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“Transijamos en todo, excepto en la ordinariez, duquesa” Emilia Pardo Bazán

¿Parlamento o taberna de puerto?,¿España ingobernable?

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En muchas ocasiones nos hemos extrañado del comportamiento de algunos parlamentos dónde “sus señorías” discuten a gritos, excitados, enfurecidos y, en ocasiones, hemos tenido ocasión de comprobar, en los reportajes de prensa y TV, como aquellas cámaras donde se reúnen los representantes del pueblo, pierden las formas, llegan al insulto personal y, como colofón, emprenden una verdadera batalla campal a tortazos y silletazos que, en nada, tiene que envidiar a estas sórdidas peleas entre bandas de mafiosos por el dominio de un sector de la ciudad.

En España, desde que tenemos instalada la democracia o, al menos esto nos creemos desde que los padres de la patria confeccionaron una Constitución para que sirviera de norma de conducta, de regla de comportamientos y de definición y límite de nuestras libertades; hemos sabido respetar la casa común de todos los españoles, representada por nuestro Parlamento, durante los años en los que, los dos partidos principales, PP y PSOE estuvieron turnándose el gobierno de la nación. Dos acontecimientos nefastos para los españoles turbaron aquella normalidad y permitieron que España entra en barrena. El primero la entrada del señor Rodríguez Zapatero como presidente del gobierno y el segundo la crisis de las hipotecas sub-prime que coincidieron con la última parte de la segunda legislatura de Zapatero.

La mezcla explosiva de ambas circunstancias tuvo la virtud de transformar el estado de bienestar del que veníamos gozando los españoles, en un periodo de desconcierto; primero, de recesión, desempleo, despidos, cierre de empresas, millones de parados y desplome económico, financiero y de relaciones sociales, de modo que durante ocho años el país ha debido de afrontar una situación que ha requerido por parte del gobierno (no del señor Zapatero que no quiso enterarse de lo que se nos venía encima, negando la crisis) que tomó las riendas de la nación a finales del año 2011, el PP, que tuvo que bregar con los recortes, el paro, las restricciones crediticias, una inflación desbocada, falta de financiación y, por añadidura, una crisis de las cajas de crédito que se vieron afectadas por los impagos de las hipotecas, en la mayoría de los casos otorgadas por cifras superiores al valor efectivo del bien inmueble sobre el que recaían. Malos tiempos para un gobierno y peores para unos ciudadanos que tuvieron que aceptar lo irremediable.

Hemos sufrido dos legislativas y, por desgracia, la situación en la política española no sólo no ha mejorado, sino que, lo ocurrido estos días pasados en el Parlamento de la nación, nos recuerda que todo puede ir a peor como sabiamente dice Murphy en sus famosas leyes. Dos cosas muy importantes se produjeron en la última sesión parlamentaria. En primer lugar, el comportamiento absolutamente irresponsable de toda la oposición, con la excepción de los nacionalistas vascos que, en alguna manera, ha servido para que los estibadores hayan cogido fuerza, se hayan reafirmado en sus posiciones irreductibles y hayan entrado en una dinámica en la que se felicitan por el chantaje al Gobierno y dan por hecho que su batalla con el ejecutivo la tienen ganada. Una postura absurda por cuanto todos saben que la sentencia del tribunal Europeo no tiene vuelta de hoja y, lo único que puede suceder es que todos los españoles salgamos perjudicados debiendo abonar una multa de 134.000 euros diarios durante el lapso de tiempo que sea preciso para que, los estibadores, los sindicatos que los apoyan y, los partidos cómplices del desaguisado, entren en razón y se den cuenta de que no hay nada que hacer sino obedecer o, en su caso, exponerse a que Europa tome medidas más radicales con nuestra nación.

En segundo lugar ha sucedido algo que, para muchos de nosotros, era previsible pero que, al parecer, para don Mariano no le pareció tan evidente, porque se arriesgó a que sucediera lo que, en estos momentos, está ocurriendo cuando se está demostrando que, la gobernabilidad de la nación, está puesta en cuestión y aquellos supuestos apoyos que parece que dio por descontados, como ha sido el caso de Ciudadanos del señor Ribera, no parece que estén por la labor de apoyar al PP durante esta legislatura; más bien entendemos que, lo que intenta el señor Rivera y su equipo, es desgastar al partido en el gobierno para intentar, en las próximas elecciones ( como ya sucedió en las penúltimas), quitarles votos para intentar sustituirlos. Por supuesto que, esta postura de Ciudadanos no va a conseguir su objetivo, aunque parezca que, los últimos estudios sobre perspectiva de votos, les dan un cierto aumento ante unas hipotéticas nuevas elecciones.

La cara del señor Rajoy, cuando abandonaba el hemiciclo del Parlamento, quizá que fuera la más alterada que se le ha visto en todo el tiempo en el que lleva gobernando la nación. No es de extrañar porque es posible que, por primera vez, se haya visto obligado a bajarse del pedestal en el que el mismo se había instalado, para pisar el suelo de la realidad y comprobar que, lo que había dado por hecho respecto a que iba a conseguir seguir gobernando, porque el resto de partidos iban a ceder ante el temor de una nueva convocatoria electoral, parece que no ha tenido lugar. No tuvo en cuenta el hecho de que los señores de Podemos, después de la rebelión del señor Iñigo Errejón, han entrado, bajo la absoluta y totalitaria dirección de Pablo Iglesias, en la órbita del radicalismo contumaz y que están dispuestos a darle la batalla al Parlamento fuera, en las calles, despreciando las leyes, la autoridad de las instituciones, la moderación y las buenas formas algo que, por mucho que se quiera obviar, redunda en detrimento de España.

Ya se está notando la degradación de los enfrentamientos parlamentarios, donde no se respetan las formas y se utiliza un vocabulario grosero y, en ocasiones, sohez y tabernario, muy adecuado a la especial idiosincrasia de estos nuevos inquilinos del Parlamento, venidos de Venezuela, acostumbrados a los modales del palurdo de Maduro e imbuidos de la filosofía totalitaria que, por lo visto, están intentando instalar en nuestra patria. Intentan desmitificar la solemnidad parlamentaria y la tradicional oratoria de los parlamentarios, presentándose con atuendos atrabiliarios, peinados absurdos y posturas más propias de proxenetas de extrarradio que de personas que presumen de estudios universitarios. Pero ya no tiene remedio, 5.000.000 millones de votos les dieron un lugar para que pudieran ejercer su derecho a avergonzar al resto del país con sus boutades, sus exabruptos y sus sandeces de un infantilismo impropio de aquellos que presumen de ser profesores universitarios.

Cada vez parece que nos acercamos más a unas nuevas elecciones legislativas y, todo esto, mientras en Cataluña los separatistas se están frotando las manos pensando que, lo mismo que ha sucedido en el caso de los estibadores, puede sucederles a ellos si saben, como lo vienen intentando hacer desde hace unos años, sembrar la cizaña para que los partidos, como el PSOE, –que se han venido caracterizando por su defensa de la Constitución y su rechazo al gobierno independentista catalán –, si se diera el caso de que, en las primarias que se van a celebrar en breve, consiguiera el puesto de secretario del partido, el señor Pedro Sánchez, y la situación del gobierno siguiera siendo tan precaria como ahora, se darían los condicionamientos idóneas para que ellos pudieran intentar forzar la celebración del famoso referéndum, para elegir si continuaban siendo españoles o, por el contrario, optaban por la escisión de España.

Sólo un comentario más. Si Rajoy hubiera desistido de ser nombrado para el cargo de presidente del gobierno, cuando tuvo la oportunidad para ello, al Rey no le hubiera quedado otro remedio que aceptar la convocatoria de unas nuevas elecciones para el mes de mayo, en las que Rajoy hubiera tenido todas las oportunidades de sacar un resultado más ventajoso del que consiguió el 26 de junio pasado. Ahora, ya no se dan las circunstancias para que se pueda esperar que, unos nuevos comicios para septiembre, le proporcionaran al PP las ventajas de las que gozaba teniendo en cuenta que el PSOE estaba completamente desarbolado; Podemos pasaba por unos momentos de un cierto desconcierto y las posibilidades que las encuestas les daban a Ciudadanos, después de intentar jugar con dos barajas, primero buscando acuerdos con los socialistas y segundo acabando pactando la investidura a Rajoy aunque, posteriormente las relaciones entre ambos partidos se hayan deteriorado, eran más bien escasas.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos sentimos frustrados al comprobar que, aquellos en los que habíamos depositado todas nuestras esperanzas como españoles, no sólo dejaron de cumplir con sus promesas electorales en puntos tan importantes como el aborto, las leyes a favor de la adopción y el matrimonio de homosexuales o el tema del independentismo catalán; tres propuestas en las que el fracaso ha sido absoluto, la decepción de los votantes desmotivante y lo conseguido por el PP durante la anterior legislatura, y le reconocemos el mérito, fue sacar a España del peligro del rescate sin que, con ello, haya conseguido, teniendo todo a su favor, mantener una situación de tranquilidad y sosiego en el país. Corren malos vientos y todos lo sabemos.

¿Parlamento o taberna de puerto?,¿España ingobernable?

“Transijamos en todo, excepto en la ordinariez, duquesa” Emilia Pardo Bazán
Miguel Massanet
sábado, 18 de marzo de 2017, 11:21 h (CET)
En muchas ocasiones nos hemos extrañado del comportamiento de algunos parlamentos dónde “sus señorías” discuten a gritos, excitados, enfurecidos y, en ocasiones, hemos tenido ocasión de comprobar, en los reportajes de prensa y TV, como aquellas cámaras donde se reúnen los representantes del pueblo, pierden las formas, llegan al insulto personal y, como colofón, emprenden una verdadera batalla campal a tortazos y silletazos que, en nada, tiene que envidiar a estas sórdidas peleas entre bandas de mafiosos por el dominio de un sector de la ciudad.

En España, desde que tenemos instalada la democracia o, al menos esto nos creemos desde que los padres de la patria confeccionaron una Constitución para que sirviera de norma de conducta, de regla de comportamientos y de definición y límite de nuestras libertades; hemos sabido respetar la casa común de todos los españoles, representada por nuestro Parlamento, durante los años en los que, los dos partidos principales, PP y PSOE estuvieron turnándose el gobierno de la nación. Dos acontecimientos nefastos para los españoles turbaron aquella normalidad y permitieron que España entra en barrena. El primero la entrada del señor Rodríguez Zapatero como presidente del gobierno y el segundo la crisis de las hipotecas sub-prime que coincidieron con la última parte de la segunda legislatura de Zapatero.

La mezcla explosiva de ambas circunstancias tuvo la virtud de transformar el estado de bienestar del que veníamos gozando los españoles, en un periodo de desconcierto; primero, de recesión, desempleo, despidos, cierre de empresas, millones de parados y desplome económico, financiero y de relaciones sociales, de modo que durante ocho años el país ha debido de afrontar una situación que ha requerido por parte del gobierno (no del señor Zapatero que no quiso enterarse de lo que se nos venía encima, negando la crisis) que tomó las riendas de la nación a finales del año 2011, el PP, que tuvo que bregar con los recortes, el paro, las restricciones crediticias, una inflación desbocada, falta de financiación y, por añadidura, una crisis de las cajas de crédito que se vieron afectadas por los impagos de las hipotecas, en la mayoría de los casos otorgadas por cifras superiores al valor efectivo del bien inmueble sobre el que recaían. Malos tiempos para un gobierno y peores para unos ciudadanos que tuvieron que aceptar lo irremediable.

Hemos sufrido dos legislativas y, por desgracia, la situación en la política española no sólo no ha mejorado, sino que, lo ocurrido estos días pasados en el Parlamento de la nación, nos recuerda que todo puede ir a peor como sabiamente dice Murphy en sus famosas leyes. Dos cosas muy importantes se produjeron en la última sesión parlamentaria. En primer lugar, el comportamiento absolutamente irresponsable de toda la oposición, con la excepción de los nacionalistas vascos que, en alguna manera, ha servido para que los estibadores hayan cogido fuerza, se hayan reafirmado en sus posiciones irreductibles y hayan entrado en una dinámica en la que se felicitan por el chantaje al Gobierno y dan por hecho que su batalla con el ejecutivo la tienen ganada. Una postura absurda por cuanto todos saben que la sentencia del tribunal Europeo no tiene vuelta de hoja y, lo único que puede suceder es que todos los españoles salgamos perjudicados debiendo abonar una multa de 134.000 euros diarios durante el lapso de tiempo que sea preciso para que, los estibadores, los sindicatos que los apoyan y, los partidos cómplices del desaguisado, entren en razón y se den cuenta de que no hay nada que hacer sino obedecer o, en su caso, exponerse a que Europa tome medidas más radicales con nuestra nación.

En segundo lugar ha sucedido algo que, para muchos de nosotros, era previsible pero que, al parecer, para don Mariano no le pareció tan evidente, porque se arriesgó a que sucediera lo que, en estos momentos, está ocurriendo cuando se está demostrando que, la gobernabilidad de la nación, está puesta en cuestión y aquellos supuestos apoyos que parece que dio por descontados, como ha sido el caso de Ciudadanos del señor Ribera, no parece que estén por la labor de apoyar al PP durante esta legislatura; más bien entendemos que, lo que intenta el señor Rivera y su equipo, es desgastar al partido en el gobierno para intentar, en las próximas elecciones ( como ya sucedió en las penúltimas), quitarles votos para intentar sustituirlos. Por supuesto que, esta postura de Ciudadanos no va a conseguir su objetivo, aunque parezca que, los últimos estudios sobre perspectiva de votos, les dan un cierto aumento ante unas hipotéticas nuevas elecciones.

La cara del señor Rajoy, cuando abandonaba el hemiciclo del Parlamento, quizá que fuera la más alterada que se le ha visto en todo el tiempo en el que lleva gobernando la nación. No es de extrañar porque es posible que, por primera vez, se haya visto obligado a bajarse del pedestal en el que el mismo se había instalado, para pisar el suelo de la realidad y comprobar que, lo que había dado por hecho respecto a que iba a conseguir seguir gobernando, porque el resto de partidos iban a ceder ante el temor de una nueva convocatoria electoral, parece que no ha tenido lugar. No tuvo en cuenta el hecho de que los señores de Podemos, después de la rebelión del señor Iñigo Errejón, han entrado, bajo la absoluta y totalitaria dirección de Pablo Iglesias, en la órbita del radicalismo contumaz y que están dispuestos a darle la batalla al Parlamento fuera, en las calles, despreciando las leyes, la autoridad de las instituciones, la moderación y las buenas formas algo que, por mucho que se quiera obviar, redunda en detrimento de España.

Ya se está notando la degradación de los enfrentamientos parlamentarios, donde no se respetan las formas y se utiliza un vocabulario grosero y, en ocasiones, sohez y tabernario, muy adecuado a la especial idiosincrasia de estos nuevos inquilinos del Parlamento, venidos de Venezuela, acostumbrados a los modales del palurdo de Maduro e imbuidos de la filosofía totalitaria que, por lo visto, están intentando instalar en nuestra patria. Intentan desmitificar la solemnidad parlamentaria y la tradicional oratoria de los parlamentarios, presentándose con atuendos atrabiliarios, peinados absurdos y posturas más propias de proxenetas de extrarradio que de personas que presumen de estudios universitarios. Pero ya no tiene remedio, 5.000.000 millones de votos les dieron un lugar para que pudieran ejercer su derecho a avergonzar al resto del país con sus boutades, sus exabruptos y sus sandeces de un infantilismo impropio de aquellos que presumen de ser profesores universitarios.

Cada vez parece que nos acercamos más a unas nuevas elecciones legislativas y, todo esto, mientras en Cataluña los separatistas se están frotando las manos pensando que, lo mismo que ha sucedido en el caso de los estibadores, puede sucederles a ellos si saben, como lo vienen intentando hacer desde hace unos años, sembrar la cizaña para que los partidos, como el PSOE, –que se han venido caracterizando por su defensa de la Constitución y su rechazo al gobierno independentista catalán –, si se diera el caso de que, en las primarias que se van a celebrar en breve, consiguiera el puesto de secretario del partido, el señor Pedro Sánchez, y la situación del gobierno siguiera siendo tan precaria como ahora, se darían los condicionamientos idóneas para que ellos pudieran intentar forzar la celebración del famoso referéndum, para elegir si continuaban siendo españoles o, por el contrario, optaban por la escisión de España.

Sólo un comentario más. Si Rajoy hubiera desistido de ser nombrado para el cargo de presidente del gobierno, cuando tuvo la oportunidad para ello, al Rey no le hubiera quedado otro remedio que aceptar la convocatoria de unas nuevas elecciones para el mes de mayo, en las que Rajoy hubiera tenido todas las oportunidades de sacar un resultado más ventajoso del que consiguió el 26 de junio pasado. Ahora, ya no se dan las circunstancias para que se pueda esperar que, unos nuevos comicios para septiembre, le proporcionaran al PP las ventajas de las que gozaba teniendo en cuenta que el PSOE estaba completamente desarbolado; Podemos pasaba por unos momentos de un cierto desconcierto y las posibilidades que las encuestas les daban a Ciudadanos, después de intentar jugar con dos barajas, primero buscando acuerdos con los socialistas y segundo acabando pactando la investidura a Rajoy aunque, posteriormente las relaciones entre ambos partidos se hayan deteriorado, eran más bien escasas.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos sentimos frustrados al comprobar que, aquellos en los que habíamos depositado todas nuestras esperanzas como españoles, no sólo dejaron de cumplir con sus promesas electorales en puntos tan importantes como el aborto, las leyes a favor de la adopción y el matrimonio de homosexuales o el tema del independentismo catalán; tres propuestas en las que el fracaso ha sido absoluto, la decepción de los votantes desmotivante y lo conseguido por el PP durante la anterior legislatura, y le reconocemos el mérito, fue sacar a España del peligro del rescate sin que, con ello, haya conseguido, teniendo todo a su favor, mantener una situación de tranquilidad y sosiego en el país. Corren malos vientos y todos lo sabemos.

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