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Verónica limpiaba todos los días el parque. Trabaja ahí desde hacía muchos años. Ella era muy alta, tenía el pelo largo moreno y se lo cogía en una coleta para ir a su puesto de trabajo.
Hacía su tarea con mucho esmero para que los niños que jugasen ahí, no tuviesen accidentes con las jeringuillas que los toxicómanos tiraban en el suelo.
El tamaño del recinto era muy grande. Tenía carriles de arena y piedras y tenía bastantes espacios verdes con muchos árboles. En otoño se llenaba todo de hojas secas. Verónica sacaba cada mañana sacos y sacos llenos. Pesaban muchísimo, pero la gente tenía que pasear y no se podían escurrir.
La trabajadora observaba, con cierto recelo, a todo el mundo que andaba mientas ella recogía. Venían corredores a primera hora de la mañana hacer footing, estudiantes que hacían pellas, parejas de enamorados agarrados de la mano y niñeras con los pequeños. Eran multitudes de transeúntes. Se ponía todo siempre a tope y se ensuciaba mucho.
En el mundo de la Cultura de las Artes así actúan muchos, sin sustento de base. Anochecía cuando llegó el tren, empero, el tren pudo haber llegado mucho antes. La verdad era que se había retrasado horas y aún no se sabía por qué. Era una conversación frívola, con intercambio de chismes sobre amistades del vecindario.
En su nuevo libro, el reputado economista Juan Torres López los analiza como expresiones de una crisis del capitalismo neoliberal que, ante la desorientación y la impotencia de la izquierda contemporánea, choca con la democracia y alimenta el auge de la extrema derecha.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
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