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De izquierda a derecha en la acera política

Los dilemas de la UCR

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La Unión Cívica Radical (UCR), tradicional partido argentino, se desmorona lentamente. Sus chances electorales, sin embargo, parecen pendular. En los últimos años ha perdido mucho de su carnadura territorial y hoy no cuenta con el poderío extendido a niveles nacionales, especialmente en las zonas nórdicas de Argentina.

De todos modos, cuentan con un candidato oficial, Ricardo Alfonsín, que es bien visto por varios sectores y suscita la esperanza de conformar una alianza de centroizquierda para oponerse al kirchnerismo.

Esa fortaleza pudo tener un impulso en el renunciamiento de Ernesto Sanz a la candidatura presidencial. Éste se bajó de donde nunca estuvo decididamente subido. Su lanzamiento tenía el tufo de un apresuramiento de las corporaciones por fabricar un candidato acorde a sus intereses económicos más raigales, que una verdadera alternativa de poder. Dentro del esquema de fuerzas, Sanz era intranscendente. Renunció a sus candidaturas dos veces en menos de un mes: la abstención de la interna funcionó como anticipo de su renuncia final a la presidencia. Nunca sobrepasó las fronteras de la pura intención voluntarista de un sector derechoso. Prácticamente, un desconocido para la población argentina que no sigue de cerca los vaivenes políticos.

Limites no tan limitantes
En efecto, sin Sanz en el radicalismo para permitir un acuerdo más estrecho con los sectores más conservadores de la derecha, como por ejemplo, Mauricio Macri, y con Pino Solanas, de Proyecto Sur (PSur) bajando a competir en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), el panorama de la UCR parecía pintarse de tintes más progresistas.

Al mismo tiempo, dado el contexto, Mauricio Macri decidió bajar al territorio de la CABA, donde tiene mayores chances de ganar, y apostar a nivel nacional a cerrar una buena alianza con algún candidato con mejor imagen. Ese candidato es Ricardo Alfonsín. No hay otro. De todos modos, éste había expresado que Mauricio Macri era un límite para sellar acuerdos y en el mismo sentido dieron a conocer sus impresiones los principales dirigentes de la UCR.

De cualquier modo, al tiempo que hacían esas declaraciones, la UCR se acercaba a Francisco De Narváez, exponente de la derecha y ex aliado electoral del propio Mauricio Macri. De esta forma, los radicales recomponían por atrás lo que quedaba obstruido por adelante. Es lógico: sería demasiado difícil para Alfonsín presentarse como una alternativa coherente y verosímil, siendo flanqueado por Mauricio Macri. De cualquier forma, para tener chances sin Macri, Alfonsín necesita un amplio pacto con el Partido Socialista (PS), el GEN y PSur, pero estos ya hicieron saber que de ninguna manera pueden aceptar a Francisco De Narváez cerca. Hermes Binner, Gobernador de Santa FE y principal referente del PS, y Margarita Stolbizer, del GEN, marcaron la cancha respecto a los coqueteos con sectores derechistas y se posicionaron a favor de una alianza definidamente centroizquierdista, compuesta con el Mandatario santafesino a la cabeza, en caso que su delfín territorial gane las elecciones para sucederlo en el cargo.

Eso complica las cosas, ya que el colombiano naturalizado es un allegado de peso para la provincia de Buenos Aires, pero no tanto en planos nacionales, donde si cobran mayor importancia los potenciales aliados centroizquierdistas. En una alianza entre Alfonsín y De Narváez, es este último quien sale ganando, ya que recibe una porción de votos de un electorado que de otro modo jamás lo votaría, y con eso suma algo de fuerza a su ya buena cosecha bonaerense. Alfonsín, en cambio, a nivel nacional no suma demasiado y, por lo demás, pierde el voto de una importante franja de centroizquierda que de ninguna manera votaría a De Narváez. No suena creíble que Alfonsín tenga la capacidad de arrastre suficiente como para lograr que los suyos voten por el colombiano que va por la Gobernación de Buenos Aires.

Solos y a la derecha
En el espacio de centroderecha, envueltos en sus propios conflictos, especialmente por el papelón realizado en el intento de elecciones preinternas, suspendido luego de repetidos desacuerdos, quedan Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá. Ninguno de los dos tienen espaldas electorales suficientes como para afrontar una elección nacional; de hecho, ni siquiera pudieron sostener una mera evaluación previa, más ceremonial que representativa.

De modo que, en términos prácticos, de concretarse las alianzas y ante una resignación de los sectores concentrados del poder económico por la carestía de candidato genuino de su riñón, Alfonsín puede recibir algunos respaldos y quedar ubicado como la opción de centroderecha. Es la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) quien, mediante la toma de medidas de cuño centroizquierdista y conquistando a los sectores progresistas de la vida política nacional, puede forzar y acelerar esta situación.

Amargo favor le harían las corporaciones a Alfonsín brindándole su apoyo. Al ser ese virtual respaldo una cuestión de conveniencias circunstanciales ante la falta de un referente con mayor identificación sectorial, deberán ejercer una gran presión sobre el candidato que, por su parte, no parece contar con las fuerzas político-sociales suficientes como para hacerle frente a esas corporaciones y tomar un rumbo autónomo. En la Argentina esas fuerzas tienen nombre y apellido, y básicamente se trata de la Confederación General del Trabajo (CGT), la organización del movimiento obrero que encabeza Hugo Moyano.

El enemigo en casa
Hacia dentro de la UCR no faltan personajes de perfil derechoso. En los últimos años el partido ha sido conquistado por esa línea conservadora y de clara tendencia antinacional.

Para ejemplificar, Gerardo Morales, senador por el partido, se encargó de dar una muestra clara. En los últimos días, ante la masiva y repugnantemente servil cobertura mediática a la boda del Príncipe Williams y Kate Middleton, que coincidió con la época en la que se conmemora la Guerra de Malvinas, librada contra el imperio inglés, nada dijeron acerca del carácter cipayo y antinacional de los medios argentinos que enviaron reportes especiales y abarcaron casi toda su programación con la boda, ni tampoco recordaron los tantos episodios trágicos ocurridos durante la guerra de Malvinas y que tuvieron a los ingleses como verdugos. El mismo Williams fue entrenado en las Malvinas robadas por la corona británica, y ahora es enviado a una misión especial en ellas. El senador radical cayó rotundamente. Sin embargo, ante un hecho de corte imperial como el asesinato a Osama Bin Laden, raudamente salió a pedir con humillante entusiasmo que CFK felicitara a Barack Obama y a los Estados Unidos.

Con esto queda claro que las corporaciones tienen razones suficientes para confiar en que un gobierno de la UCR puede aceptar sin muchos problemas sus programas de gobiernos y aplicar el rumbo político-económico que vienen reclamando desde hace algunos años. En definitiva, tantísimos legislados o referentes radicales vienen defendiendo las causas de la oligarquía agroindustrial exportadora con todo fervor y denuedo.

Los dilemas de la UCR

De izquierda a derecha en la acera política
Lucas Paulinovich
martes, 3 de mayo de 2011, 08:36 h (CET)
La Unión Cívica Radical (UCR), tradicional partido argentino, se desmorona lentamente. Sus chances electorales, sin embargo, parecen pendular. En los últimos años ha perdido mucho de su carnadura territorial y hoy no cuenta con el poderío extendido a niveles nacionales, especialmente en las zonas nórdicas de Argentina.

De todos modos, cuentan con un candidato oficial, Ricardo Alfonsín, que es bien visto por varios sectores y suscita la esperanza de conformar una alianza de centroizquierda para oponerse al kirchnerismo.

Esa fortaleza pudo tener un impulso en el renunciamiento de Ernesto Sanz a la candidatura presidencial. Éste se bajó de donde nunca estuvo decididamente subido. Su lanzamiento tenía el tufo de un apresuramiento de las corporaciones por fabricar un candidato acorde a sus intereses económicos más raigales, que una verdadera alternativa de poder. Dentro del esquema de fuerzas, Sanz era intranscendente. Renunció a sus candidaturas dos veces en menos de un mes: la abstención de la interna funcionó como anticipo de su renuncia final a la presidencia. Nunca sobrepasó las fronteras de la pura intención voluntarista de un sector derechoso. Prácticamente, un desconocido para la población argentina que no sigue de cerca los vaivenes políticos.

Limites no tan limitantes
En efecto, sin Sanz en el radicalismo para permitir un acuerdo más estrecho con los sectores más conservadores de la derecha, como por ejemplo, Mauricio Macri, y con Pino Solanas, de Proyecto Sur (PSur) bajando a competir en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), el panorama de la UCR parecía pintarse de tintes más progresistas.

Al mismo tiempo, dado el contexto, Mauricio Macri decidió bajar al territorio de la CABA, donde tiene mayores chances de ganar, y apostar a nivel nacional a cerrar una buena alianza con algún candidato con mejor imagen. Ese candidato es Ricardo Alfonsín. No hay otro. De todos modos, éste había expresado que Mauricio Macri era un límite para sellar acuerdos y en el mismo sentido dieron a conocer sus impresiones los principales dirigentes de la UCR.

De cualquier modo, al tiempo que hacían esas declaraciones, la UCR se acercaba a Francisco De Narváez, exponente de la derecha y ex aliado electoral del propio Mauricio Macri. De esta forma, los radicales recomponían por atrás lo que quedaba obstruido por adelante. Es lógico: sería demasiado difícil para Alfonsín presentarse como una alternativa coherente y verosímil, siendo flanqueado por Mauricio Macri. De cualquier forma, para tener chances sin Macri, Alfonsín necesita un amplio pacto con el Partido Socialista (PS), el GEN y PSur, pero estos ya hicieron saber que de ninguna manera pueden aceptar a Francisco De Narváez cerca. Hermes Binner, Gobernador de Santa FE y principal referente del PS, y Margarita Stolbizer, del GEN, marcaron la cancha respecto a los coqueteos con sectores derechistas y se posicionaron a favor de una alianza definidamente centroizquierdista, compuesta con el Mandatario santafesino a la cabeza, en caso que su delfín territorial gane las elecciones para sucederlo en el cargo.

Eso complica las cosas, ya que el colombiano naturalizado es un allegado de peso para la provincia de Buenos Aires, pero no tanto en planos nacionales, donde si cobran mayor importancia los potenciales aliados centroizquierdistas. En una alianza entre Alfonsín y De Narváez, es este último quien sale ganando, ya que recibe una porción de votos de un electorado que de otro modo jamás lo votaría, y con eso suma algo de fuerza a su ya buena cosecha bonaerense. Alfonsín, en cambio, a nivel nacional no suma demasiado y, por lo demás, pierde el voto de una importante franja de centroizquierda que de ninguna manera votaría a De Narváez. No suena creíble que Alfonsín tenga la capacidad de arrastre suficiente como para lograr que los suyos voten por el colombiano que va por la Gobernación de Buenos Aires.

Solos y a la derecha
En el espacio de centroderecha, envueltos en sus propios conflictos, especialmente por el papelón realizado en el intento de elecciones preinternas, suspendido luego de repetidos desacuerdos, quedan Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá. Ninguno de los dos tienen espaldas electorales suficientes como para afrontar una elección nacional; de hecho, ni siquiera pudieron sostener una mera evaluación previa, más ceremonial que representativa.

De modo que, en términos prácticos, de concretarse las alianzas y ante una resignación de los sectores concentrados del poder económico por la carestía de candidato genuino de su riñón, Alfonsín puede recibir algunos respaldos y quedar ubicado como la opción de centroderecha. Es la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) quien, mediante la toma de medidas de cuño centroizquierdista y conquistando a los sectores progresistas de la vida política nacional, puede forzar y acelerar esta situación.

Amargo favor le harían las corporaciones a Alfonsín brindándole su apoyo. Al ser ese virtual respaldo una cuestión de conveniencias circunstanciales ante la falta de un referente con mayor identificación sectorial, deberán ejercer una gran presión sobre el candidato que, por su parte, no parece contar con las fuerzas político-sociales suficientes como para hacerle frente a esas corporaciones y tomar un rumbo autónomo. En la Argentina esas fuerzas tienen nombre y apellido, y básicamente se trata de la Confederación General del Trabajo (CGT), la organización del movimiento obrero que encabeza Hugo Moyano.

El enemigo en casa
Hacia dentro de la UCR no faltan personajes de perfil derechoso. En los últimos años el partido ha sido conquistado por esa línea conservadora y de clara tendencia antinacional.

Para ejemplificar, Gerardo Morales, senador por el partido, se encargó de dar una muestra clara. En los últimos días, ante la masiva y repugnantemente servil cobertura mediática a la boda del Príncipe Williams y Kate Middleton, que coincidió con la época en la que se conmemora la Guerra de Malvinas, librada contra el imperio inglés, nada dijeron acerca del carácter cipayo y antinacional de los medios argentinos que enviaron reportes especiales y abarcaron casi toda su programación con la boda, ni tampoco recordaron los tantos episodios trágicos ocurridos durante la guerra de Malvinas y que tuvieron a los ingleses como verdugos. El mismo Williams fue entrenado en las Malvinas robadas por la corona británica, y ahora es enviado a una misión especial en ellas. El senador radical cayó rotundamente. Sin embargo, ante un hecho de corte imperial como el asesinato a Osama Bin Laden, raudamente salió a pedir con humillante entusiasmo que CFK felicitara a Barack Obama y a los Estados Unidos.

Con esto queda claro que las corporaciones tienen razones suficientes para confiar en que un gobierno de la UCR puede aceptar sin muchos problemas sus programas de gobiernos y aplicar el rumbo político-económico que vienen reclamando desde hace algunos años. En definitiva, tantísimos legislados o referentes radicales vienen defendiendo las causas de la oligarquía agroindustrial exportadora con todo fervor y denuedo.

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