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Los precios de la gasolina se acerca a cifras récord

Obama afirma que los precios de los combustibles reflejan la ley de la oferta

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El Presidente Obama y su Departamento de Justicia anunciaron la semana pasada que van a extirpar de los mercados del crudo y el gas “el fraude” y “la especulación” que pudieran estar empujando al alza los precios de los combustibles.

Stephen Stromberg / SIGLO XXI / The Washington Post

Pero en un escrito que remitió la tarde del martes a los líderes legislativos, el presidente admite que los acusados incrementos del precio de los combustibles han sido producto en realidad “de la incrementada demanda global, acompañada de la inquietud y de las alteraciones de la oferta en Oriente Próximo”. Ley de la oferta y la demanda. Qué cosas.

¿Por qué vuelve entonces a gastar dinero del contribuyente la administración Obama en una caza de la especulación a gran escala que, según hasta el presidente, no es la principal impulsora del inflado precio de los combustibles?

Puede tener algo que ver con las bajas cifras de popularidad presidencial, sobre todo, según informaba el Post este martes, entre los votantes independientes que afirman que los precios más altos en el surtidor están causando dificultades. Los legisladores no ayudan, haciendo que parezca que Obama podría rebajar de forma drástica en cualquier momento el precio de los combustibles, suponiendo que pudiera imponer medidas duras a los corruptos especuladores del sector financiero, a las petroleras o a los ecologistas que rechazan la explotación petrolera en alta mar – políticas que no afectan a las cosas tanto como la creciente demanda de petróleo por parte de China, la guerra civil de Libia, o el resto de elementos fundamentales del mercado.

Hay que entender al presidente. Los elevados precios de la gasolina no son culpa suya, como tampoco fueron culpa del Presidente George W. Bush en 2006 o en 2008. Y, teniendo en cuenta la determinación de algunos estadounidenses a echarle la culpa a él, Obama probablemente no crea tener más elección que desplegar la rama del ejecutivo para aparentar que está haciendo algo de peso para bajar el precio. Sólo le falta decirlo.

Pero ese numerito de cara a la galería no hace sino alentar el fenómeno que desde el principio está pasando factura al presidente – la clase de chivo expiatorio crudo que sugiere a los estadounidenses que pueden culpar con facilidad a Washington o al sector financiero o a cualquier otra institución que no tenga sus simpatías de la actual volatilidad de un mercado petrolero multibillonario.

Obama afirma que los precios de los combustibles reflejan la ley de la oferta

Los precios de la gasolina se acerca a cifras récord
Lectores
jueves, 28 de abril de 2011, 08:52 h (CET)


El Presidente Obama y su Departamento de Justicia anunciaron la semana pasada que van a extirpar de los mercados del crudo y el gas “el fraude” y “la especulación” que pudieran estar empujando al alza los precios de los combustibles.

Stephen Stromberg / SIGLO XXI / The Washington Post

Pero en un escrito que remitió la tarde del martes a los líderes legislativos, el presidente admite que los acusados incrementos del precio de los combustibles han sido producto en realidad “de la incrementada demanda global, acompañada de la inquietud y de las alteraciones de la oferta en Oriente Próximo”. Ley de la oferta y la demanda. Qué cosas.

¿Por qué vuelve entonces a gastar dinero del contribuyente la administración Obama en una caza de la especulación a gran escala que, según hasta el presidente, no es la principal impulsora del inflado precio de los combustibles?

Puede tener algo que ver con las bajas cifras de popularidad presidencial, sobre todo, según informaba el Post este martes, entre los votantes independientes que afirman que los precios más altos en el surtidor están causando dificultades. Los legisladores no ayudan, haciendo que parezca que Obama podría rebajar de forma drástica en cualquier momento el precio de los combustibles, suponiendo que pudiera imponer medidas duras a los corruptos especuladores del sector financiero, a las petroleras o a los ecologistas que rechazan la explotación petrolera en alta mar – políticas que no afectan a las cosas tanto como la creciente demanda de petróleo por parte de China, la guerra civil de Libia, o el resto de elementos fundamentales del mercado.

Hay que entender al presidente. Los elevados precios de la gasolina no son culpa suya, como tampoco fueron culpa del Presidente George W. Bush en 2006 o en 2008. Y, teniendo en cuenta la determinación de algunos estadounidenses a echarle la culpa a él, Obama probablemente no crea tener más elección que desplegar la rama del ejecutivo para aparentar que está haciendo algo de peso para bajar el precio. Sólo le falta decirlo.

Pero ese numerito de cara a la galería no hace sino alentar el fenómeno que desde el principio está pasando factura al presidente – la clase de chivo expiatorio crudo que sugiere a los estadounidenses que pueden culpar con facilidad a Washington o al sector financiero o a cualquier otra institución que no tenga sus simpatías de la actual volatilidad de un mercado petrolero multibillonario.

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