pero ni la realidad de la fábula, ni la fábula de la historia desmintieron jamás la realidad de que en 1932, no era América del Sur la que iba a imponer condiciones a su Majestad el Dólar.

Los deudos paraguayos de Rockefeller no pudieron evitar exteriorizar su tristeza por la muerte de quien al decir de sus detractores, pudo comprar tiempo pagando seis trasplantes de corazón, pero no pudo llevarse un solo dólar al infierno.

Los muertos de la guerra del Chaco, como escribiera Roa Bastos, siguen montando guardia y esperando un desagravio, una explicación o que al menos alguien cuente su verdadera historia.

Los viudos paraguayos de Rockefeller

David Rockefeller ya tenía veinte años cuando paraguayos y bolivianos se masacraban en el infierno del Chaco, sólo para decidir si Deterding o la Standard Oil se quedaban con el petróleo
Luis Agüero Wagner
jueves, 23 de marzo de 2017, 00:47 h (CET)
En la madrugada del 9 de julio de 1938, un acuerdo secreto para que Bolivia y por su intermedio, la Standard Oil company, preservaran la zona petrolífera del Chaco, fue firmado en Buenos Aires.

El territorio había sido arrebatado por el Paraguay en la guerra que enfrentó a paraguayos y bolivianos entre 1932 y 1935, una matanza inspirada y sufragada por los intereses de la empresa de Rockefeller, según lo denunciara -antes de ser asesinado- el senador Huey Long en el Congreso de Washington.

El documento secreto se salvó para la historia porque el secretario de la embajada norteamericana en Buenos Aires, Allen Haden, envió una copia a sus superiores del Departamento de Estado. Años después, el historiador Leslie Rout lo publicó en su Tesis presentada en la Universidad de Michigan, y la obra terminó editada en Texas.

De esta manera los paraguayos se enteraron, varias décadas después de los hechos, que los pozos petrolíferos que habían arrebatado a su ocasional enemigo en una guerra a un alto costo de sangre y muerte, había quedado finalmente en manos de la misma empresa que pagara con créditos la movilización bélica boliviana.

Como todo había quedado en la penumbra, el protagonismo de los Rockefeller en la matanza no sembró rencores en Paraguay. Lo demuestra la hospitalidad con la que el 19 de junio de 1969 fue recibido en Paraguay el entonces gobernador de New York Nelson Rockefeller. Al día siguiente el dictador Stroessner lo recibió con los brazos abiertos en el Palacio de López.

De la entrevista brotaron negaciones transnacionales de gran magnitud.

Quedó conformado el vínculo corporativo entre el Chase Manhattan Bank-Exxon con sus firmas vinculadas por un lado, y Repsa-Refco-Navipar con el Banco de Asunción por el otro, gigantesco pulpo cuya principalísima actividad radicó en el desvío y transferencia de dinero mal habido al exterior. Por esos vasos comunicantes pasaron sobrefacturaciones y comisiones derivadas del esquema del petróleo (compra, transporte, seguro, almacenamiento, refinación, distribución y anexos), parte de las enormes ganancias secretas de rubos como la construcción y equipamiento de la hidroeléctrica de Itaipú, así como comisiones por los préstamos contratados por el gobierno de Paraguay con gobiernos y organismos multilaterales de crédito.

Luego de incubar tales negociados con el dictador sudamericano, Rockefeller se despidió con una conferencia de prensa donde prodigó encendidos elogios a la labor de su amigo y nuevo socio: "El presidente Stroessner hizo más por el Paraguay de lo que se hizo en 50 años" sentenció.

Uno de los hechos anecdóticos de aquella visita fue el repudio que exteriorizaron medio centenar de jóvenes apostados en una calle por donde pasó la caravana del magnate-gobernador. Posteriormente los mismos revoltosos realizaron una tribuna libre en la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica, donde quemaron una bandera norteamericana.

El sábado 21 de junio se produjo una nueva concentración estudiantil, que acabó en un brutal apaleamiento. Varios dirigentes estudiantiles fueron apresados y procesados como subversivos.

Se llegaron a tomar iglesias y pararon las clases buscando la libertad de los detenidos, entre quienes se contaban Guido Rodríguez Alcalá, Juan Félix Bogado Gondra, Alfredo Carrillo Iramain, Alberto Friedman, Miguel Angel Almada, Jorge Lara Castro, Carlos Vivieres, Ticio Escobar. Estos furibundos anti-imperialistas de 1969 luego se volvieron grandes beneficiarios del dinero imperialista distribuído por USAID y otras fundaciones entre las ONGs, utilizadas como mampara para encubrir partidos y movimientos políticos que responden a la embajada norteamericana de Asunción. Cosa de no quedar anclados en el pasado.

El principal detonante de aquellas protestas había sido la conciencia histórica del estamento estudiantil, que tomó como un agravio a la memoria de los treinta mil paraguayos muertos en la guerra del Chaco la designación de un Rockefeller como emisario de los Estados Unidos. La designación era inoportuna, considerando que todavía vivían muchos paraguayos que participaron de la guerra del Chaco que en la década de 1930 enfrentó a los ejércitos de Bolivia y Paraguay por la posesión del subsuelo de dicha región, entonces disputado por la Shell y la Standard Oil Company, que desataron la guerra prometiendo financiación y jugosas ganancias por su apoyo para la aventura bélica al presidente boliviano Daniel Salamanca

Durante la presidencia de Juan Carlos Wasmosy, el gobierno paraguayo no sólo recibió con honores sino que también entregó una condecoración al recientemente fallecido David Rockefeller.

Rockefeller había sido invitado por un connotado miembro de la distinguida Sociedad de Las Américas (The Americas Society), "institución sin fines de lucro dedicada a informar a la gente de Estados Unidos sobre las sociedades y culturas del Hemisferio Occidental". En esta sociedad departen entre otros los chilenos Agustín Ewards, Alvaro Saieh, Fernando Léniz, Edgardo Boenninger, el venezolano Eugenio A. Mendoza -de la segunda familia más millonaria de ese país y la tercera continental-, el brasileño José Ermírio de Moraes, de la cuarta familia latinoamericana; la multimillonaria argentina Amalia Lacroze de Fortabat, el estadounidense David Rockefeller, Gustavo Cisneros, entre otros grandes multimillonarios e influyentes políticos del continente.

El anfitrión, el paraguayo Conrado Pappalardo, era entonces un influyente diputado oficialista, antes de bajar el perfil a raíz de las investigaciones que se le abrieron por el asesinato del vice-presidente Luis María Argaña en marzo de 1999. Estamos hablando de la misma persona que, desempeñándose como jefe de Protocolo de Alfredo Stroessner, en julio de 1976 presionó a George Landau, el embajador de Estados Unidos de la época -invocando "un favor" solicitado a Stroessner por su colega Augusto Pinochet-, para que obtuviera sendas visas en dos pasaportes paraguayos falsos a dos supuestos empresarios cuyos nombres eran Juan William Rose y Alejandro Romeral.

El verdadero "negocio" de estos hombres, cuyos verdaderos nombres eran Michael Vernon, Townley y Armando Fernández Larios, era asesinar a Orlando Letelier en Washinton el 21 de Septiembre de ese año, tema prohibido en la prensa paraguaya dado que Pappalardo es cuñado del dueño de ABC color y de la opinión de sus periodistas, el inefable Aldo Zuccolillo.

Precisamente, Zuccolillo y sus acólitos han montado un verdadero equipo de escribientes a sueldo con la misión de exculpar a Rockefeller de toda responsabilidad en la historia de la guerra del Chaco. Pero ni la realidad de la fábula, ni la fábula de la historia desmintieron jamás la realidad de que en 1932, no era América del Sur la que iba a imponer condiciones a su Majestad el Dólar.

Los deudos paraguayos de Rockefeller no pudieron evitar exteriorizar su tristeza por la muerte de quien al decir de sus detractores, pudo comprar tiempo pagando seis trasplantes de corazón, pero no pudo llevarse un solo dólar al infierno.

Los muertos de la guerra del Chaco, como escribiera Roa Bastos, siguen montando guardia y esperando un desagravio, una explicación o que al menos alguien cuente su verdadera historia.

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