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Tanta culpa de la tensión tiene Guardiola como Mourinho

Acabemos la fiesta en paz

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Tanto clásico en tan pocos días no ha sido un acierto del destino. Este tipo de partidos se viven siempre de forma muy pasional, tanto por parte de los aficionados como de los equipos, y dejan heridas, unas cicatrices que esta vez no están teniendo tiempo de curarse. Por eso, la rivalidad entre Real Madrid y Barcelona está llegando tan lejos. ¡Y aún queda un capítulo! El buen juego y la deportividad han quedado minimizados. Uno y otro bando han demostrado que sólo les importa ganar.

Todos han contribuido a echar leña al fuego, especialmente los entrenadores, y decir que José Mourinho prendió la llama es tan arriesgado como apuntar directamente a Pep Guardiola. ¿Fue antes el huevo o la gallina? Pues esto es lo mismo. Tan sancionables son las declaraciones del madridista como las salidas de tono del azulgrana. Uno explotó tras sentirse agraviado en la Champions, y el otro hizo lo propio tras la Copa del Rey. ¿Diferencias? Yo no encuentro ninguna. Las formas son distintas pero el fondo es el mismo. Entre ironías, malas modos, directas e indirectas, los dos han intentado influir en los árbitros, verter sospechas en el triunfo del otro y manipular estados de ánimo. Sin embargo, me da la sensación de que será sólo Mourinho, en el punto de mira tanto del Barcelona como (de forma inexplicable) de la UEFA, el que reciba un injusto castigo ejemplarizante, una vez más.

El doble rasero lo estamos viendo también en el terreno de juego, aunque quiero creer que no es deliberado. Pepe nunca debió ver la roja en la ida de semifinales europea. Es más, las imágenes han demostrado que ni tan siquiera tocó a Alves. Por eso, da vergüenza que el brasileño, al menos tan marrullero como el portugués, se siga quejando. Parafraseando a Rio Ferdinand (capitán del Manchester United): como Alves salió del campo en camilla y tardó medio minuto en volver corriendo, lo que se merece es una patada con los tacos (en la espinilla, en la entrepierna o en su bocaza). Asumiendo que la violencia no es la respuesta, está justificada la demanda que el Real Madrid ha presentado para que se castigue el teatro de los azulgranas. La sobreactuación es una estrategia más del fútbol, pero tan reprochable como contraria al juego limpio.

A todo esto, sólo el clásico de la Copa del Rey nos ha permitido disfrutar de un juego vistoso. El resto, los dos del Bernabéu, ha sido bastante mediocre, especialmente el duelo de Champions. En la primera parte, el planteamiento del Real Madrid fue tan rácano como efectivo, pues el Barcelona apenas tiró una vez a puerta; y en la segunda mitad, cuando los blancos disfrutaban de sus mejores minutos, se quedaron con 10 y, por lo tanto, a merced de un Messi que sólo pudo lucirse cuando Pepe desapareció de su sombra. ¿Conclusión? Que ninguno puede presumir de estar mejor que el otro (véase también esta pasada jornada de Liga contra Zaragoza y Real Sociedad).

Con todo este panorama, ¿es posible que podamos acabar la fiesta en paz? Me temo que será mucho pedir que tanto José como Pep eviten las salidas de tono en las próximas horas, que el partido de mañana nos deje muchos goles y espectáculo y pocas polémicas, y que los dos equipos acaben con 11 jugadores salvo que la expulsión sea muy evidente. Los otros clásicos han demostrado que es mucho pedir. Además, aún hay demasiado en juego. El duelo del Camp Nou será recordado como el de la remontada épica del Real Madrid o como el del inicio de un mes de mayo memorable para el Barcelona, que culminaría con el alirón liguero. El Betis ya demostró que todo es posible.

Acabemos la fiesta en paz

Tanta culpa de la tensión tiene Guardiola como Mourinho
Alberto Mendo
domingo, 1 de mayo de 2011, 23:01 h (CET)
Tanto clásico en tan pocos días no ha sido un acierto del destino. Este tipo de partidos se viven siempre de forma muy pasional, tanto por parte de los aficionados como de los equipos, y dejan heridas, unas cicatrices que esta vez no están teniendo tiempo de curarse. Por eso, la rivalidad entre Real Madrid y Barcelona está llegando tan lejos. ¡Y aún queda un capítulo! El buen juego y la deportividad han quedado minimizados. Uno y otro bando han demostrado que sólo les importa ganar.

Todos han contribuido a echar leña al fuego, especialmente los entrenadores, y decir que José Mourinho prendió la llama es tan arriesgado como apuntar directamente a Pep Guardiola. ¿Fue antes el huevo o la gallina? Pues esto es lo mismo. Tan sancionables son las declaraciones del madridista como las salidas de tono del azulgrana. Uno explotó tras sentirse agraviado en la Champions, y el otro hizo lo propio tras la Copa del Rey. ¿Diferencias? Yo no encuentro ninguna. Las formas son distintas pero el fondo es el mismo. Entre ironías, malas modos, directas e indirectas, los dos han intentado influir en los árbitros, verter sospechas en el triunfo del otro y manipular estados de ánimo. Sin embargo, me da la sensación de que será sólo Mourinho, en el punto de mira tanto del Barcelona como (de forma inexplicable) de la UEFA, el que reciba un injusto castigo ejemplarizante, una vez más.

El doble rasero lo estamos viendo también en el terreno de juego, aunque quiero creer que no es deliberado. Pepe nunca debió ver la roja en la ida de semifinales europea. Es más, las imágenes han demostrado que ni tan siquiera tocó a Alves. Por eso, da vergüenza que el brasileño, al menos tan marrullero como el portugués, se siga quejando. Parafraseando a Rio Ferdinand (capitán del Manchester United): como Alves salió del campo en camilla y tardó medio minuto en volver corriendo, lo que se merece es una patada con los tacos (en la espinilla, en la entrepierna o en su bocaza). Asumiendo que la violencia no es la respuesta, está justificada la demanda que el Real Madrid ha presentado para que se castigue el teatro de los azulgranas. La sobreactuación es una estrategia más del fútbol, pero tan reprochable como contraria al juego limpio.

A todo esto, sólo el clásico de la Copa del Rey nos ha permitido disfrutar de un juego vistoso. El resto, los dos del Bernabéu, ha sido bastante mediocre, especialmente el duelo de Champions. En la primera parte, el planteamiento del Real Madrid fue tan rácano como efectivo, pues el Barcelona apenas tiró una vez a puerta; y en la segunda mitad, cuando los blancos disfrutaban de sus mejores minutos, se quedaron con 10 y, por lo tanto, a merced de un Messi que sólo pudo lucirse cuando Pepe desapareció de su sombra. ¿Conclusión? Que ninguno puede presumir de estar mejor que el otro (véase también esta pasada jornada de Liga contra Zaragoza y Real Sociedad).

Con todo este panorama, ¿es posible que podamos acabar la fiesta en paz? Me temo que será mucho pedir que tanto José como Pep eviten las salidas de tono en las próximas horas, que el partido de mañana nos deje muchos goles y espectáculo y pocas polémicas, y que los dos equipos acaben con 11 jugadores salvo que la expulsión sea muy evidente. Los otros clásicos han demostrado que es mucho pedir. Además, aún hay demasiado en juego. El duelo del Camp Nou será recordado como el de la remontada épica del Real Madrid o como el del inicio de un mes de mayo memorable para el Barcelona, que culminaría con el alirón liguero. El Betis ya demostró que todo es posible.

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