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Reserva Federal estadounidense

La apuesta de Bernanke

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WASHINGTON - El Gobernador de la Reserva Federal Ben Bernanke superó sin trabas su primera rueda de prensa regular el otro día -- un acto notable y anodino en la misma medida. Fue notable por simbolizar la presente transformación de la Reserva de alcázar del hermetismo en ministerio que trata de explicarse ante la opinión pública. "La postura original... era que no es asunto de nadie lo que hicieran -- y si quería figurarse lo que era, lo hacía usted solo", dice el economista Allan Meltzer, autor de un volumen acerca de la Reserva Federal. Hasta la fecha no se había celebrado ninguna rueda de prensa, una herencia del pasado de discreción.

Lo anodino es que las preguntas de la prensa se centraron en una cuestión conocida: ¿En qué medida puede reducir el paro la Reserva sin acumular inflación? La apuesta de Bernanke es: bastante. Ha adoptado el préstamo de condiciones súper-flexibles para reducir de forma clara la tasa de paro en el 8,8% causa de consternación; son 13,5 millones de personas, parados de larga duración casi la mitad. Desde finales de 2008, la Reserva ha mantenido los tipos de interés a corto plazo cerca de cero. Con el fin de reducir los tipos a largo plazo, la Reserva está adquiriendo enormes cantidades de deuda pública y títulos de respaldo hipotecario: 1,725 billones de dólares entre finales de 2008 y marzo de 2010; otros 600.000 millones desde el pasado noviembre hasta junio. Estas compras se conocen como QE1 y QE2, QE de "flexibilización cuantitativa".

Pero hay un debate cada vez más extendido en torno a si la puesta en circulación de todo este papel en distintos sectores para reactivar la economía está ayudando a la recuperación o simplemente alentando la inflación. El destino de la economía puede depender de quién tenga la razón. Los estudios encargados por economistas de la Reserva son, como era de esperar, partidarios. Uno estima que las oleadas QE1 y QE2 rebajaron los tipos a largo plazo alrededor de 0,5 puntos porcentuales y salvaron casi 3 millones de puestos de trabajo; la tasa de paro se habría aproximado al 11%. Muchos economistas privados no están tan impresionados; sospechan que los beneficios acarreados por la ola QE1 se los llevó la ola QE2.

Los mercados de deuda "estaban rígidos" cuando arrancó la ola de flexibilización QE1, según el economista David Wyss, de Standard & Poor's. Los inversores no iban a invertir. La compra de títulos por parte de la Reserva palió el miedo y estabilizó los mercados. El impacto de la ola QE2 es más moderado, afirma seguro. Uno de los efectos achacados es el rebote de la Bolsa. La teoría: Los inversores pasaron de los títulos de renta fija a las acciones. Claramente, las cotizaciones han subido cerca del 30% desde que Bernanke aprobara la ola de flexibilización QE2 a finales de agosto de 2010. Pero Wyss pone en tela de juicio que la ola QE2 represente más de cuatro puntos porcentuales de los avances. Los fuertes beneficios corporativos son la principal causa, dice.

Mientras tanto, la inflación se acerca sigilosamente. Durante el último ejercicio, el Índice de Precios al Consumo creció un 2,7%; seis meses antes, el avance anual era de sólo el 1,2%. Bernanke culpa al encarecimiento de las gasolinas y los alimentos, reflejo de factores temporales (la guerra de Libia, las malas cosechas) que se pueden invertir. El riesgo de una espiral inflacionista salarios-precios, reza este argumento, es insignificante porque el paro es alto y los sueldos están estancados.

Puede. Pero la dinámica de la inflación podría estar cambiando. Este es el motivo. La recesión provocó cierres de empresas y plantas sustanciales; ahora, hay menos capacidad para satisfacer la creciente demanda. Las empresas tienen más poder para subir los precios; un dólar cada vez más depreciado agrava el efecto al encarecer las importaciones.

Se puede ver esto claramente en dos sectores: el automovilístico y las líneas aéreas. Desde 2006, General Motors, Ford y Chrysler han echado el cierre a cerca del 25% de su producción, según el economista del Center for Automotive Research Sean McAlinden. Los "incentivos" a la compra de vehículos (alias descuentos) se están contrayendo -- lo que se traduce en que los precios suben. Lo mismo ha sucedido en las líneas aéreas. En 2009, representaron el mayor porcentaje de recortes de vuelos desde 1942; la cifra de vuelos nacionales diarios a finales de 2010 (27.798) era casi un 10% inferior a la de 2007. En marzo, los billetes de vuelos nacionales eran un 11,5% más caros que un año antes.

El problema se podría generalizar. La Reserva mide periódicamente la capacidad de producción de las industrias. De 2007 a 2010, bajó un 5,4 por ciento. Es el descenso más acusado desde que comenzó a recabarse la estadística en 1948; el otro descenso anual sucedió en 2003 y fue de un escaso 0,25%.

La Reserva es atacada tanto desde la izquierda (por no hacer nada para crear empleo) como desde la derecha (por intervenir demasiado y tentar a la inflación), observa el antiguo Vicegobernador de la Reserva Donald Kohn. Bernanke busca el rumbo intermedio. Un argumento a favor de una Reserva menos hermética es el siguiente: El inversor, corredor o trabajador que entiende mejor los objetivos de la Reserva no trata de ponerlos en tela de juicio a la ligera. El compromiso mismo de la Reserva con la baja inflación va a limitar los salarios y los precios. Hasta cierto punto, puede ser así. Pero las cuestiones de imagen por sí solas no van a controlar el comportamiento. Las acciones superan a las intenciones.

La moraleja de la gran inflación de los 70 (13% en 1980) es que una vez que los precios empiezan a subir de manera paulatina, se retroalimentan. La precipitación es desastrosa. Particulares y empresas no saben hacer planes de futuro; la recesión se vuelve más recurrente. Una inflación inesperadamente elevada sentenciaría probablemente la actual política de crédito flexible. La Reserva tendría que subir los tipos. Las críticas vertidas tanto desde la izquierda como desde la derecha se intensificarían. En conclusión, mucho depende de la apuesta de Bernanke: Si él pierde, perdemos todos.

La apuesta de Bernanke

Reserva Federal estadounidense
Robert J. Samuelson
domingo, 1 de mayo de 2011, 22:15 h (CET)
WASHINGTON - El Gobernador de la Reserva Federal Ben Bernanke superó sin trabas su primera rueda de prensa regular el otro día -- un acto notable y anodino en la misma medida. Fue notable por simbolizar la presente transformación de la Reserva de alcázar del hermetismo en ministerio que trata de explicarse ante la opinión pública. "La postura original... era que no es asunto de nadie lo que hicieran -- y si quería figurarse lo que era, lo hacía usted solo", dice el economista Allan Meltzer, autor de un volumen acerca de la Reserva Federal. Hasta la fecha no se había celebrado ninguna rueda de prensa, una herencia del pasado de discreción.

Lo anodino es que las preguntas de la prensa se centraron en una cuestión conocida: ¿En qué medida puede reducir el paro la Reserva sin acumular inflación? La apuesta de Bernanke es: bastante. Ha adoptado el préstamo de condiciones súper-flexibles para reducir de forma clara la tasa de paro en el 8,8% causa de consternación; son 13,5 millones de personas, parados de larga duración casi la mitad. Desde finales de 2008, la Reserva ha mantenido los tipos de interés a corto plazo cerca de cero. Con el fin de reducir los tipos a largo plazo, la Reserva está adquiriendo enormes cantidades de deuda pública y títulos de respaldo hipotecario: 1,725 billones de dólares entre finales de 2008 y marzo de 2010; otros 600.000 millones desde el pasado noviembre hasta junio. Estas compras se conocen como QE1 y QE2, QE de "flexibilización cuantitativa".

Pero hay un debate cada vez más extendido en torno a si la puesta en circulación de todo este papel en distintos sectores para reactivar la economía está ayudando a la recuperación o simplemente alentando la inflación. El destino de la economía puede depender de quién tenga la razón. Los estudios encargados por economistas de la Reserva son, como era de esperar, partidarios. Uno estima que las oleadas QE1 y QE2 rebajaron los tipos a largo plazo alrededor de 0,5 puntos porcentuales y salvaron casi 3 millones de puestos de trabajo; la tasa de paro se habría aproximado al 11%. Muchos economistas privados no están tan impresionados; sospechan que los beneficios acarreados por la ola QE1 se los llevó la ola QE2.

Los mercados de deuda "estaban rígidos" cuando arrancó la ola de flexibilización QE1, según el economista David Wyss, de Standard & Poor's. Los inversores no iban a invertir. La compra de títulos por parte de la Reserva palió el miedo y estabilizó los mercados. El impacto de la ola QE2 es más moderado, afirma seguro. Uno de los efectos achacados es el rebote de la Bolsa. La teoría: Los inversores pasaron de los títulos de renta fija a las acciones. Claramente, las cotizaciones han subido cerca del 30% desde que Bernanke aprobara la ola de flexibilización QE2 a finales de agosto de 2010. Pero Wyss pone en tela de juicio que la ola QE2 represente más de cuatro puntos porcentuales de los avances. Los fuertes beneficios corporativos son la principal causa, dice.

Mientras tanto, la inflación se acerca sigilosamente. Durante el último ejercicio, el Índice de Precios al Consumo creció un 2,7%; seis meses antes, el avance anual era de sólo el 1,2%. Bernanke culpa al encarecimiento de las gasolinas y los alimentos, reflejo de factores temporales (la guerra de Libia, las malas cosechas) que se pueden invertir. El riesgo de una espiral inflacionista salarios-precios, reza este argumento, es insignificante porque el paro es alto y los sueldos están estancados.

Puede. Pero la dinámica de la inflación podría estar cambiando. Este es el motivo. La recesión provocó cierres de empresas y plantas sustanciales; ahora, hay menos capacidad para satisfacer la creciente demanda. Las empresas tienen más poder para subir los precios; un dólar cada vez más depreciado agrava el efecto al encarecer las importaciones.

Se puede ver esto claramente en dos sectores: el automovilístico y las líneas aéreas. Desde 2006, General Motors, Ford y Chrysler han echado el cierre a cerca del 25% de su producción, según el economista del Center for Automotive Research Sean McAlinden. Los "incentivos" a la compra de vehículos (alias descuentos) se están contrayendo -- lo que se traduce en que los precios suben. Lo mismo ha sucedido en las líneas aéreas. En 2009, representaron el mayor porcentaje de recortes de vuelos desde 1942; la cifra de vuelos nacionales diarios a finales de 2010 (27.798) era casi un 10% inferior a la de 2007. En marzo, los billetes de vuelos nacionales eran un 11,5% más caros que un año antes.

El problema se podría generalizar. La Reserva mide periódicamente la capacidad de producción de las industrias. De 2007 a 2010, bajó un 5,4 por ciento. Es el descenso más acusado desde que comenzó a recabarse la estadística en 1948; el otro descenso anual sucedió en 2003 y fue de un escaso 0,25%.

La Reserva es atacada tanto desde la izquierda (por no hacer nada para crear empleo) como desde la derecha (por intervenir demasiado y tentar a la inflación), observa el antiguo Vicegobernador de la Reserva Donald Kohn. Bernanke busca el rumbo intermedio. Un argumento a favor de una Reserva menos hermética es el siguiente: El inversor, corredor o trabajador que entiende mejor los objetivos de la Reserva no trata de ponerlos en tela de juicio a la ligera. El compromiso mismo de la Reserva con la baja inflación va a limitar los salarios y los precios. Hasta cierto punto, puede ser así. Pero las cuestiones de imagen por sí solas no van a controlar el comportamiento. Las acciones superan a las intenciones.

La moraleja de la gran inflación de los 70 (13% en 1980) es que una vez que los precios empiezan a subir de manera paulatina, se retroalimentan. La precipitación es desastrosa. Particulares y empresas no saben hacer planes de futuro; la recesión se vuelve más recurrente. Una inflación inesperadamente elevada sentenciaría probablemente la actual política de crédito flexible. La Reserva tendría que subir los tipos. Las críticas vertidas tanto desde la izquierda como desde la derecha se intensificarían. En conclusión, mucho depende de la apuesta de Bernanke: Si él pierde, perdemos todos.

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