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José Mourinho

Fútbol y algo más

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Como buen aficionado al fútbol que soy, estoy disfrutando con estos Madrid-Barça que el calendario nos ha traído. Digo disfrutando por eso de que hay emoción y todas esas cosas que rodean al fútbol, porque fútbol, lo que llaman fútbol que consiste en meter goles y atacar la portería contraria, poco, muy poco.

Y esto, amigos míos, se lo debemos a un portugués llamado Jose Mourinho, el único hombre que no tiene miedo a decir a diestro y siniestro su verdad: que sólo él gana los partidos gracias a su inteligencia táctica y a enfadar a unos y a otros fuera del campo. Mourinho ha puesto de acuerdo a todos: el juego del Madrid no le viene bien a nadie y lo malo es que tampoco le viene bien al Real Madrid. El miércoles demostró una vez más que se puede jugar con un solo delantero (si Ronaldo es delantero puro, que me da a mí que no) e intentar defender en casa a base de patadas, doses contra uno y demás astucias defensivas que nadie criticaría de no ser por un asunto que el portugués consideraría baladí: el Madrid no ataca, sólo defiende buscando una jugada aislada en la que obtener ventaja de la debilidad del contrario. Claro que el contrario, si es el Barcelona, tiene pocas debilidades.

El dato, que a todos se les parece escapar entre tanta defensa y tarjeta, es que el Madrid sólo ha marcado un gol al Barcelona en tres partidos y sí, sólo ha encajado tres y el gol (en la prórroga) le ha valido para conquistar un título.

Pero creo que el asunto va más allá. ¿No puede vencer el Real Madrid al Barcelona jugando al fútbol? Jose Mourinho da una respuesta clara y no parece que los aficionados del Real Madrid deban estar muy contentos con ella: al Barça sólo se le gana defendiendo y con el milagro de que, tras defender rozando la legalidad, el árbitro no expulse a uno de sus jugadores. Mourinho habla constantemente de sus otros equipos olvidándose que el Inter que eliminó al Barça el año pasado también, aparte de entrenador, tenía once jugadores en el campo… Sí, el Chelsea eliminó también al Barcelona y al siguiente cayó eliminado porque el Chelsea se quedó con diez en el partido de ida. Mourinho afirma que le tienen manía o algo así, a lo que cabe responder: ¿no será precisamente que los equipos de Mourinho juegan a algo más que al fútbol (y sí, me refiero precisamente a deportes de lucha)?

Así, Mourinho se ha convertido en el abanderado del entrenador estrella que, parece, no necesita de los jugadores para ganar un partido porque su táctica es tan genial que podría ponerme a mí y, si hago lo que él dice, ganaría el partido. Alguien le debería recordar al señor Mourinho que cuando el señor Román Arkádievich Abramóvich (da miedo el nombre, ¿eh?) contrató a los jugadores que Mourinho quiso el Chelsea tampoco ganó la Copa de Europa (y aunque parezca mentira, el portugués era el entrenador).

Y es que el mundo del fútbol nos proporciona constantes ejemplos de individuos con estas características: individualismo atroz y ventajismo constante. Da igual dónde esté, el entrenador de moda marca su tendencia porque lo importante es la táctica y la estrategia (la parte suya, claro) y no los jugadores que se mueven cual peones en un tablero de ajedrez. El entrenador de moda también es genio y figura dentro y fuera del campo y para él van todas las miradas y le enfocan todas las cámaras porque es un triunfador de la cabeza a los pies. Tiene un tono desenfadado pero se jacta de ser un gran profesional al que, si tuviese algunos años menos, interpretaría el mejor Tom Cruise.

Y es que a veces, sólo a veces, está bien esto del fútbol para tomar ejemplo. Hay tipos de éstos en todos los ámbitos: seres que buscan el éxito a cualquier precio sin importar la educación o el buen gusto. Son herederos de los yuppies de los ochenta: elegantes y desenfadados, brókeres y triunfadores a los que no sólo les vale hacer bien su trabajo, no… el éxito consiste en, además, una actitud agresiva porque el éxito sólo se logra con agresividad porque esto es una jungla y el más agresivo es el que se lleva a todas las chavalas y cobra los mejores sueldos.

Hay otros, también, que intentan dar el protagonismo a quién verdaderamente lo tiene (los jugadores), tratan de hacer su trabajo lo mejor posible y se quitan siempre importancia. Su función es, aunque pudiera parecer mentira, cumplir con su labor y lograr el mismo éxito que los tipos de moda, pero sin carácter agresivo y triunfador de los primeros.

Así, esta crisis reciente nos trae la vuelta al modela de los ochenta, con triunfadores agresivos y, a veces, incluso pendencieros. También sucede así en la política, en la que el que más sale en la televisión es el político más valorado (es obvio: hay que hacer un poco el ganso y decir alguna palabra más alta que otra para salir en los informativos). ¿No convienen conmigo en que un político que hiciera bien su trabajo no generaría tantas y tantas noticias de interés? Es precisamente ése el acierto de Mourinho: crear polémica con opiniones con las que pocos están de acuerdo y, así y gracias al cargo que ostenta, ganar en popularidad y prestigio.

Así, vemos a políticos que meten constantemente la pata y se equivocan. ¿Un error? No, al contrario: todo un acierto político porque el que rectifica es humano y errar también es humano y así el político se acerca al pueblo y, de paso, logra un par de portadas en los periódicos y su popularidad aumenta considerablemente. ¿Quién dijo eso de “que hablen mal de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen”? (Bueno, si no lo saben se lo digo yo: Oscar Wilde).

Así, a veces, un deporte tan en principio simple como el fútbol nos enseña algo más sobre la comunicación de masas y un tipo como Mourinho que parece haber nacido para generar titulares nos muestra cómo funciona este espinoso asunto de la comunicación.

El miércoles perdió el Real Madrid porque expulsaron a Pepe (sí, Mourinho tiene razón) pero también porque jugó peor que el contrario (cosa que el entrenador no dice). Así, la fórmula del discurso nos lleva al engaño constante y un asunto que ya explicaron algunos y que Mourinho tacha de conjura arbitral contra el Real Madrid (como la judeo-masónica de otros).

Si se leen las noticias de interés político se puede ver fácilmente como este esquema sirve frecuentemente a los políticos para ganar popularidad: generar polémica y estar en el centro del debate para que así nadie se olvide de ellos.

Ayer perdió el Madrid porque se olvidó de hacer una pequeña cosa: jugar al fútbol. Tal vez los políticos que emplean este esquema podrían tomar nota de ello.

Fútbol y algo más

José Mourinho
Martín Cid
viernes, 29 de abril de 2011, 06:00 h (CET)
Como buen aficionado al fútbol que soy, estoy disfrutando con estos Madrid-Barça que el calendario nos ha traído. Digo disfrutando por eso de que hay emoción y todas esas cosas que rodean al fútbol, porque fútbol, lo que llaman fútbol que consiste en meter goles y atacar la portería contraria, poco, muy poco.

Y esto, amigos míos, se lo debemos a un portugués llamado Jose Mourinho, el único hombre que no tiene miedo a decir a diestro y siniestro su verdad: que sólo él gana los partidos gracias a su inteligencia táctica y a enfadar a unos y a otros fuera del campo. Mourinho ha puesto de acuerdo a todos: el juego del Madrid no le viene bien a nadie y lo malo es que tampoco le viene bien al Real Madrid. El miércoles demostró una vez más que se puede jugar con un solo delantero (si Ronaldo es delantero puro, que me da a mí que no) e intentar defender en casa a base de patadas, doses contra uno y demás astucias defensivas que nadie criticaría de no ser por un asunto que el portugués consideraría baladí: el Madrid no ataca, sólo defiende buscando una jugada aislada en la que obtener ventaja de la debilidad del contrario. Claro que el contrario, si es el Barcelona, tiene pocas debilidades.

El dato, que a todos se les parece escapar entre tanta defensa y tarjeta, es que el Madrid sólo ha marcado un gol al Barcelona en tres partidos y sí, sólo ha encajado tres y el gol (en la prórroga) le ha valido para conquistar un título.

Pero creo que el asunto va más allá. ¿No puede vencer el Real Madrid al Barcelona jugando al fútbol? Jose Mourinho da una respuesta clara y no parece que los aficionados del Real Madrid deban estar muy contentos con ella: al Barça sólo se le gana defendiendo y con el milagro de que, tras defender rozando la legalidad, el árbitro no expulse a uno de sus jugadores. Mourinho habla constantemente de sus otros equipos olvidándose que el Inter que eliminó al Barça el año pasado también, aparte de entrenador, tenía once jugadores en el campo… Sí, el Chelsea eliminó también al Barcelona y al siguiente cayó eliminado porque el Chelsea se quedó con diez en el partido de ida. Mourinho afirma que le tienen manía o algo así, a lo que cabe responder: ¿no será precisamente que los equipos de Mourinho juegan a algo más que al fútbol (y sí, me refiero precisamente a deportes de lucha)?

Así, Mourinho se ha convertido en el abanderado del entrenador estrella que, parece, no necesita de los jugadores para ganar un partido porque su táctica es tan genial que podría ponerme a mí y, si hago lo que él dice, ganaría el partido. Alguien le debería recordar al señor Mourinho que cuando el señor Román Arkádievich Abramóvich (da miedo el nombre, ¿eh?) contrató a los jugadores que Mourinho quiso el Chelsea tampoco ganó la Copa de Europa (y aunque parezca mentira, el portugués era el entrenador).

Y es que el mundo del fútbol nos proporciona constantes ejemplos de individuos con estas características: individualismo atroz y ventajismo constante. Da igual dónde esté, el entrenador de moda marca su tendencia porque lo importante es la táctica y la estrategia (la parte suya, claro) y no los jugadores que se mueven cual peones en un tablero de ajedrez. El entrenador de moda también es genio y figura dentro y fuera del campo y para él van todas las miradas y le enfocan todas las cámaras porque es un triunfador de la cabeza a los pies. Tiene un tono desenfadado pero se jacta de ser un gran profesional al que, si tuviese algunos años menos, interpretaría el mejor Tom Cruise.

Y es que a veces, sólo a veces, está bien esto del fútbol para tomar ejemplo. Hay tipos de éstos en todos los ámbitos: seres que buscan el éxito a cualquier precio sin importar la educación o el buen gusto. Son herederos de los yuppies de los ochenta: elegantes y desenfadados, brókeres y triunfadores a los que no sólo les vale hacer bien su trabajo, no… el éxito consiste en, además, una actitud agresiva porque el éxito sólo se logra con agresividad porque esto es una jungla y el más agresivo es el que se lleva a todas las chavalas y cobra los mejores sueldos.

Hay otros, también, que intentan dar el protagonismo a quién verdaderamente lo tiene (los jugadores), tratan de hacer su trabajo lo mejor posible y se quitan siempre importancia. Su función es, aunque pudiera parecer mentira, cumplir con su labor y lograr el mismo éxito que los tipos de moda, pero sin carácter agresivo y triunfador de los primeros.

Así, esta crisis reciente nos trae la vuelta al modela de los ochenta, con triunfadores agresivos y, a veces, incluso pendencieros. También sucede así en la política, en la que el que más sale en la televisión es el político más valorado (es obvio: hay que hacer un poco el ganso y decir alguna palabra más alta que otra para salir en los informativos). ¿No convienen conmigo en que un político que hiciera bien su trabajo no generaría tantas y tantas noticias de interés? Es precisamente ése el acierto de Mourinho: crear polémica con opiniones con las que pocos están de acuerdo y, así y gracias al cargo que ostenta, ganar en popularidad y prestigio.

Así, vemos a políticos que meten constantemente la pata y se equivocan. ¿Un error? No, al contrario: todo un acierto político porque el que rectifica es humano y errar también es humano y así el político se acerca al pueblo y, de paso, logra un par de portadas en los periódicos y su popularidad aumenta considerablemente. ¿Quién dijo eso de “que hablen mal de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen”? (Bueno, si no lo saben se lo digo yo: Oscar Wilde).

Así, a veces, un deporte tan en principio simple como el fútbol nos enseña algo más sobre la comunicación de masas y un tipo como Mourinho que parece haber nacido para generar titulares nos muestra cómo funciona este espinoso asunto de la comunicación.

El miércoles perdió el Real Madrid porque expulsaron a Pepe (sí, Mourinho tiene razón) pero también porque jugó peor que el contrario (cosa que el entrenador no dice). Así, la fórmula del discurso nos lleva al engaño constante y un asunto que ya explicaron algunos y que Mourinho tacha de conjura arbitral contra el Real Madrid (como la judeo-masónica de otros).

Si se leen las noticias de interés político se puede ver fácilmente como este esquema sirve frecuentemente a los políticos para ganar popularidad: generar polémica y estar en el centro del debate para que así nadie se olvide de ellos.

Ayer perdió el Madrid porque se olvidó de hacer una pequeña cosa: jugar al fútbol. Tal vez los políticos que emplean este esquema podrían tomar nota de ello.

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