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Un nuevo piano para el flamenco

Fuera de la Realidad

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La primera noticia que tuve de Pablo Rubén Maldonado fue hace ya bastante, un par de años largos, a pesar de que la cercanía con la que lo he sentido todo este tiempo me lleva ahora a pensar, engañado, que fue hace mucho menos. Y es que, desde un primer momento, este brillante músico provocó en mí esa extraña especie de simpatía a primera vista que solo surge en muy contadas ocasiones. ¿Saben cuando, escuchando a un intérprete, este nos provoca una serie de emociones de una forma tan humana que uno sospecha que semejante conocimiento del alma no puede ser fortuito, casual? Pues algo de esto, y más de otras cosas, es lo que pensé, y pienso, acerca de la música de este hombre. Aquella primera noche - encuentro fortuito en la tanda de improvisaciones con las que por aquel entonces se prolongaban los conciertos de las noches de sabbath en la Casa Persa de Madrid - me presentó al hombre, antesala del músico al que llegaría a conocer más tarde. No puedo recordar si Maldonado tocó algo en aquella ocasión; no sé si me imagino que algo hizo con alguna guitarra o es producto de mi mente poco fiable, estando como estaba yo bajo los efectos de la contemplación de una danza que me mantuvo absorto durante 25 minutos ininterrumpidos, a cargo de una bailarina derviche, una mevleví, giróvaga, giradora, lo que sea que debiera llamarla (mis acercamientos sufistas han comenzado hace realmente poco, no me culpen demasiado: sé que daba vueltas y hacía maravillas con sus brazos…), y de la que a pesar de no recordar su nombre, acabé la noche completamente enamorado. Alcanzo, eso sí, a recordar la enorme empatía de Pablo Rubén, su absoluta humildad y, de forma llamativa, su conocimiento técnico sobre aquello de lo que hablaba. Que no se trataba de un pianista flamenco al uso era algo evidente: nada de misticismo chabacano para disimular una falta de fundamento o de capacidad técnica, porque para la parte espiritual ya está él como persona, y en cuestiones de música hay que tener claro que no conviene sustraerle al arte su parte de ciencia. El duende, lamentablemente para muchos, no ha sido aún capaz de ir en contra de la evidencia física de la serie de armónicos, y él lo sabe: rara avis en el mundo del flamenco que, como poco, se gana inmediatamente el respeto de aquellos que temblamos cuando oímos de algún ejecutante de jazz cosas como que “lo que importa es el swing, no la afinación”. Que nadie se ría demasiado, que el contrabajista en cuestión es hoy catedrático, para mal de los muchos alumnos que desgraciadamente tendrán que pasar por sus manos.

Motivos me sobraban para acercarme a oírlo más allá de sus palabras, y así lo hice tan pronto tuve la ocasión; y ya luego repetidas veces, y al frente de diferentes formaciones. Y si A. A. Caballero decía, en una reseña para El País, que Maldonado “acompaña el cante casi como si estuviera pulsando las cuerdas de una guitarra”, yo debo decir, para sumarme a tan acertada crítica, que de estos momentos en directo lo que más me asombró, teniendo en cuenta que este aspecto supone el síntoma del grado hasta el que ha aprehendido los esquemas, métricas, formas y estructuras del género, fue su manera de acompañar el baile. La bailaora, libre como procede en sus solos y demás intervenciones, pudo encontrar siempre un remate perfecto en el piano, un fluir absoluto del conjunto al que ella debía guiar para que todo funcionase; y nadie debe engañarse con esta cuestión: si improvisar un buen solo es algo terriblemente difícil, acompañar una intervención solista es aún más complicado. Y ahora, a la vista de uno de sus últimos trabajos, el tema de presentación para el FFLAC 2011 (el casi recién nacido Festival Flamenco de Cortometrajes que celebra este año su segunda edición), se revela igualmente como un estupendo arreglista y productor que consigue igualar en sus mezclas el interés de sus texturas pianísticas, remitiendo todo al mismo punto: una aparente sencillez en el lenguaje que se compone de líneas intrincadas con las que dibuja su individual, innovador y brillante acercamiento musical. Supongo que cuando una personalidad como la de Maldonado pone su conocimiento al servicio de la música, da igual que ejerza de letrista, solista o de hombre en segundo plano detrás del telón, porque reviste todo aquello que hace de un halo especial. Ese mismo halo que de forma reveladora lo ha llevado a llamar “Fuera de la realidad” al reciente registro sonoro que él define como el fruto de sus últimos diez años de trabajo, y que si bien ya había sido editado en formato físico hace unos meses, vuelve ahora a ser noticia por su inminente disponibilidad en plataformas de venta de música en la red. Supongo, dado que aún no he tenido la ocasión de comprobarlo, que la venta seguirá los ya habituales patrones comerciales, ofertando pistas separadas o el formato completo del disco, aunque lo realmente importante es el hecho de que esta música esté al alcance del mayor números de oídos posibles y, aún por encima, al alcance de todos los bolsillos. Amante del directo, de la escena, consciente de hasta qué punto se debe al escenario, Maldonado siempre ha hecho saber con rapidez y franca honestidad que cualquier vídeo o disco es tan solo una tarjeta de presentación para hacer que la gente lo siga hasta el escenario, donde lo podrá disfrutar al máximo. Y yo creo que, con este trabajo que pone ahora en nuestras manos, no le será demasiado difícil cumplir sus objetivos.

Fuera de la Realidad

Un nuevo piano para el flamenco
Borja Costa
lunes, 2 de mayo de 2011, 00:09 h (CET)
La primera noticia que tuve de Pablo Rubén Maldonado fue hace ya bastante, un par de años largos, a pesar de que la cercanía con la que lo he sentido todo este tiempo me lleva ahora a pensar, engañado, que fue hace mucho menos. Y es que, desde un primer momento, este brillante músico provocó en mí esa extraña especie de simpatía a primera vista que solo surge en muy contadas ocasiones. ¿Saben cuando, escuchando a un intérprete, este nos provoca una serie de emociones de una forma tan humana que uno sospecha que semejante conocimiento del alma no puede ser fortuito, casual? Pues algo de esto, y más de otras cosas, es lo que pensé, y pienso, acerca de la música de este hombre. Aquella primera noche - encuentro fortuito en la tanda de improvisaciones con las que por aquel entonces se prolongaban los conciertos de las noches de sabbath en la Casa Persa de Madrid - me presentó al hombre, antesala del músico al que llegaría a conocer más tarde. No puedo recordar si Maldonado tocó algo en aquella ocasión; no sé si me imagino que algo hizo con alguna guitarra o es producto de mi mente poco fiable, estando como estaba yo bajo los efectos de la contemplación de una danza que me mantuvo absorto durante 25 minutos ininterrumpidos, a cargo de una bailarina derviche, una mevleví, giróvaga, giradora, lo que sea que debiera llamarla (mis acercamientos sufistas han comenzado hace realmente poco, no me culpen demasiado: sé que daba vueltas y hacía maravillas con sus brazos…), y de la que a pesar de no recordar su nombre, acabé la noche completamente enamorado. Alcanzo, eso sí, a recordar la enorme empatía de Pablo Rubén, su absoluta humildad y, de forma llamativa, su conocimiento técnico sobre aquello de lo que hablaba. Que no se trataba de un pianista flamenco al uso era algo evidente: nada de misticismo chabacano para disimular una falta de fundamento o de capacidad técnica, porque para la parte espiritual ya está él como persona, y en cuestiones de música hay que tener claro que no conviene sustraerle al arte su parte de ciencia. El duende, lamentablemente para muchos, no ha sido aún capaz de ir en contra de la evidencia física de la serie de armónicos, y él lo sabe: rara avis en el mundo del flamenco que, como poco, se gana inmediatamente el respeto de aquellos que temblamos cuando oímos de algún ejecutante de jazz cosas como que “lo que importa es el swing, no la afinación”. Que nadie se ría demasiado, que el contrabajista en cuestión es hoy catedrático, para mal de los muchos alumnos que desgraciadamente tendrán que pasar por sus manos.

Motivos me sobraban para acercarme a oírlo más allá de sus palabras, y así lo hice tan pronto tuve la ocasión; y ya luego repetidas veces, y al frente de diferentes formaciones. Y si A. A. Caballero decía, en una reseña para El País, que Maldonado “acompaña el cante casi como si estuviera pulsando las cuerdas de una guitarra”, yo debo decir, para sumarme a tan acertada crítica, que de estos momentos en directo lo que más me asombró, teniendo en cuenta que este aspecto supone el síntoma del grado hasta el que ha aprehendido los esquemas, métricas, formas y estructuras del género, fue su manera de acompañar el baile. La bailaora, libre como procede en sus solos y demás intervenciones, pudo encontrar siempre un remate perfecto en el piano, un fluir absoluto del conjunto al que ella debía guiar para que todo funcionase; y nadie debe engañarse con esta cuestión: si improvisar un buen solo es algo terriblemente difícil, acompañar una intervención solista es aún más complicado. Y ahora, a la vista de uno de sus últimos trabajos, el tema de presentación para el FFLAC 2011 (el casi recién nacido Festival Flamenco de Cortometrajes que celebra este año su segunda edición), se revela igualmente como un estupendo arreglista y productor que consigue igualar en sus mezclas el interés de sus texturas pianísticas, remitiendo todo al mismo punto: una aparente sencillez en el lenguaje que se compone de líneas intrincadas con las que dibuja su individual, innovador y brillante acercamiento musical. Supongo que cuando una personalidad como la de Maldonado pone su conocimiento al servicio de la música, da igual que ejerza de letrista, solista o de hombre en segundo plano detrás del telón, porque reviste todo aquello que hace de un halo especial. Ese mismo halo que de forma reveladora lo ha llevado a llamar “Fuera de la realidad” al reciente registro sonoro que él define como el fruto de sus últimos diez años de trabajo, y que si bien ya había sido editado en formato físico hace unos meses, vuelve ahora a ser noticia por su inminente disponibilidad en plataformas de venta de música en la red. Supongo, dado que aún no he tenido la ocasión de comprobarlo, que la venta seguirá los ya habituales patrones comerciales, ofertando pistas separadas o el formato completo del disco, aunque lo realmente importante es el hecho de que esta música esté al alcance del mayor números de oídos posibles y, aún por encima, al alcance de todos los bolsillos. Amante del directo, de la escena, consciente de hasta qué punto se debe al escenario, Maldonado siempre ha hecho saber con rapidez y franca honestidad que cualquier vídeo o disco es tan solo una tarjeta de presentación para hacer que la gente lo siga hasta el escenario, donde lo podrá disfrutar al máximo. Y yo creo que, con este trabajo que pone ahora en nuestras manos, no le será demasiado difícil cumplir sus objetivos.

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